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Una bala pérdida le salvó la vida y ahora convierte tenis y camisetas en obras de arte

Una bala perdida dejó a Esteban Mejía en silla de ruedas, pero también le dio una nueva vida llena de color

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Hace diez años, una bala perdida cambió para siempre la vida de Esteban Mejía Salgado, un vecino de San Rafael de Heredia que hoy tiene 48 años.

Lo que parecía una tragedia terminó siendo la oportunidad que necesitaba para renacer, dejar las drogas y descubrir un talento que no sabía que tenía: el arte.

“Esa bala fue lo mejor que me pudo haber pasado, porque me encontré conmigo mismo. Mi vida cambió para bien, me alejé de las drogas y ahora vivo de lo que amo”, cuenta Esteban con una sonrisa mientras sostiene uno de los pares de tenis que acaba de pintar.

Hace diez años, una bala perdida, en medio de una balacera, cambió para siempre la vida de Esteban Mejía Salgado, un vecino de San Rafael de Heredia que hoy tiene 48 años.
Esteban le pone bonito al arte gracias al apoyo y motivación de su mamá. (Cortesía/Cortesía)

Durante años vivió atrapado en las adicciones, se la pasaba “todo el día en la esquina con los compas”, como él mismo dice. Pero aquel disparo, que no era para él, lo obligó a detenerse. Quedó en silla de ruedas y los médicos le dijeron que nunca más volvería a caminar.

Al principio la noticia lo sumió en una profunda depresión, y aunque siguió consumiendo durante dos años más, poco a poco su historia dio un giro completo.

“Le puedo asegurar que la bala fue gran responsable en mi nueva vida”, reconoce.

“Mi mamá me había regalado unas pinturitas al óleo y unos pedacitos de madera. Comencé a probar sin saber nada. Pintar fue mi terapia. El arte me sacó de la oscuridad”, recuerda.

Esteban aprendió solo, a punta de fotocopias, prueba y error. No tenía profesor ni acceso a Internet porque no tenía plata ni para un plan básico de datos, pero su determinación fue más fuerte.

Hace diez años, una bala perdida, en medio de una balacera, cambió para siempre la vida de Esteban Mejía Salgado, un vecino de San Rafael de Heredia que hoy tiene 48 años.
Estas tenis de tela la pintó Esteban a gusto del cliente. (Cortesía/Cortesía)

“Los primeros dibujos eran horribles”, dice entre risas. Sin embargo, la práctica hizo al maestro y, con el tiempo, su talento explotó.

En febrero del 2023 se animó a pintar unas camisas. Hizo cinco, las publicó en redes sociales y la respuesta fue impresionante. “Reventó, como decimos aquí”, recuerda.

Uno de sus grandes impulsos vino de su amigo, el cantante Nelson Guillén, del grupo Agressor, quien le compró una camisa, además, le llevó tremendo regalo, una caja con 50 camisetas y también sudaderas para que arrancara su propio negocio.

“Nelson me dio mucha publicidad, me ha llevado a conciertos y me ha abierto puertas. Gracias a él comencé a creerme artista”, cuenta agradecido.

Hoy Esteban se gana la vida pintando camisas, suéteres y tenis.

“Pido que la gente traiga las tenis y yo cobro solo el arte. Pinto retratos, mascotas, portadas de discos, lo que la gente quiera. Todo con aerógrafo y pincel”, explica con orgullo.

Hace diez años, una bala perdida, en medio de una balacera, cambió para siempre la vida de Esteban Mejía Salgado, un vecino de San Rafael de Heredia que hoy tiene 48 años.
También pinta camisetas con cualquier diseño que le pidan. (Cortesía/Cortesía)

Cada par de tenis es una obra única.

“No repito los diseños. Son piezas de colección, hechas con amor y dedicación. Uso productos de calidad, bien detalladitos”, asegura.

Hace poco, un video suyo mostrando unas tenis personalizadas se hizo viral: 137 mil visualizaciones en redes sociales.

Desde entonces, no ha parado de recibir pedidos.

“Gracias a Dios tengo la agenda llenita. La gente anda buscando arte puro, diferente, algo que tenga alma”, comenta.

En promedio, una pintura en tenis cuesta entre ¢40 mil y ¢50 mil, con certificado de garantía y resistencia al lavado.

Sus suéteres y camisas también son muy pedidos, especialmente con retratos de mascotas o familiares que ya fallecieron.

“Es bonito ver cómo algo que uno pinta puede emocionar a la gente. A veces me piden cosas que los hacen llorar y eso me toca el alma”, confiesa.

Esteban vive con su mamá, doña Patricia Salgado, quien ha sido su mayor apoyo.

“Ella fue la que me sacó de donde estaba, me dio la mano cuando más la necesité”, dice con cariño.

Hace diez años, una bala perdida, en medio de una balacera, cambió para siempre la vida de Esteban Mejía Salgado, un vecino de San Rafael de Heredia que hoy tiene 48 años.
Su arte incluso alcanza para que se luzca haciendo cuadros. (Cortesía/Cortesía)

Cuando quedó en silla de ruedas, su madre lo llevó a vivir con ella y lo impulsó a ser independiente.

“Antes, con mi papá (Rafael Ángel Mejía), yo no hacía nada; todo era en la cama. Con mi mamá aprendí a valerme por mí mismo: ir al baño, bañarme, cocinar. Ella me enseñó a volver a vivir”.

Hoy, Esteban lleva ocho años sin consumir drogas y tres de vivir completamente del arte.

“Me levanto, desayuno y de inmediato me pongo a trabajar. El arte me llevó luz, me hizo una mejor persona en todo sentido. Antes estaba en la oscuridad y ahora veo la vida llena de color.”

Lo que muchos verían como una tragedia, Esteban lo resume con una frase que conmueve: “Esa bala fue una bendición. Me cambió la vida para bien. Me alejó de todo lo malo y me hizo encontrar lo mejor de mí.”

Hoy, este artista herediano no solo pinta tenis y camisas: pinta su destino con esperanza.

Hace diez años, una bala perdida, en medio de una balacera, cambió para siempre la vida de Esteban Mejía Salgado, un vecino de San Rafael de Heredia que hoy tiene 48 años.
Esteban, aunque mucho no lo comprendan, le agradece a una bala perdida porque así cambió su vida. (Cortesía/Cortesía)

Y aunque no camina, sus obras viajan lejos, llevando en cada trazo una historia de superación, fe y agradecimiento.

Si quiere contactarlo para encargarle una obra o un par de tenis personalizados, puede llamarlo al: 8811-6192.

Eduardo Vega

Eduardo Vega

Periodista desde 1994. Bachiller en Análisis de Sistemas de la Universidad Federada y egresado del posgrado en Comunicación de la UCR. Periodista del Año de La Teja en el 2017. Cubrió la Copa del Mundo Sub-20 de la FIFA en el 2001 en Argentina; la Copa del Mundo Mayor de la FIFA del 2010 en Sudáfrica; Copa de Oro en el 2007.

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