El abuelo de los Toyota es un viejito muy matón

Un Land Cruiser de 1957 fue el primero que llegó al país y tiene una larga e interesante historia

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La historia de Toyota en Costa Rica inició en 1957 cuando dos Land Cruiser, de ese año, llegaron al país en barco desde Japón.

Fue don Xavier Quirós, fundador de Purdy Motor, quien mandó a traer los chuzos, uno era para él y el otro para vender, pero al final hizo negocio con los dos.

En esta ocasión les vamos a contar la historia de uno de esos abuelitos de todos los Totoya, a quien encontraron de casualidad y ahora lo tienen como un rey. Tristemente el otro se perdió con el tiempo, nadie sabe dónde está. En alguna parte de los 51.100 kilómetros cuadrados de este país hay un Land Cruiser modelo 57, hermanillo de nuestro protagonista, pero Purdy Motor no lo ha encontrado.

Este abue es un FJ25, de esos que Japón comenzó a hacer para los hogares poco después de la Segunda Guerra Mundial, o sea, es un modelo de combate, pero adaptado para que la familia lo disfrutara, por eso incluso tuvo algunas extras muy voladas para la época.

En el mismísimo 1957, don Xavier, que en paz descanse, vendió los dos autos y les perdió la huella, porque en aquellos años trabajaba en lo que estudió, agronomía, y sus días los pasaba entre las bananeras de Guápiles, de hecho, el bretecito lo tenía en una finca justo donde hoy está la universidad EARTH.

Poco a poco, Quirós se metió en la venta de autos Toyota, fundó Purdy Motor y así se dedicó más a sus carros y menos a los bananos, hasta que dejó las fincas para siempre en 1959. Lo suyo fue vender automóviles y no buscarlos, por eso a los dos primeros abuelitos no tenía sentido seguirles la pista.

El amor los juntó

Don Javier Quirós, hijo de don Xavier, nos contó que fue el carro el que los encontró a ellos, se les interpuso en el camino como diciéndoles: 'Quiero volver a casa'.

“Mi hermano (Amadeo Quirós) y yo siempre hemos sido amantes de rodar carros por el bosque. Una vez en 1980, andábamos en una finca de café en Orosi y se nos pegó el carro en un barreal, cuando de repente nos pasó al frente el Land Cruiser que llevaba pegada atrás una carreta con leña. El carro y la carreta iban hasta el alma de leña e iba pura vida. Nosotros pegados en el barreal y ese carrito sin problemas.

“De inmediato, mi hermano y yo nos volvimos a ver, sabíamos que estábamos frente a un modelo muy antiguo, pero nada más. No nos pasó por la mente que fuese uno de los dos primeros. Hablamos con el señor que lo iba manejando, lo revisamos y se lo ofrecimos comprar, nos dijo que sí, que nos lo vendí a en 1.500 colones”, explica don Javier, para quien no fue nada fácil cerrar aquel negocio.

Los hermanos Quirós se devolvieron para la casa todos contentos con el auto que iban a comprar, sobre todo cuando confirmaron que era uno de los abuelitos que había traído su papá. Por eso le querían dar una sorpresa a don Xavier, pero todo se complicó.

Resulta que al dueño le pasaron el santo de que los interesados en comprar el vehículo eran los dueños de la Toyota por lo que el hombre, como buen tico, se avispó y decidió que sacaría más plata de esa venta.

Cuando los Quirós volvieron con el rojito y medio, nel pastel, el señor les dijo que ya valía ¢5.000, pero cuando volvieron con los cinco rojitos les dijo que valía diez mil, después que ¢15 mil. Para no cansarlos con el cuento, terminó pidiéndoles 20 mil colones.

“Jamás olvidaré que mi hermano y yo juntamos los ahorros, pero no le llegábamos a los 20 mil. Le pedimos a mamá (doña Marta) y ella nos dio todo lo que tenía y tampoco juntamos la plata, entonces tuvimos que arruinar la sorpresa, le dijimos a papá y él con gran sabiduría nos dijo: 'les voy a dar 25 mil colones porque, aunque les dijeron 20, cuando lleguen se los va a subir a 25'.

