Erick Calderón tiene 45 años de edad y durante 22 ha trabajado como policía; actualmente es el jefe de la Fuerza Pública de San José y en la madrugada del martes pasado resultó herido en la rodilla derecha al enfrentarse a balazos a dos maleantes que atacaron a un guarda del peaje a Cartago.
Algo así no es nuevo para Calderón, quien ya se ha visto involucrado en balaceras en al menos 12 veces debido a su trabajo. Pero las balas no son lo único que abunda en su día a día, también historias curiosas, como la que le tocó vivir el 11 de noviembre del 2017 cuando dos ladrones detenidos mientras asaltaban un súper en Desamparados le confesaron que se metieron a robar porque no tenían plata para comprarles regalos a sus hijos en Navidad.
Calderón también es criminólogo y eso lo lleva a querer saber más –siempre que sea posible– de cada caso que atiende con la idea de entender qué motiva a los delincuentes a cometer los delitos.
Como está acostumbrado a "confesar"
–¿Qué lo hizo tomar la decisión de ser policía?
Cuando era niño había unas caminatas muy grandes en Alajuelita y mi abuelita y mi mamá me llevaban. Cuando yo tenía ocho años, mi abuelita me llevó y esa vez me perdí y entre ese mar de gente me puse a llorar; veía tanta gente que creí imposible encontrar de nuevo a mi abuelita. Mientras yo andaba perdido me recogió la Policía y me llevó a la delegación.
Estuve ahí unas dos horas, después llegó mi abuelita y mi análisis de niño de ocho años fue que los policías habían ido a ese mar de gente y habían encontrado a mi abuelita y eso significó tanto para mí que le tomé mucha admiración y respeto a la Policía, ese momento marcó mi vida.
–Si no hubiera sido policía ¿qué habría estudiado?
Yo tenía muchas facilidades con las matemáticas, incluso en el colegio yo les daba clases de matemáticas a mis compañeros. Cuando terminé la secundaria estaba entre esas dos opciones: ser policía o profesor de matemáticas.
¿Cómo le ayuda la Criminología a entender la conducta de los delincuentes?
La Criminología es la ciencia que estudia el delito y el delincuente y está rodeada de una seria de variantes como la psicología, la psiquiatría, la fotografía y se explota en la calle cuando uno está trabajando.
A mí me gusta hablar con las víctimas y con los delincuentes para indagar, por ejemplo, qué mueve a un piloto comercial profesional, maduro, de más de 60 años a ponerse a jalar droga y, peor aún, a meter a un hijo de 25 años en eso. ¿Qué pasó en la cabeza de ese hombre para tomar una decisión como esa?
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–¿Está evolucionando la manera de ‘trabajar’ de los delincuentes?
Sí, claro. Antes eran más encasillados en un área, el que hurtaba solo hurtaba porque era muy rápido; el que vendía drogas solo vendía drogas, el que tachaba carros solo tachaba carros. Hoy la delincuencia es más dinámica porque si los delincuentes son estáticos en modalidad (tipo de delito) y territorio son más fáciles de agarrar.
Los maleantes han descubierto que es mejor, por ejemplo, ir a la playa, hurtarle las pertenencias a los turistas, de paso robarles el carro y cuando regresan a San José llegan y cometen un asalto si se puede y desaparecer el carro. Otra de las evoluciones que han tenido los delincuentes es que han aprendido a asociarse; uno de ellos dice 'mi agilidad y mi habilidad es esta, pero usted tiene esta otra, hagámonos socios y aquel otro tiene un poquito de plata, nos puede financiar' y así van armando grupos.
–¿Se puede arrepentir un criminal?
Puede ser que sí. Las personas que cometen delitos tienen distintos factores, biológicos, psicológicos, sociales y hay una combinación. Hay muchos estudios sobre si un criminal nace o se hace, pero hay de ambas.
Hay personas que nacen con el gen de la maldad, lo llevan en la sangre y por más que usted quiera ayudarlos no se puede. Hay otros a los el ambiente donde se desarrollan los empuja a hacer delitos o actos que en su entorno son "normales". Ellos van estereotipando a una persona a la que quieren imitar, por ejemplo alguien que anda con una cadenota, un carrote, alguien a quien todo el mundo respeta o todo el mundo le tiene miedo.
–¿Qué historias lo han marcado?
Una vez un adolescente le disparó al vigilante de un colegio y lo mató. Yo llegué al lugar del crimen y mientras los agentes del OIJ levantan el cuerpo me dediqué a buscar al sospechoso, empiezo a hablar con la gente y ellos me van dando pistas.
Busqué y busqué hasta que le llegué al muchacho y le dije: 'venga acá, ¿qué está haciendo usted?, ¿dónde vive?, ¿por qué está nervioso?, ¿qué edad tenés?, ¿cuénteme qué pasó? No duré tres minutos hablando con él cuando me contó todo lo que había pasado. Me dijo que le dieron una pistola y le dijeron 'si usted quiere ser hombre vaya a asaltar y a matar a ese señor', y él lo hizo.
En otra ocasión un joven le disparó a otro, lo llegó a matar y la única justificación que me dio fue que el grupo de amigos que tenía le exigió que hiciera algo cruel para entrar al grupo, entonces él asesinó al muchacho y le robó las tenis.
Esa vez estuve hablando con la mamá del muchacho y ella me decía que no entendía porqué el hijo había hecho eso, por que la condición económica que tenían le permitía al muchacho tener las tenis que quisiera.
–¿Qué es lo que más le gusta de ser policía?
El servir, pero no un servir hipócrita, lo mejor de todo es ver al cliente (ciudadano) satisfecho. Yo tenía la tendencia de visitar a todas las personas que eran víctimas de un asalto en su casa. Es muy duro cuando una persona está en la casa y llega un ladrón y se mete, la amenaza y le dice 'esto es un asalto'. Imagínese cómo se puede sentir una persona de ahí en adelante si se supone que la casa de uno es el lugar más seguro.
Me parece que ese tipo de delito es muy delicado y por eso yo tenía la tendencia de visitar a todas las personas a las que le pasaba eso y procuraba darles un seguimiento. La gente entiende y sabe que con una visita no les iba a devolver el teléfono y la computadora portátil que les habían robado, pero ese acercamiento les generaba tranquilidad para superar lo que pasó.
Yo también procuraba ver algunas debilidades por ejemplo les decía si el muro estaba muy bajo, si la ventana era muy grande, si en algún lugar faltaba iluminación, así se evitaban más asaltos.
Calderón es el primer policía de su familia y dice que cada día se siente más enamorado de su profesión.