Bien tempranito, a las 7 de la mañana de este lunes, César David Fernández, de 24 años, se montó en el Hyundai negro de su papá para empezar la prueba de manejo.

El instructor, Leonardo Coghi, le pidió que mostrara el extintor, el triángulo y los otros implementos de seguridad con los que se debe andar en la carretera y así lo hizo.

Luego, con la ayuda de la intérprete Ariana Solano, César recibió las instrucciones del evaluador. Ponga la direccional izquierda, ahora la derecha, luces altas, luces bajas, luces de emergencia, toque el pito. Una vez finalizada la revisión vehicular venía lo bueno, ver cómo estaba en el manejo y si le daban el permiso o no.

Ariana le explicaba desde fuera del carro cómo debía hacer la prueba de conos en zigzag sin tocar ninguno, detenerse antes del alto, regresar en reversa y estacionar después de la raya blanca sin tocar la barrera y sin detenerse en ningún momento.

Una vez pasado el susto y todo encaminado, Ariana subió al carro y le fue indicando a César lo que le pedía el evaluador en una prueba de simulación en el circuito que hay dentro de las instalaciones de educación vial. Para salir a la calle debieron esperar que llegara otro evaluador que supiera lesco y que estaba cubierto por una póliza de seguro.

César fue el primero de las nueve personas sordas que hicieron la prueba práctica de manejo este lunes 4 de noviembre en la Dirección Regional de Educación Vial de Cartago.

Eso sí, se bajó chiva con su papá Luis Alberto Fernández porque el carrito tuvo deficiencias técnicas que lo hicieron perder ocho puntos; sin embargo, al recibir la nota final de 92 todo pasó.

César es vecino de Curridabat y, según nos contó su padre, quería sacar la licencia para poder andar tranquilo con el carro en caso de alguna emergencia.

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Pegaron la teja

La segunda al volante fue Sharon Fernández, quien viajó junto a su instructor Felipe Sáenz desde Turrialba. Ella puede leer los labios y cuenta con un audífono para escuchar, por eso en la prueba de simulación dentro del circuito vial no requirió la ayuda de Ariana. A la prueba de la calle sí fue acompañada para evitar el riesgo de interpretar mal una instrucción que le afectara la nota de la prueba.

Sharon entendió todo muy bien y está lista para ir a las carreteras. No tuvo ningún error y se pegó la teja.

“Me siento feliz y un poquito nerviosa, es la primera vez que hago la prueba de manejo y la saqué de una vez”, explicó la turrialbeña, quien solo debió ir a pagar la licencia y salió con el documento en la mano.

El instructor Sáenz nos contó que solo estuvo un mes practicando con Sharon porque ella tenía ya los conocimientos, solo se necesitaba practicar conos y hacer la parte de la carretera.

Otra que pegó la nota perfecta fue Yency Arce, de La Unión. Era la cuarta vez que hacía la prueba, aunque la primera ni la pudo hacer porque el dictamen médico que debía presentar tenía un día de vencido.

En las otras dos, los nervios le jugaron una mala pasada. Por eso, esta vez, cuando le dieron la nota, lloró de alegría.

Y no es para menos ya que en los últimos tres meses tuvo que invertir unos ¢350.000 en el pago de lecciones, el alquiler del carro y en matricular las pruebas.

Buena camada

La última prueba fue a las 3:45 de la tarde y, según nos confirmó Patricia Vargas, asesora legal de Educación Vial, los nueve que la hicieron la pasaron. Cuatro con nota 100; tres con 92, un 96 y un 84.

En la licencia R.F. (restricción física) se indica el número 7, que es el que les permite demostrarle a un oficial de Tránsito que ellos cuentan con una condición especial (auditiva) y por lo tanto si los paran en carretera y les hacen un parte debería hacerlo un tráfico que sepa lesco, de lo contrario, los choferes podrían apelar.

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