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Esta es la historia de Mencha, la ovejita que se cree perrita

Al animalito solo le falta mover la cola y hacer guau guau

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Mencha es una preciosa ovejita de unos diez meses de edad que anda libre por los potreros de Paso Llano en San José de la Montaña, en el cantón de Barva en Heredia, y que poco le falta para ponerse a ladrar, ¡sí, así como lo lee!

Resulta que cuando la gente sube a disfrutar del paisaje de ese hermoso lugar, se la encuentran echada en la calle junto a otros perros, como si fuera un zagüate más y no una oveja. Es normal verla corriendo con los otros guaticos, por eso bien podemos decir que Mencha es una ‘perroveja’, que vive en ese lugar desde que tenía cinco meses.

Obviamente, el que la ve se detiene a admirarla y hasta a sacarle fotos. Los niños se vuelven locos cuando la ven.

El animal llegó de una finca cercana donde los primeros dueños no podían dejársela y una niña le pidió a la familia González Vega que la cuidarán sin maltrato alguno. Ellos aceptaron y están muy contentos.

Pero Mencha también está feliz de la vida pues no solo es aceptada por la familia (papá, mamá y dos hermanos) sino que los tres perritos (eran cuatro, pero acaba de morir uno) de la casa se apuntaron y andan para arriba y para abajo con ella, o más bien, la ovejita anda pa' arriba y pa' abajo con ellos.

Los primeros dueños le contaron a don Henry, el papá nuevo, que la ovejita es de una raza neozelandesa y de doble propósito (lana y carne). Consultamos a especialistas y dicen que puede ser un cruce.

Pero de que el animal goza de lo lindo en la libertad que le dan los potreros de Paso Llano es indiscutible.

Solo le falta mover la colita

Cuando visitamos a la familia salieron los perros ladrando y Mencha se quedó sombreada como en una esquina, pero poco a poco se fue acercando, hasta que uno pregunta: ‘¿cómo se llama?’, ‘Mencha’, responden. Entonces uno la llama y se acerca, como un perro, solo le falta mover la cola de alegría.

“Ya venía con nombre. Me la regalaron con la condición de que no le hiciéramos daño. Ellos son del lado de Río Frío (Sarapiquí), pero ahora viven en San José de la Montaña”, explicó Herny González, el actual dueño.

Dijo que cuando esa familia se trasladó al cantón de Barva, a trabajar en una finca, los dueños de la propiedad donde llegaron no los dejaron quedarse con el animalito y se vieron forzados a regalarla. “Aquí mi mujer y la chiquilla querían una y era la oportunidad”, dijo.

En todo caso, ellos son amantes de los animales, pues tienen tres perros, un conejo y un gato.

Fuimos testigos que Mencha juega con los perritos, corre con ellos, pero también se aparta y pastorea, como una más de su especie. Y los perros no la molestan.

“A las cinco de la mañana ella nos despierta a todos pidiendo comida. Le damos mezcla (concentrado) y luego come de la comida de los perros. Ella es tremenda, es un vacilón. Aquí es libre y feliz porque tiene mucho espacio y lo mejor es que es mansitica”, dijo el señor.

Mencha se deja tocar, se acuesta en el suelo, juega con los perros, pero hay una situación que los preocupa.

“Como anda pa’ arriba y pa’ abajo con los perros y ella es más grande, nos da miedo que en algún momento se quede pegada en una cerca por andar con ellos”, comentó González.

Como Tarzán

Lo que le pasa a Mencha se llama impregnación heteroespecífica y eso lo que ocurre con Tarzán en su famosa historia, según explica David Peiró, conductista animal.

“En edades tempranas, de no haber un proceso de socialización con los de su misma especie y sí con otra, es probable que adquiera conductas de la otra especie, como ocurría con Tarzán, que vivía con monos y se estaba haciendo un mono”, explicó.

Esos casos no son tan extraños que sucedan. Los perros y los gatos, por ejemplo, cuando son apartados de su madre y conviven con humanos se creen del grupo de la manada.

“Por supuesto que no van a conducir un carro, pero adquieren comportamientos de los humanos y comportamientos propios de la especie”, comentó.

Peiró no sabe si es peligroso que la ovejita conviva con los animales porque desconoce el entorno, cómo viven o cómo los tratan. Dijo que el comportamiento animal es impredecible.

“Puede ser que los perros la ataquen como parte de la manada, puede ser que nunca llegue a ocurrir. Depende de la socialización”, dijo.

Como ejemplo, dijo que cuando un humano entra a la jaula de un tigre y este no hace nada es porque ha convivido con gente. Sin embargo, han habido accidentes.

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Franklin Arroyo

Franklin Arroyo

Periodista egresado de la Universidad Federada. Integra el equipo de Nuestro Tema de La Teja. Trabajó en el Periódico Al Día, corresponsal del diaro Marca para Centroamérica y editor de la revista TYT del Grupo Eka.

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