Desde que se anunciaron, las jornadas 4x3 han dado muchísimo de qué hablar en el país. Algunos comentarios son para bien, otros son para mal.
A raíz de que este pasado jueves 26 de junio, los diputados aprobaron votar por la vía rápida el proyecto de ley que permitiría la aplicación de esta nueva modalidad en en el país, en La Teja conversamos con dos personas que conocen muy bien este tipo de jornadas, ya que han trabajado con ellas, para que nos contaran el teje y maneje de esta modalidad.
Pero antes, a modo de contexto, lo que esta iniciativa propone son jornadas diurnas de 12 horas, cuatro días a la semana, con tres días libres, mientras que las jornadas nocturnas, también serían de 12 horas, pero durante tres días y con cuatro días libres.
Con eso entendido, ¿cómo es trabajar bajo esta modalidad?
Tracy Guevara tiene experiencia, ya que trabajó así por tres meses y, según nos contó, fue más que suficiente para saber que no eran para ella.
“Yo tenía un trabajo mayormente de oficina, entonces pasaba la mayoría de tiempo sentada frente a la computadora y con aire acondicionado, lo que lo hacía un poco más llevadero, pero, aún así era demasiado cansado”.
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“Entraba a las 7:00 A.M y salía a las 7:00 P.M, eso sin mencionar las dos horas de transporte en la mañana y en la noche. De hecho, algo que se dificultaba mucho era el tema del transporte, porque obviamente la frecuencia de los buses disminuye y hay demasiada inseguridad, entonces uno es más propenso a que le pase algo”, relató.
Si bien ella tenía la ventaja de poder sentarse a lo largo de esas 12 horas, sus compañeros que trabajaban en planta no, y ella vio cosas que le paran los pelos a cualquiera.
“No se les pagaban extras, entonces dejaban de percibir un montón de dinero. En teoría, si uno va a trabajar doce horas, empieza a las siete de la mañana, pero no, ellos a veces se empezaban en la noche y no se les reconocía ese horario nocturno”.
Le preguntamos si los horarios eran opcionales y la respuesta nos paró la peluca.
“No había contratos, entonces no había nada escrito y, por ende, no había nada que hacer.
“Entonces, no es como que le decían a uno: ‘si no lo acepta lo vamos a despedir’, pero, realmente sí lo hacían. El patrón decía: ‘le puedo dar este trabajo y ese es el horario y ya’, y si uno no lo quiere, van a buscar a alguien que sí”.
En su caso específico, nos contó que pasar tantas horas frente a la computadora le hizo pedazos la espalda, le dolían las manos y se sentía abrumada de pasar encerrada, le costaba dormir y pasaba muy ansiosa.
“No tiene sentido sacrificarse cuatro días para vivir tres”, dijo muy claro.
“Uno sale a las siete de la noche y mentira que hay tiempo para hacer algún trámite, para estudiar, para pasar tiempo con la familia. Entonces sí, queda un día para, en teoría, hacer lo que uno quiera, pero en realidad se usa para hacer todos los pendientes que no hizo durante la semana
Martirio
En el caso de Fernando, quien prefirió no dar su nombre para evitarse problemas, hace 15 años trabajó bajo esta modalidad por obligación de su jefe.
Según nos contó, en esa época sus jornadas eran: lunes, martes y miércoles de 6:00 a.m. a 6:00 p.m. una semana. La otra semana, trabajaba lunes, martes, miércoles y jueves, también de seis a seis.
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“Sí era muy cansado trabajar 12 horas, llegar a la casa e irse a dormir”, dijo antes de explicar que, como estaba soltero y le sobraba el tiempo, no le molestaba tanto ese horario, pero una vez que se juntó, sintió el ácido.
Según dijo, casi no podía ver a su pareja y, en ocasiones, pasaban días sin verse.
“A veces iba para el trabajo en la noche y nos topábamos en la parada de bus y nos saludábamos. Pero, a veces pasaban tres días que no nos veíamos del todo”, lamentó.
Conclusión
Ahora, la pregunta del millón es: ¿recomendarían estas jornadas a las personas que tengan la opción de aceptarlas?
En el caso de Fernando, le hizo la cruz a este horario, en especial ahora que es padre de familia y prefiere darle prioridad a su familia y a su vida, que a su trabajo.
“Pero, si se trata de una persona que tiene el tiempo y la disposición, soltera y sin hijos, podría intentarlo”, aceptó.
Tracy no le tiene tanta fe.
“No, no lo recomiendo. Al menos yo, en ese tiempo estaba estudiando y trabajando y, era insostenible”, sentenció Tracy.
“O sea, yo no tenía responsabilidades, no tenía una familia por la cual velar, no tenía que cuidar hijos, solo estudiar y trabajar y, aún así, terminaba agotada.
“Entonces no, no me imagino la realidad de la mayoría de las familias de Costa Rica, que sí tienen a alguien a quien cuidar o cosas que hacer. No veo como puedan mantener un equilibrio entre el trabajo y la vida con una jornada tan larga”, concluyó.
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