Dicen que los perros sin raza, nuestros queridos zaguaticos, traen una bendición debajo de la cola.
Si hay alguien que puede confirmar eso es Melany Vargas Salazar, vecina de Trinidad de Moravia, quien hace dos años adoptó a un perro que parecía estar más cerca del cielo que de una nueva aventura… pero terminó convirtiéndose en el emperador del barrio.
Fue bautizado como Don Tito, aunque por su actitud podría llamarse perfectamente Tito “el Bravo”, porque el viejito no se deja de nadie, tiene el hocico torcido, una patita chueca, la lengua siempre afuera, camina medio de lado, pero se cree el galán y el duro del barrio al que llega.
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Lo más curioso es que Melany lo adoptó en junio del 2023 en Territorio de Zaguates (un santuario para perritos callejeros) con una intención tan noble como desgarradora: darle una cama calientita, cariño y una muerte digna. En otras palabras, pensó que su tiempo juntos sería corto, o tres meses máximo. Pero Don Tito tenía otros planes.
“Desde que llegó se adueñó de todo, se escapaba, se apoderó del barrio. Le encanta andar en la calle. Cuando lo sacamos amarrado le da de todo: tos, mocos, hasta se le nota la pata chueca, pero si lo soltamos se cura de todo, se le olvida hasta que está viejo”, cuenta entre risas Melany, quien dice que Tito, a pesar de sus achaques, está en su mejor momento.
Aunque no se sabe con exactitud cuántos años tiene (porque no le quedan dientes para calcularle la edad) los veterinarios creen que ronda los 11 años perrunos. Y lo cierto es que en lugar de estar tirado en una esquina descansando, el zaguate vive con la energía de un adolescente, además, con el alma de un líder.
“Donde vivíamos antes, en San Jerónimo de Moravia, había perros bastante agresivos y él, con su carita torcida y todo, iba y se metía con todos. Nunca entendimos cómo sobrevivió en el Territorio de Zaguates siendo tan peleón, y lo más raro: ningún perro le hace nada. No sabemos si es por respeto o por lástima, pero es el rey”, asegura su dueña.
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Trío dinámico
En la casa, Don Tito comparte espacio con Shaggy, otro zaguate que tiene siete años y sufre de displasia de cadera, y con Sara, una gata que, como buena felina, impone sus reglas con garra.
“Shaggy es el doble de tamaño que Tito, pero igual Tito manda. Aunque al final quien manda en la casa es Sara, así que estamos en un auténtico gatriarcado”, dice entre risas Melany, la mamita humana de los tres.
A pesar de no tener dientes y de tener una condición respiratoria crónica que le causa mocos constantes, Don Tito está sanito, tiene todas sus vacunas, va a sus revisiones y come como si fuera un muchacho.
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“Le compro comida para adulto mayor, pero le gusta la de Shaggy, que es de adulto joven, así que terminé por rendirme, él come lo que le gusta. Y nada de que duerme mucho ni que es tranquilo, ¡nada que ver! Una vez un muchachillo de 15 años trató de agarrarlo, pero no pudo, Don Tito corrió más rápido, ¡y eso que tiene solo usa tres patas!”, recuerda Melany, con los ojos brillantes de orgullo y cariño.
Héroe con alma joven
Más que un perrito adoptado, Don Tito se ha convertido en un verdadero símbolo de esperanza. En lugar de apagarse, su espíritu se encendió desde que entendió que tenía un hogar.
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“Él sabe que tiene una familia, un espacio seguro. Por eso siento que es tan feliz. Toda su vida fue defenderse de otros perros, de la gente. Le tocó sobrevivir en la calle. Pero ahora es tierno, busca cariño, se pone panza arriba para que le toque el pecho y si me detengo, se enoja”, cuenta la mamita.
Aunque a simple vista parece cascarrabias, Don Tito reparte amor con cada mueca chueca que hace, y cuando alguien pasa por el barrio y lo ve corretear con sus patas torcidas, no puede evitar sonreír.
Ejemplo para todos
En este Día Internacional del Perro sin Raza, Don Tito es el mejor ejemplo de que ningún zaguate es un caso perdido, y que incluso los que parecen tener los días contados, pueden sorprendernos con años de vida y toneladas de amor.
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“Pensé que llegaba a morir en paz. Pero en lugar de eso, nos dio vida, risas y una historia increíble para contar. Él nos cambió la vida. Es nuestro héroe, nuestro amor sin pedigree”, concluye Melany.