La mascarera barveña Damaris González Barrantes, nacida y criada en el corazón de Barva, es un ejemplo vivo de cómo el arte en Costa Rica puede romper moldes y conservar tradiciones al mismo tiempo.
Desde niña, su vida ha girado en torno a las mascaradas que llenan de color, música y alegría las calles de su cantón. Lo que empezó como una curiosidad infantil se transformó en una vocación que hoy la consagra como la primera mujer mascarera del país.
Damaris, de 58 años, creció pared con pared con la Municipalidad de Barva, y recuerda con claridad cómo, a los 5 años, se subía sobre una tapia de adobe para ver a los payasos y gigantes prepararse para las fiestas del pueblo.
A los 11, fabricó su primera máscara: un viejillo hecho con papel periódico y goma. Sin saberlo, aquel momento marcaría el inicio de toda una vida dedicada a este arte popular.
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Amor que nació de la tradición
“Yo no tuve maestro, nadie me enseñó. Aprendí sola, con amor y con pasión”, cuenta, mientras sus manos siguen dando forma a una nueva creación en su taller “Mascaradas Los Mantudos”. Con voz serena, explica que todo surgió del amor por su pueblo y el deseo de mantener viva la tradición barveña.
En un oficio que por años fue considerado solo para hombres, ella se abrió camino sin miedo. “Al principio me veían de reojo, pero seguí adelante. Las mascaradas son parte de mi vida, de mi sangre”, dice con orgullo.
Con el tiempo, no solo perfeccionó su técnica, sino que empezó a enseñar a otros. Ha impartido talleres en su comunidad y en diferentes partes del país, transmitiendo el conocimiento que nació de la pura observación y el amor.
Gracias a su empeño, muchas personas, especialmente mujeres, se han animado a crear sus propias máscaras o a bailar con ellas durante las festividades.
Primera entre payasos y gigantes
Hace más de 30 años, Dama, como le dicen de cariño, rompió esquemas al ser la primera mujer en participar activamente en las mascaradas de Barva.
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En aquel entonces, era impensable ver a una mujer bailando un payaso o cargando a la giganta. Pero ella no solo lo hizo: también diseñó y construyó gigantes más livianos para que las mujeres y los niños pudieran disfrutarlos.
“Me preguntaba por qué solo los hombres podían bailar los gigantes, así que hice los míos y me los puse yo misma”, recuerda con una sonrisa. De hecho, fue la primera en crear gigantes para niños, inspirada en sus propios hijos. “Mi hijo tuvo su gigante a los tres años, y hoy tiene 32”, dice con gran satisfacción.
Su creatividad y empuje derribaron barreras y abrieron espacio para nuevas generaciones. Hoy, ver mujeres participando en las mascaradas de Barva es algo natural y, en gran parte, es gracias a Dama
Vida dedicada a su pueblo
A pesar de los golpes de la vida (como la pérdida de su esposo, Rigoberto Paniagua, hace 15 años), nunca dejó de crear.
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Muchos pensaban que las máscaras que hacía ella eran obra de su esposo, pero el tiempo dejó claro quién estaba detrás de cada detalle. “Hace poco alguien me dijo: ‘Vea todas las máscaras que hizo Rigo’, y yo por dentro me dije: ‘Esas las hice yo, con mis propias manos’”, cuenta entre risas.
Hoy, además de fabricar máscaras y gigantes, mantiene viva la tradición con su grupo Cimarrona y Mascarada Los Mantudos, y comparte su legado con nuevas generaciones. “Soy mascarera por amor y por pasión. Esta es mi vida. Si algún día se perdieran las mascaradas, sentiría que se me va una parte del alma”, confiesa.
Su historia llegó incluso a la pantalla grande: es la protagonista del documental “La Dama de las Mil Máscaras”, una producción de Arajo Films con el apoyo de Museo de Cultura Popular, la Universidad Nacional (UNA), el Ministerio de Cultura y Barvak Films. El director es Wainer Méndez.
Este documental se presentará en el Festival Nacional de la Mascarada que inicia el próximo viernes 14 de noviembre en Heredia y tendrá actividades hasta el domingo 16.
Una producción que rinde homenaje a su trayectoria y a su incansable lucha por mantener viva la identidad barveña. Se podrá disfrutar el documental el 14 de noviembre a las 6 de la tarde en el Centro Cultural Herediano Omar Dengo.
Legado de una mujer hecha tradición
Hoy, Damaris sigue siendo inspiración. Con cada máscara que crea y cada payaso que baila, demuestra que la tradición también puede tener rostro de mujer. Su historia es un recordatorio de que la pasión y el arte no tienen género, y que cuando se trabaja con el corazón, todo es posible.
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“Que sigan sus sueños y no se rindan”, aconseja a las nuevas generaciones. “Yo fui la primera, pero no quiero ser la última. Las mascaradas son del pueblo, son de todos”.






