En La Fortuna de San Carlos, entre los suspiros del volcán y las gotas de rocío que despiertan a los cafetales, hay un pequeño paraíso donde 18 niños crecen rodeados de amor.
Se trata del Hogarcito San Juan Bosco, un albergue que atiende 24/7 a chiquitos que fueron separados de sus familias por el PANI debido a distintas situaciones y que ahora son cuidados por un grupo de mujeres que no tienen capa, pero sí un corazón gigante: Las tías.
El hogarcito abrió sus puertas el 8 de octubre de 1999. Nosotros conocimos esta historia gracias a la familia amiga de Radio Santa Clara y hoy se la contamos en el inicio de nuestra “novena” de cara a la fiesta de la Virgen de Los Ángeles.
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Cada 2 de agosto, desde hace 4 años, estas tías se ponen tenis, fe, devoción, una tonelada de amor mariano y camisetas con la imagen de la Negrita para caminar 15 kilómetros en romería hasta el Santuario Mariano Diocesano en Los Ángeles de La Fortuna.
Pero ellas no van solas. Llevan en el alma cada petición escrita por los chiquitos, que no pueden hacer la romería, pero que les confían sus sueños en papelitos sin nombre, para que lleguen directo a los pies de una imagen de la patrona de Costa Rica.
Fe que se enseña
“Los niños crecen aquí en un ambiente católico. Les enseñamos quién es la Virgen, qué es una romería, y aunque ellos no van, sienten que van con nosotras. Siempre les avisamos, y cuando llegamos al santuario, hacemos videollamada para que vean que sus promesas están ahí, donde tienen que estar”, cuenta Yerlin Noguera García, una de las tías romeras.
En el hogarcito hay 13 tías, pero cada año son al menos cinco las que hacen el recorrido en representación de todas.
Se organizan para que unas trabajen de 6 a.m. a 2 p.m., y así salir a la caminata a las 2 en punto, mientras otras cubren la tarde y la noche con los niños.
“Todo se hace por ellos. Es lo mínimo que podemos hacer por esas vidas que nos fueron confiadas”, dice con humildad Roxana Jiménez Castillo, quien ha estado en todas las romerías desde el primer año.
Promesas cumplidas
Las tías no solo cargan oraciones ajenas. También llevan las propias. Algunas piden por su familia, por salud o por fuerza para seguir. Pero lo que más piden, todas por igual, es que cada niño encuentre su lugar en el mundo: ya sea volviendo a su hogar o siendo adoptado por una nueva familia que los ame como ellos merecen.
“Sí hemos visto milagros”, dice Roxana con voz emocionada. “Ha habido niños que regresan con sus familias y otros que por fin son adoptados. Eso solo la Virgencita lo puede lograr.
Ella nos ha escuchado, lo ha vivido. El año pasado, cuenta con los ojos brillosos, cuatro de esos milagros se hicieron realidad, cuatro pequeñitos encontraron un hogar.
Altar de esperanza
Antes de salir a la romería, ese mismo 2 de agosto, las tías hacen un pequeño altar con los chiquitos dentro del hogar. Ahí rezan juntos, les explican a dónde van y por qué.
“Los niños se emocionan, nos abrazan, se despiden como si fuéramos a otro país. Y cuando los llamamos desde la iglesia, celebran, gritan, se alegran, porque saben que la Negrita tiene sus papelitos”, relata Yerlin con ternura.
Los niños del hogar tienen entre meses de nacidos y 10 años. Van a escuela pública y en la casa tienen refuerzo educativo con una maestra que les ayuda si están flojitos en alguna materia.
Lo más importante, aseguran las tías, es enseñarles valores, fe, amor y esperanza. “El cariño por la Virgencita ya lo tienen, porque lo han aprendido de nosotras”, dice Roxana.
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Colabore
El Hogarcito San Juan Bosco lleva más de 10 años siendo un refugio lleno de amor. Para continuar con su labor, necesitan de la ayuda de todos: alimentos no perecederos, ropa, pañales y artículos de limpieza, pañales, leche de fórmula y apoyo económico. Quien desee colaborar también puede llamar o hacer un SINPE Móvil al 6263-4892.
Las tías no paran, y si Dios les da salud, ya están listas para volver a caminar el 2 de agosto.
Con el corazón lleno de fe y un bolsito cargada de papelitos, ellas son prueba viva de que la romería no solo se hace con los pies, sino con el alma.
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Porque cuando se camina por fe y amor, se camina con el cielo entero a favor.