En Moravia, el espíritu de la Navidad nunca se apaga. Ahí, encontramos un hospital de pasitos navideños, Reyesa, de los hermanos Gilberto y William Porras quienes mantienen viva una de las tradiciones más queridas por los ticos: los pasitos navideños.
El local, con más de 45 años de existencia, es un refugio para todo aquel que se niega a dejar morir los recuerdos familiares de sus portalitos.
Don William, con una camisa manchada de pintura y su voz llena de orgullo, dice que el taller comenzó con su hermano Gilberto, quien hacía todo tipo de adornos de yeso.
“Mi hermano hacía nigüentas, chanchos, conejos… pero llegaron los chinos y se pasearon en todos esos tallercitos”, cuenta este artista, mientras revisa una figura del Niño Dios con la cabeza quebrada. “Nosotros seguimos con los pasitos y la restauración, eso no lo dejamos morir”.
El hospital de los pasitos
El hospital de estos hermanos no cierra, ni en marzo, ni en julio, pasa atendiendo “pacientes” todo el año.
“Nosotros hacemos pasitos todo el año”, cuenta don William, con una sonrisa. “Los secamos a lo natural, no al horno, para que el yeso quede duro y sólido. En horno tiende a pulverizarse mucho el yeso”, asegura.
A partir de agosto, el hospital tiene que abrir su sala de emergencias porque comienza a llenarse de niñitos sin cabeza, reyes magos partidos a la mitad, un san José sin una pierna y hasta pastores con brazos rotos. La gente los lleva para que don William y su hermano les devuelvan la vida, el color y los dejen como nuevos.
“He tenido pasitos con más de 80 años, que han pasado de generación en generación en un hogar y de aquí salen bien saludables. Llegan muy dañaditos, pero los pasamos a cuidados intensivos y salen sanitos”, dice con humor.
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El secreto del éxito de los Porras está en la paciencia, el detalle y el amor que le ponen a cada paciente.
Cada pieza recibe dos baños de resina de vidrio, lo que fortalece el yeso y evita que se descarapele. “Una restauración puede durar entre ocho y diez días. Esto es artesanal, no de fábrica. Nuestra lista de espera es bien pequeñita”, comenta con orgullo.
Con historia y corazón tico
En su taller se respira historia. Algunos clientes llegan con nacimientos heredados de sus abuelos, otros con figuras que se usaron en rezos del Niño hace décadas. Lo importante, dice el artesano, es que nadie bote su pasito solo porque tiene una, dos, tres o cuatro piezas quebradas.
“La gente me dice: ‘ya lo iba a botar’, pero no, eso se restaura. Lo que hay que hacer es cuidarlo bien. Guardarlo con cariño, envolverlo en bolsas plásticas y papel blanco, lejos de la humedad. El enemigo número uno del pasito es la humedad”, explica con la experiencia de quien lleva casi medio siglo cuidando nacimientos.
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El taller también ofrece pasitos nuevos, pintados con los colores que el cliente quiera. “Este año la gente está comprando más pasitos grandes, de 35 centímetros a medio metro. El pequeño se vende más en diciembre y son para regalos, pero para la casa o una empresa, prefieren los grandes”, dice.
Cada juego puede traer hasta 13 piezas, y si se pierde alguna, este hospital de los pasitos la hace de nuevo. “Si tengo el molde, se la hago igual. Si no, la hacemos parecida. Las piezas que más se pierden son las ovejas, esas se venden muchísimo”, cuenta riendo.
Herencia con amor
El taller “Reyesa” es un negocio familiar, pero más que eso, es un legado artesanal y cultural. “A mí me compran pasitos todo el año. Hay gente que se los lleva hasta a otros países”, dice don William.
Además de nacimientos, restauran imágenes religiosas de todo tamaño y material: yeso, resina, cemento, cerámica o fibra.
“Si se le partió a la mitad o en cien pedazos, la restauramos igual. Lo único que ya no trabajamos es porcelana, porque necesita horno especial”, advierte.
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El trabajo en el hospi es detallado y respeto por las tradiciones. “Se trabaja con cariño, no es solo pintar. Cada figura tiene una historia, una familia detrás. A veces me traen una virgen o un niñito que estuvo en el rezo de la abuela, y cuando lo ven restaurado, la gente hasta se emociona”, dice William.
El taller abre de 9 a. m. a 5 p. m., y quienes quieran restaurar o encargar un pasito completamente nuevo pueden llamar al 8877-5415.
“Aquí lo que queremos es que la gente siga poniendo su pasito, que no se pierda una de las más lindas tradiciones que tenemos en Costa Rica”, concluye don William, con una sonrisa que huele a Navidad.
