Nacional

FANAL perfumaba San José con olor a guaro y a dulce de tapa

A los presidentes y a sus trabajadores les llegaba el olor de primero

EscucharEscuchar
En estos estañones repartía la Fanal los diferentes tipos de guaro que producía. Foto de la colección de doña Carmen Odio González. (colección de doña Carmen Odio Gonzalez, nieta de don Mario Gonzalez Feo, administrador de la Fanal en los años 40s)

Cuando la Fábrica Nacional de Licores estaba en lo que es hoy el Centro Nacional de la Cultura, en el corazón de San José, esa parte de la ciudad olía todo el tiempo a dulce y al guarito que producía.

Era quizás la zona más perfumada de Chepe.

La Fanal funcionó allí desde 1853 hasta 1981, es decir, durante 121 años, hasta que se pasó a las instalaciones actuales en Grecia, Alajuela.

Eran otros tiempos. La Fanal era una compañía saludable, muy distinta a hoy, que acumula deudas por ¢63 mil millones nacidas, principalmente, de malas administraciones que han chupado los mejores años de esta empresa estatal que produce el popular cuatro plumas desde 1980.

Hasta 1948, la fábrica premió a empleados de confianza dándoles la concesión de algunas de las agencias que tenían en las provincias para que vendieran licor. Ahí las cosas todavían andaban bien.

El actual ministro de Hacienda, Rodrigo Chaves, propuso este lunes dos opciones para salvar la Fanal: una es concesionándola, es decir, ponerla por un tiempo en manos de alguna empresa privada; la otra es venderla.

Según dice Ronald Castro, investigador de la historia costarricense, el olor que salía de la fábrica capitalina se esparcía fácilmente por la zona.

Esos olores salían cuando la planta empezaba a procesar la tapa de dulce y la caña de azúcar que luego llegarían a los vasos de los tomadores junto a sus inseparables sal y limón.

Lo que hoy es el Cenac fue durante 121 años la Fábrica Nacional de Licores. Foto de la colección de doña Carmen Odio González. (colección de doña Carmen Odio Gonzalez, nieta de don Mario Gonzalez Feo, administrador de la Fanal en los años 40s.)

Cuando los carros eran un sueño, en lo que hoy es el parque España se estacionaron durante años y años las carretas de bueyes que transportaban esos ingredientes, que provenían de trapiches y de cañales.

Los presidentes de la República y quienes trabajaron con ellos en la vieja Casa Presidencial (en la esquina donde está ahora el Registro Civil) sí sintieron a diario el olorcito dulzón entre 1922 y 1981.

Don Miguel Ángel Rodríguez, presidente de Costa Rica entre 1998 y 2002, lo recuerda bien. Él lo percibió cuando fue ministro de Planificación durante la administración de José Joaquín Trejos Fernández, entre 1966 y 1970.

“El olor se metía a mi oficina, olía más bien como a las mieles con las que se hacía el alcohol, era bastante fuerte, pero no era penetrante ni provocaba dolores de cabeza”, comentó don Miguel.

“Viví con ese olor durante muchos años porque de niño mi casa estaba por donde está el hospital Calderón Guardia, iba a clases a la Escuela Metálica, entonces para mí era normal sentirlo”, recordó riendo el exmandatario de 80 años.

Sobre los rumores que decían que los presidentes regalaban botellas de guaro a sus trabajadores, Rodríguez aseguró que él nunca vio algo así durante el tiempo que trabajó en la antigua sede de la Presidencia.

Se abrían las boquillas

Don Juan Benavides, de 78 años, fue uno de los trapicheros que iba por lo menos dos veces a la semana a la Fanal de San José a dejar caña de azúcar.

Recuerda que cuando era un jovenazo de 25 años llegaba todos los lunes y jueves con tres ayudantes, cuatro carretas y ocho bueyes a dejar este producto que cosechaba su familia en una finca de Puriscal.

“El olor era bien rico, dependiendo de la hora a veces olía más a dulce que a guaro y a veces más a guaro que a dulce. Me acuerdo que más de una vez iba con mis ayudantes y con otros trapicheros a tomarnos unos tragos porque ese olor nos abría las boquillas”, comentó.

“Algunas veces la gente de la fábrica nos regalaba dos botellitas, al principio eran de una cuarta, no como ahora que son grandes (de un litro). Nos reuníamos en el parque España y nos pegábamos una jumas terribles y así teníamos que devolvernos a las casas. Había gente que llegaba de Cartago y de San Ramón de Alajuela a punta de bueyes y se devolvían como abejones de mayo”, añadió.

De experiencias como esas nació el popular dicho de “montarse en la carreta”,. Luego de meterse unos buenos mecatazos, los boyeros subían borrachos a estos vehículos y dejaban que los bueyes los llevaran.

El historiador Ronald Castro explicó que debido a ello en la década de los 50 del siglo pasado se creó una ley que multaba a los boyeros a los que sorprendieran tamarindeados en la carreta.

“No se puede decir que fue por la Fanal que se creó esa ley, pero en cierta parte ayudó porque producían mucho licor que, debido a su fácil acceso, hacía que más gente tuviera la oportunidad de consumirlo”, detalló.

Para don Juan una posible venta de la Fanal significará quitarle una parte de la identidad al costarricense.

Para que se venda o se ponga en manos de una empresa privada se deberá crear un proyecto de ley y serían los diputados quienes decidirían su futuro.

En las cercanías de la escuela Metálica y en el parque España los boyeros hacían fila para entregar la tapa de dulce y la caña de azúcar en la Fanal. Foto: Cortesía. (Cortesía)

En beneficio de la transparencia y para evitar distorsiones del debate público por medios informáticos o aprovechando el anonimato, la sección de comentarios está reservada para nuestros suscriptores para comentar sobre el contenido de los artículos, no sobre los autores. El nombre completo y número de cédula del suscriptor aparecerá automáticamente con el comentario.