En el barrio Jesús de Santa Bárbara de Heredia todavía hay vacas pastando y aire limpio. Allí vive Jade Fernández Caicedo, una niña de apenas 9 años que logró desarrollar un experimento que permite cargar un celular con la energía de una planta viva.
La estudiante de cuarto grado de la Escuela Juan Mora Fernández no solo es amante de la naturaleza, sino que ya sueña con trabajar en la NASA y descubrir un nuevo elemento de la tabla periódica.
“Soy superfán de Madame Curie (Marie Curie, física y química de Polonia quien fue pionera con la radioactividad)”, dice con timidez, pero con la seguridad de quien sabe que sus sueños tienen raíces firmes.
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Ciencia en el corazón
Jade tiene Trastorno por Déficit de Atención (TDA) y aunque estudiar en el sistema tradicional a veces le cuesta, ha encontrado en la ciencia un mundo donde todo tiene sentido y colores.
Desde primer grado presentó proyectos de paneles solares y torres eólicas y el año pasado ganó el primer lugar latinoamericano en el Desafío STEM de Science Bits con su proyecto de energía biofotovoltaica.
La idea se le ocurrió investigando sola en internet. Leyó tesis universitarias de México, Perú y España, entendió el proceso y lo llevó a la práctica. El resultado: una forma innovadora de aprovechar la energía natural para cargar un celular.
Guardiana de la naturaleza
Su compromiso con el planeta la llevó a ganar el concurso Guardianes de la Naturaleza y convertirse en embajadora del programa.
Colabora con la Municipalidad de Santa Bárbara impartiendo charlas sobre compostaje y reciclaje en escuelas y ha sido presentadora en el Festival de las Artes de su comunidad.
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También es parte del programa de Niñas Supercientíficas del TEC desde hace casi dos años, y este año tendrá uno de los escenarios más importantes de su vida: el TEDxPuraVidaNiñez 2025.
Ser inspiración
El miércoles 27 de agosto, Jade estará entre los nueve expositores del TEDxPuraVidaNiñez, que se realizará en el Teatro Auditorio Nacional del Museo de los Niños.
Participarán niños de entre 7 y 13 años con ideas para cambiar el mundo, en áreas como activismo ambiental, equidad de género, salud mental y liderazgo.
“El año pasado fui como público y al final busqué a los organizadores para decirles que yo tenía que estar ahí. Me emociona mucho porque es una gran ventana para que más niñas estudien carreras científicas”, afirma.
Mente inquieta
Cuando no está preparando charlas o haciendo experimentos, Jade programa videojuegos con temática científica y lee sobre inventores como Nikola Tesla, uno de sus favoritos por su sueño de llevar energía gratuita al mundo.
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Entre sus gustos más sencillos están el puré de papa y el fresco de cas, que disfruta mientras piensa en nuevos experimentos.
Soñar en grande
Jade es prueba de que los grandes cambios pueden comenzar en un pequeño rincón rural de Costa Rica.
Su proyecto para cargar un celular con energía de una planta no es solo un experimento; es un símbolo de lo que se puede lograr cuando la curiosidad, la disciplina y el amor por la naturaleza se unen.
“Mañana el mundo puede ser mejor si empezamos hoy”, dice. Y en su caso, ese mañana ya empezó.
Azulina
Con Jade las cosas nunca se quedan quediticas, ella aprende día con día e inventa proyectos, también, cada 24 horas, por ejemplo, ya escribió y publicó un cuento, se llama Azulina, y fue su forma de contarle al mundo cómo es una niña con TDA.
El Trastorno por Déficit de Atención (TDA) la ciencia lo explica como un la dificultad para mantener la atención, completar tareas, seguir instrucciones y organizar actividades en niños.
Azulina dice: “Érase una vez una niña que tenía el pelo y los ojos de color azul. Su nombre era Azulina y vivía en una ciudad gris y aburrida.
“Azulina era una niña muy curiosa, creativa y divertida, que amaba la ciencia, pero también muy inquieta, impulsiva y distraída. Le costaba mucho estar quieta, prestar atención y hacer las tareas que le mandaban en la escuela”.
Jade en su cuento explica que, incluso, llegó a sufrir bullying por su TDA, pero pudo comprobar que no estaba enferma y así se lo explicó un doctor.
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“Azulina se quedó pensativa. Le gustó saber que tenía un nombre lo que le pasaba, que no era una enfermedad que había otros niños como ella en el mundo, que no era la única. Le gustó saber que tenía cosas buenas, que era inteligente, imaginativa, original, divertida”.
El cuento tiene un final muy feliz: “Poco a poco, fue siendo más feliz y haciendo más feliz a los que la rodeaban. Y así fue como Azulina dejó de ser una niña azul, para ser una niña de mil colores”.