En una casa de Calle Blancos hay un miembro de la familia que no habla, pero dice muchísimo. Se llama Maximiliano, aunque todos lo conocen como Max, y es un chow chow que llegó hace casi tres años para cambiarlo todo a punta de amor y rigor.
Hazel Zúñiga, su mamá humana, todavía recuerda el día en que apareció en su vida como un regalo inesperado de un familiar.
“Siempre quise un perrito, pero en mi casa mi mamá nunca nos dejó tener uno. Esta es la primera vez que tengo una mascota y llegó en un momento muy bonito de mi vida, podría decir que cuando más lo íbamos a necesitar”, nos contó la mamita.
Dos grandes travesuras
Max llegó desde Pérez Zeledón y apenas tenía cuatro meses cuando todo su peludito cuerpo se pasó a vivir a San José.
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Desde el inicio dejó claro que no sería un perro cualquiera. “Al principio fue de locos. Yo era mamá perruna primeriza, no sabía nada de la raza, pero nada de nada. No sabía que era tan territorial y tan leal con su familia al mismo tiempo. Me tocó ir aprendiendo e ir dando mis primeros pasos como mamá”, dice.
Una de las primeras travesuras casi termina en tragedia. “A los tres días de tenerlo, íbamos para una cita de control al veterinario y, en media pista rumbo a Cartago, logró bajar la ventana del carro, no sabemos ni cómo y se tiró. Fue un susto enorme parar el carro así… fue un milagro que los carros frenaran, no lo atropellaran y que pudiéramos recogerlo”, recordó con gran susto.
El golpe no fue grave, pero Max pasó dos noches internado en observación. No sería la última vez. “Otra vez se comió varias pastillas para el corazón de mi papá (don Marco Tulio), que se le cayeron. Abrió una caja y cuando nos dimos cuenta ya se las había tragado.
“Otra vez salimos corriendo al veterinario para que le lavaran la pancita. Por dicha, otra vez, no le pasó nada y se recuperó perfectamente”, contó.
Ya maduró
Hoy, a punto de cumplir tres años en febrero, Max es otro perro. “Ha madurado muchísimo. Ya no es tan travieso, es calmadito, pero sigue siendo territorial. No le gusta que se le acerquen mucho, ladra fuerte si llegan visitas que no vienen seguido, hay que meterlo al cuarto”, explicó.
Su apariencia engaña. “Se ve como un osito tierno, pero no deja que lo toquen. Es superprotector conmigo, mi cuarto es su cuarto y no permite que nadie entre cuando estamos los dos. Si alguien entra, los saca a ladridos”, reconoce con resignación de que Max es quien manda en ese cuarto.
El nieto preferido
En la casa también vive Alice Gutiérrez, la abuela humana de Max y mamá de Hazel, quien terminó rendida a los pies de esa pelotica de pelos. Hay que recordar que doña Alice jamás quiso perros cuando su hija era pequeñita.
“Mi mamá nunca quiso perros, jamás, pero fue verlo por primera vez y se enamoró de pies a cabeza. Se convirtió en su nieto favorito, lo chinea, le compra juguetes, lo saca a pasear, lo defiende. Ahora no vive sin Max”, contó entre risas.
La presencia de Max fue clave tras la muerte de don Marco Tulio. “Él también quería mucho a papi y sí sintió su partida. Max nos ha ayudado a sobrellevar el luto. Cuando me ve triste, se arrima, busca darme cariño, alegría, igual lo hace con mamá”, confesó.
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Aunque es hijo único y no aceptó convivir con cachorros, Max disfruta de cosas simples: el campo, la compañía y, sobre todo, el jamón y el pollo. En Navidad se porta como un santo y, aunque los truenos lo ponen nervioso, se tranquiliza rápido cuando siente a su familia cerca.
Cuidados para un chow chow
Los chow chow ocupan atenciones especiales. Por su abundante pelaje, es fundamental cepillarlos varias veces por semana para evitar nudos y problemas en la piel, además de mantenerlos limpios y bien secos, sobre todo en época lluviosa.
En cuanto a salud, es importante llevarlos constantemente al veterinario, vigilar sus articulaciones y cuidar su peso, ya que pueden ser muy sedentarios y eso les provoca subir kilos de más. La alimentación debe ser balanceada, con proteínas de buena calidad y evitando excesos de comida humana, aunque uno que otro chineo de vez en cuando no está prohibido.
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También es clave respetar su carácter: son perros leales, protectores y reservados, que no disfrutan el contacto con extraños. Una crianza con límites claros, socialización temprana y mucho amor hace la diferencia para tener un chow chow equilibrado y feliz.





