En un lugar de La Mancha, España, la costarricense Elizabeth Badilla Segura abrió un restaurante de comida mexicana al cual le está yendo muy bien, a tal punto que en los primeros cinco meses pudo pagar hasta el último cinco de las deudas económicas en las que se metió para abrir su negocito.
Cuando pagó el último colón de la platica que pidió para abrir el restaurante “La Llorona”, dedicado a la cantante costarricense Chavela Vargas (ya fallecida), comenzó a recordar los momentos tan duros que vivió en Costa Rica.
Nació y se crio en el precario Rossiter Carballo, en La Uruca (creado en 1993).
Su vida está llena de triunfos, sacrificios, mucho trabajo y, lo que ella considera sus grandes salvadoras, las instituciones públicas, que le echaron el hombro cuando más lo necesitaba, como el Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS) y el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA) de donde, dice con orgullo, sacó una maestría en cocina.
Ahora que su restaurante camina solito y le va bien, no olvida cuando fue pela papas y lavaplatos en la soda La Gaviota, en el mercado Borbón de San José.
Tampoco que se graduó de la Escuela Las Brisas del Virilla, en el Rossiter Carballo. Estuvo en el Colegio Julio Fonseca en La Peregrina (La Uruca).
Estando en quinto año de colegio se embarazó y eso le complicó todo, también significó una inyección de motivación.
Con su hijo recién nacido, por cuestiones de la vida, sí le tocó vivir un tiempo en el lado donde hay precario puro, en la Rossiter. Fueron días duros.
LEA MÁS: Desamparadeños triunfan en el “Campeonato Mundial de Chile Picante”
“Viviendo ya en el precario fue cuando comprendí que yo tenía que salir de ahí. No quería precario para mi hijo, no lo quería creciendo en la Rossiter. Decidí luchar, crecer, avanzar. Es duro, muy duro, pero no podía dejar que la mentalidad de precario me ganara.
“Muchas veces las personas que vivimos en un precario nos resignamos, nos convencemos de que eso es lo que nos toca en la vida y, lo peor, nos acostumbramos a que las instituciones del gobierno nos ayuden. Imagínese que yo estoy metida en un proyecto de vivienda desde el 2011 y todavía no han asignado las casas. Si uno se queda esperando el precario, sí te convence de que eso es lo tuyo”, comenta Elizabeth desde Alcázar de San Juan, en la provincia de Ciudad Real, en la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha.
Se la jugó
En el 2010 hubo un terraplen en la Rossiter y parte de su casa se perdió.
“El IMAS me ayudó con un subsidio para alquilar una casa porque yo no era prioridad para un bono de vivienda. Me la jugué el todo por el todo. No alquilé una casa, me fui a vivir arrimada donde mi mamá y agarré toda la plata del IMAS y entré a la universidad a estudiar para chef (en la universidad Latina) y luché por entrar al INA a estudiar también para chef, ahí saqué una maestría.
“El INA es una tremenda institución, enseñan demasiado bien, además, aquí en España no he tenido la necesidad de convalidar mis títulos, porque los aceptan, no ve que el INA es superreconocido. Aprendí con el INA a emprender, sobre todo, a nunca bajar los brazos”, asegura la tica.
LEA MÁS: Vea la espeluznante imagen de un fantasma que captó uno de nuestros fotógrafos
Y vaya que aprendió bien. Antes de tener a su hijo trabajó en todo lo que podía, siempre ligada a la cocina, que es lo suyo.
En noviembre del 2019 abrió una marisquería en Desamparados, pero la pandemia del covid-19 la obligó a cerrarla.
En el 2021 viajó a España en busca de un mejor futuro para ella y su hijo. Se decidió por Europa porque ya estaban muy abiertos tras lo fuerte de la pandemia y en Tiquicia todavía el sector turismo y gastronómico no calentaba.
Bien pulseadora
Sin pensarlo dos veces abrió un restaurante de comida tica en Madrid, eso sí, antes, recién llegada le tocó trabajar cuidando adultos mayores, hasta que le dieron su permiso para vivir en España.
“El 12 de diciembre del 2022 abrí el restaurante tico en Madrid. Me iba bien, los nicaragüenses me compraban vigorón, empanadas, tortillas palmeadas, pero quería irme de la zona, no era muy bonita, por eso busqué y busqué locales, pero nada, todo muy caro.
“Buscando local me di cuenta que fuera de Madrid los locales eran más baratos, eso sí, la comida tica no era conocida, por eso aposté por un restaurante mexicano. Le puse La Llorona en honor a Chavela Vargas, eso sí, tengo platos ticos en el menú”, asegura la chef tica.
El 31 de octubre del año pasado abrí en Alcázar de San Juan, es la cuna de Miguel de Cervantes, el papá de El Quijote.
“Me va bien, no me quejo. El restaurante va creciendo poco a poco. Cumplí 7 meses y en los primeros 5 me alcanzó para pagar todas las deudas que tenía y que fueron para abrir La Llorona.
LEA MÁS: Un cartaginés lucha por salvar un cementerio colonial donde hay más de mil personas enterradas
“Vendo empanadas arregladas, gallopinto, olla de carne, ceviche a la tica. Cuando pagué las deudas también recordé que decidí levantarme para salir de un precario. Estoy intentando triunfar y ahí voy, paso a paso. Espero triunfar en un país que no es el mío.
“En Costa Rica no pude. Cocinar lo amo, me apasiona, me relaja. La cocina me enseña todos los días que vine a este mundo por algo más que a vivir en un precario, vine a triunfar”, dice con orgullo ésta tica que se inspiró en el amor por la cocina que le heredó doña Beatriz Segura, la mamá y por el amor que le genera Gerardo, su hijo de 15 años.