Escondida en el centro de San José, en el puro corazón de Barrio Aranjuez, hay una cápsula del tiempo escondida a la vista de todos. Y no, no se trata de un carro ochentero o de una cabina de teléfonos; en realidad, es un hotel y tiene las puertas abiertas para que usted lo conozca.
Pero, ¿por qué digo que es una máquina del tiempo? Resulta que el Hotel Aranjuez, como se llama este hotel, está conformado por cinco casas de la década de 1930 que, poco a poco, se fueron remodelando para crear un hotel único en su tipo.
“Nosotros tenemos una característica importante y es que, no hicimos un hotel en las casas, sino que convertimos las casas en un hotel. Esta diferencia implica que la estructura original de las casas no las tocamos”, nos contó don Óscar Romero, dueño de este patrimonio.
No existe forma de describir con palabras la sensación de entrar al Aranjuez.
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Genuinamente, se siente como una máquina del tiempo, que nos transporta a una era en la que las paredes de ladrillo y los suelos de mármol eran la norma.
Los ventanales, los pasillos largos y las puertas pequeñas, las flores en cada rincón, los tragaluces naturales, las decoraciones de mascaradas, todo está acomodado de tal forma, que se siente como estar en la casa de la abuelita, pero sin verse viejo.
Una joya familiar
Según nos explicó don Óscar, el Hotel Aranjuez está conformado por cinco casas: Casa Calvo, Casa Morales, Casa Soto, Casa Lía y Casa Olivia Padilla, cada una lleva el nombre de la familia que habitó en ella.
Esta última, quizás, sea la más especial, ya que en ella vivieron don Óscar y su mamita, doña Olivia.
“Nosotros llegamos aquí ya creciditos, podía tener unos 20 años”, nos explicó. “Pero mi mamá sí vivió bastantes años aquí. En Casa Elia vivió mi hermana con su familia”.
Ahora, si usted nunca ha tenido el placer de entrar a una casa antigua, le contamos que la mayoría de ellas tiene una estructura similar.
“Todas tienen su zaguán al centro y habitaciones a los lados. Tienen una sala y una área social, donde los clientes, nuestros invitados, pueden disfrutar del ambiente familiar.
“Y es que, nuestro eslogan es: ‘Una experiencia en una casa auténticamente costarricense... siempre verde’ y, eso refleja perfectamente el ambiente que ofrecemos: un ambiente familiar”.
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Y, a lo largo de 32 años --en octubre van a ser 33--, don Óscar y su familia, ya que el negocio lo manejan entre él, su esposa Sandra y sus dos hijos, Fabián y Andrés, les han abierto las puertas de su historia, a todos los ticos que se quieran acercar y darse una vuelta.
De hecho, créalo o no, don Óscar nos llevó a conocer varias de las habitaciones que fueron remodeladas para que los huéspedes se queden en ellas.
Por ejemplo, vimos lo que antes era el comedor de Casa Calvo, convertido en un precioso cuarto con baño incluido. Incluso, nos mostró los cuartos en los que solía dormir su mamá.
Altos y bajos
Pero, ¿de dónde nació la idea de hacer un hotel a partir de casas viejas? Créalo o no, fue pura creatividad de don Óscar.
“En algún momento teníamos las casas alquiladas y se desocuparon, entonces se me ocurrió, una noche de julio del año 90, que se podía hacer un hotel”, recordó.
“Comenzamos a trabajar la idea y, en octubre del 92, abrimos con nueve habitaciones”.
Eso sí, según nos contó, remodelarlas fue todo un reto, ya que querían preservar la esencia de las casas viejas, pero sin que se sintieran así.
“Dentro del criterio de preservar lo histórico, hemos tratado de adaptar estas casas a un ambiente más agradable, más moderno. Sin tocar la estructura de las casas, sin tocar las paredes, ya que lo que nos interesa preservar es la tablilla, que es de una madera muy buena”, dejó claro.
Ahora, tener casas viejas es un arma de doble filo. Si bien son un imán de turistas, el trabajo de preservación no es jugando y esta familia lo sabe de buenas a primeras.
“Es un tema de todos los días. Al ser de madera y tan viejas, se necesita de mantenimiento diario”, explicó. “En todas las casas, uno de los primeros problemas que tuvimos fueron los pisos.
“Con el tiempo se fueron pudriendo y se hundieron, entonces los sustituimos por madera, más o menos, similar a la original”.
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Además de eso, ir comprando las casas tampoco sucedió de la noche a la mañana y, si bien comenzaron con las casitas de su mamá y su hermana, a punta de esfuerzo --y una que otra metida de hombro por parte de las familias que les vendieron las casas--, las fueron comprando.
En familia
Ahora, si usted no anda buscando un lugar donde dormir, ahí mismo en Hotel Aranjuez, se encuentra el restaurante 1147, administrado por Fabián Romero, el más chiquitillo de los hijos de don Óscar.
En 1147 se mezcla lo mejor de ambas eras: la moderna y el antaño. Las paredes son de ladrillo rojo y está decorado con vitrales de colores, pero las mesas, la barra y la cocina tienen un toque moderno que calza como anillo al dedo.
Y la historia de este restaurante es tan interesante como la del Aranjuez.
“1147 es parte de una de las casas que componen al hotel; literalmente, estamos en el garaje de dos casas”, explicó.
“El nombre es porque todas las casas tenían una plaquita con la dirección. 1147 es la placa original y, lo que quiere decir, es que está a 47 varas de la avenida 11″.
Este restaurante abrió en 2018 y la idea era usarlo como una extensión del hotel, para satisfacer a los huéspedes que llegan con hambre, pero poco a poco, fue evolucionando y ahora es su propia marca.
“Fuimos jugando un poquito más con la producción, con los productos; incluso, el emplatado y empezamos a querer contar historias con los platos”.
¿A qué se refiere con historias? Bueno, a que su menú a la carta es un homenaje a Costa Rica.
“Tenemos platos que hacen referencia a dichos, a personas, a personajes importantes, a culturas; por ejemplo, nos gusta mucho la comida caribeña, entonces tenemos un plato que se llama Tortuguero.
“Tenemos otro que es un homenaje a Guanacaste que se llama Nicoya y, en cuanto a dichos, tenemos uno que se llama ‘Todos los huevos en la misma canasta’ y hasta lo servimos en una canasta con forma de gallina”, dijo entre risas.
Eso sí, es importante dejar claro que si bien se ubican en el mismo edificio, están juntos, pero no revueltos.
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“(Mis papás) me apoyan un montón y me dan muchísima flexibilidad, entonces el restaurante, prácticamente, opera de manera individual e igual en la toma de decisiones.
“Pero, siempre tratamos de acoplar un poquito las experiencias de la carta, con la clientela del hotel, para tener alguna sinergia entre los dos espacios”, aclaró.
Si usted quiere hospedarse en el Hotel Aranjuez, se mantienen abiertos 24/7 y se encuentran en Calle 19, específicamente, entre Avenidas 11 y 13.
Mientras que 1147 abre de lunes a sábado, de 4:30 p.m a 11:00 p.m.