Dicho y hecho, aquel señor nos dijo que si lo queríamos lo vendía en ¢25 mil, entonces se los dimos y nos lo trajimos, ni le dimos tiempo de pensarlo”, comentó don Javier.

Fue tanta la carrera, que los hermanos Quirós se trajeron el Land Cruiser con todo y una carga de leña de café que tenía, no les importó ya que temían que el señor se arrepintiera.

Regalazo para el tata

Con mucho orgullo, los hermanillos llegaron a paseo Colón, donde todavía esta Purdy Motor. El tata salió y de una vez reconoció al viejo amigo, aquel que vino bien cuidadito en una caja de madera desde la propia fábrica japonesa. El destino los volvió a juntar sin estarse buscando.

Don Xavier comenzó la gran misión de restaurar el 57, como era un carro para trabajo estaba como jarro de loco, por eso había que tener paciencia, mandar a pedir los repuestos originales a Japón y esperar muchas semanas a que volvieran. Incluso, tuvieron que hacer aquí en tiquicia algunos repuestos. Los hermanos también se metieron en la remodelación.

“No nos dio tiempo la vida, no pudimos restaurarle el carro completamente a papá, se nos murió antes. No pudo verlo como cuando él lo trajo. Nosotros (los hijos) lo seguimos restaurando por amor a papá, era y es su auto, por eso no tiene precio, vale millones de millones de dólares sentimentalmente, siempre que lo veo me acuerdo de mi papá por eso es el carro más chineado de la compañía”, afirmó don Javier.

Viejito pero matón

No piense que este toyotica del 57, por ser un modelo tan viejito, está en mal estado y achantado, todo lo contrario. Hoy, con 60 años, es un carro que está puras tejas y con todas las ventajas que tenían la fabricación de autos japoneses de aquella época.

La lata es de verdad, dura y firme. Si usted se recuesta al abue, este ni lo siente, porque tiene una lata de capa gruesa y no como la de algunos carros de ahora que con solo volverlos a ver se arrugan.

El motor, suena que es una delicia. Eso sí, como es viejito hay que arrancarlo como era normal en 1957, se necesitaba la llave y la cigüeña. Había que darle vueltas a la palanca que se acomoda al frente para generar el golpe eléctrico que ocupa la batería de seis voltios y así, cuando se le mete llave, pueda encender. Una persona está con la llave y otra adelante le da vueltas a la palanca.

El chuzo está pura vida de luces, de llantas y tiene, aunque usted no lo crea, el Riteve al día.

Don Javier nos contó que el abuelito está tan bien que siempre lo llevan a desfiles de autos antiguos, el más reciente fue hace menos un mes en Pérez Zeledón, se fueron por Cambronero y el 57 se portó a las mil maravillas, llegó sin quejarse de nada.

El destino o el amor le devolvió a los Quirós este carro que vivirá sus años de jubilación como todo un rey.

Colección Toyota. Este domingo los toyoteros del país tendrán la oportunidad de observar y tomarle fotografías a la colección de autos Toyota que tiene la Purdy Motor, comenzando con el Land Cruiser de 1957 hasta llegar a un Lexus 2018 que vale una millonada de colones.

Esta colección de 30 autos, tiene a los primeros Corona que llegaron al país para ser patrullas y taxis, hasta el GT1 que rompió récords y ganó títulos en el autódromo La Guácima. No es una exhibición que Toyota tenga abierta o que muestre varias veces durante el año, así que aproveche y disfrútela.

Récord Mundial Guinness. Para celebrar sus 60 años en Costa Rica, la Purdy Motor intentará romper un Récord Guinness formando el logo elíptico de Toyota con autos de esa marca, en el Centro de Eventos Pedregal, en Belén. La actual marca la tienen los rusos quienes en el 2014 lo hicieron con 1.416 carros.

Entre las ocho de la mañana y la una de la tarde de este domingo, se espera ir acomodando los carros que buscan romper el récord mundial, el cual no será oficial hasta que los representantes de Guinness, que vendrán exclusivamente al país para este evento, observen una foto aérea donde el logo se vea perfecto.

La entrada y el parqueo es gratis para los que lleguen en su Toyota. Si alguien no tiene un carrito de esos y quiere ir, puede entrar gratis pero a pie.