José Dennis Fajardo salió del hospital una fría noche de diciembre del año pasado y parecía que no viviría mucho. O al menos eso decían algunos médicos.
A este agricultor, vecino de Curime de Nicoya, los familiares prácticamente le alistaron ropa para el velorio porque así lo sugirieron los médicos. Sin embargo, José desafió todos los pronósticos y ahora sonríe para contar su milagro.
En el 2015 este padre de una niña especial estaba con toda la pata. Aquel año hasta hizo la romería desde Nicoya hasta la basílica de los Ángeles, en Cartago. Nada menos que 228 kilómetros, pero iba movido por su fe.
Al año siguiente José se comenzó a sentir mal, sentía dolores y en enero del 2017 lo internaron en el hospital de Nicoya, donde pasó dos meses sin que los médicos pudieran decir qué padecía.
Sin respuestas
Con ese panorama tan desalentador lo pasaron al hospital México, donde estuvo internado nueve meses, desde marzo hasta diciembre del año pasado. En esa cama de hospital José sintió la muerte cerca y fue ahí donde se ganó el sobrenombre de Lázaro, en recuerdo del hombre al que, según la Biblia, Jesús devolvió de la muerte.
Luego de un montón de exámenes, incluidas biopsias, los doctores determinaron que padecía un linfoma de Hodgkin, un cáncer del tejido linfático que se encuentra en los ganglios linfáticos, el bazo, el hígado, la médula ósea y otros órganos. El diagnóstico ayudó poco porque cuanto más intentaban medicarlo, peor se ponía.
El 8 de agosto del 2017 lo operaron para quitarle el bazo. La herida se le infeccionó, duró once días con el estómago abierto. Le entraron bacterias en los pulmones, en los riñones, en la sangre; permaneció intubado dos meses para que sobreviviera y muchos de esos días prácticamente agonizó.
Finalmente le aplicaron quimioterapia. Le tocaban seis sesiones, pero a la cuarta los exámenes determinaron que el mal no estaba retrocediendo y los médicos optaron por un tratamiento más fuerte.
Pero ya para entonces José no daba más. De 75 kilos que pesaba había bajado a 35; estaba en el puro hueso. Ya no soportaba los dolores, los tratamientos, las inyecciones, las sondas y pasaba hirviendo en calentura. Una de tantas noches horribles en el hospital, el 16 de agosto, los doctores le dijeron a sus familiares que mejor alistaran todo para el funeral y que llegaran a despedirse porque José no amanecía. Siguió su lucha, pero no mejoraba,
El 7 de diciembre, con un fiebrón, prefirió ponerse en las manos de Dios y de la Virgen de los Ángeles porque pensó que ya la medicina había hecho todo lo posible.
“Prefería morir en paz en mi casa”, aseguró. Y se lo llevaron para que muriera cerca de la familia.
Dios actuó
Pero comenzó a actuar la mano del Altísimo. Al día siguiente, estando en la casa de su cuñado –en Paraíso de Cartago– la fiebre bajó y poco a poco comenzó a recuperarse. Así ha sido hasta hoy, que nuevamente tiene un peso normal de 67 kilos. Le hicieron un Tac y salió sin restos de cáncer y pronto tendrá que hacerse otro para reconfirmar ese diagnóstico.
Hoy se siente bien y está seguro de que lo que ocurrió en él fue un milagro. Por eso el domingo anterior visitó la basílica de los Ángeles vestido de san Rafael Arcángel.
“Gracias a Dios estoy con vida y por eso pago mi promesa por la intercesión tan grande de la Virgen. Solo me queda dar gracias. Le ofrecí que vendría vestido de san Rafael porque él curaba con los órganos del pescado y lo que yo experimenté fue medicina de Dios”, aseguró.
Su esposa, Nancy Vargas, está convencida de que su marido se salvó por la fe.
“Los milagros existen, puedo dar fe de ello. Hubo cadena de oración de amigos, familiares, sin importar la religión ni el credo, dentro y fuera del país. Los doctores dijeron que todas esas oraciones ayudaron a sanarlo. No hay otra explicación. Yo lo vi en esa cama de hospital, a punto de morir y hoy está aquí a mi lado. Por eso le dicen Lázaro”, cuenta la esposa.