El 25 de diciembre del 2013 no solo fue un día de regalos y abrazos para la familia de Johnny Vargas Vargas, vecino de Zapote.
Ese día también llegó un ser muy especial a su vida: Merry Christmas, una cachorrita de apenas cuatro meses que apareció en la calle, flaquita, con hambre y sed.
“Mi hijo Josef me dijo que nos la lleváramos a la casa, que le diéramos de comer.
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“Desde que entró se enamoró del hogar y se puso preciosa. Yo siento que se había escapado de algún lado, porque parece mezcla de pastor australiano con zaguatica”, recuerda don Johnny.
La bautizaron Merry Christmas, en honor a la fecha en que apareció. Desde entonces, cada 25 de diciembre tiene su fiesta frente al árbol navideño, con regalos de galletitas y juguetes que comparte con sus dos hermanos perrunos.
La perrita se sienta junto a su familia a abrir los presentes como lo que es, una más, porque de hecho lo es y se lo ganó a puro amor.
A don Johnny, también a Josef, todavía se les arruga el corazón cuando recuerdan el día en que la encontraron.
“Estaba en una calle de mucho tránsito, no sabemos ni cómo no la mató un carro. Llegó como un milagro de amor”, confiesa.
Sorpresa en la cancha
Cuatro años después de la llegada de Merry, la familia peluda sumó a su segunda integrante: Maya, una cafecita llena de energía que fue rescatada en Puente Negro de Orosi.
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“Ese día fuimos a jugar un partido de fútbol y vimos a un zaguate grande caminando cerca de la plaza.
“Abajo de él venía una cachorra toda malita de salud, delgada y con lo que parecía ser sarna. Mi hijo me dijo: ‘si cuando termine el partido sigue ahí, la recogemos’. Y así fue”, contó.
La llevaron al veterinario y resultó que no era sarna, sino una alergia. Con amor, cuidados y comida se recuperó rapidito.
“Ella es el alma de la casa. Se adueñó de todo, pero Merry, que era la reina, la fue aceptando poco a poco. Ahora son inseparables”.
Maya pronto mostró su carácter aventurero. Le encanta caminar, correr detrás de una bola de tenis y, sobre todo, subirse al carro porque sabe que eso significa paseo.
“Ella es la primera en montarse y hasta parece que sonríe cuando sabe que vamos para la playa”, dice don Johnny entre risas.
Regalo en una cajita
El tercero en llegar fue Mac, un peludito barcino simpaticón que encontraron en una caja de cartón debajo de una banca en el parque de Tres Ríos. Apenas tenía un mes de nacido.
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“Un conocido lo vio y llamó a mi hijo porque sabía que ya habíamos rescatado dos.
“Nos lo llevamos, aunque era tan pequeñito que no podía salirse de la caja. Es mezcla de zaguatico con standford. Las hembras al principio no lo querían, pero él se las ganó con cariño”, explica el papá perruno de los tres rescatados.
Ahora Mac es el comelón de la familia, el más travieso y, sin duda, el que más pelos deja en el carro.
“Pero es puro amor”, dice entre risas. Pese a ser el más joven, ha aprendido a ser igual de educado que sus hermanas y hasta se convirtió en el guardián del portón, siempre alerta, pero cariñoso con los vecinos.
Su mejor compañía
Para don Johnny, quien lleva ocho años divorciado, estos tres perritos se volvieron parte de su vida de una forma muy profunda.
“Me quedé solo y ellos se volvieron mi compañía. Me las llevo a la playa, disfrutan del mar, de la arena, de correr detrás de las pelotas. Cuando agarro las llaves, ya están listas para montarse en el carro. Han sido mi mano derecha”, asegura con emoción.
Los tres viajan juntos en el carro, tranquilos y bien educados. De hecho, hasta una vez en Zapote dieron muestra de su disciplina.
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“Estaban las fiestas de fin de año y el guarda no me dejaba entrar por los perros aunque yo vivo en la zona. Le dije que eran educados, que entendían tres idiomas: español, inglés y alemán. Les hablé en alemán y los tres se sentaron al mismo tiempo. El guarda no lo podía creer y me dejó pasar”.
Familia peluda que llena el alma
Hoy Merry, Maya y Mac conocen más playas que muchos ticos: han estado en el Atlántico, en el Pacífico sur y central, en Guanacaste y hasta en Montezuma. Siempre juntos, siempre parte de la familia.
Don Johnny cuenta que cada salida es una aventura, porque la gente se acerca a acariciarlos y preguntar cómo hizo para tener tres perros tan tranquilos y felices.
“Ellos se acostumbraron a ir conmigo a todo lado, hasta a comprar pan. Cuando estoy con ellos, siento que todo está bien”, asegura.
El vecino de Zapote dice que sus perros también le enseñaron lecciones de vida: paciencia, amor incondicional y la importancia de rescatar en lugar de comprar.
“Un perrito rescatado le cambia la vida a uno, porque uno siente que también le cambia la vida a ellos”, afirma con orgullo.
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