La venezolana Mayreth González y su hijo César, de 11 años, llegaron a Costa Rica hace 11 días. Ellos se sienten en el limbo al no saber qué va pasar ahora que Estados Unidos ha cerrado las fronteras.
González y su hijo estuvieron a punto de morir ahogados y aseguran estar vivos de milagro.
La mujer llegó a Costa Rica con seis personas más, entre ellas su esposo, su hijo de dos años y su hija, su yerno y su nieto de seis meses.
“Ahorita no sabemos qué hacer, pero nosotros no vamos a echar para atrás, no vamos a volver a Venezuela, para atrás ni para coger impulso”, dijo la mujer.
Doña Mayreth nos contó que su hijo padece de artrogriposis múltiple congénita, que es una enfermedad que provoca contracturas en una o varias articulaciones del cuerpo. En el caso de este pequeñito tiene movilidad de los hombros para abajo, pero su desarrollo mental es normal.
Este viernes nos lo encontramos acostado y usando su lengua para poder jugar videojuegos con un celular.
“Yo soy buenísimo con los juegos, nadie me gana”, dijo mientras sonreía.
Está familia estaba viviendo en Colombia y todos tenían trabajito, pero al abrir Estados Unidos las fronteras decidieron vender todo, renunciar a sus puestos y tratar de llegar a la “yunai”.
“Mi hijo y yo no podíamos cruzar el Darién, era peligroso para él por la silla de ruedas, esa era una opción imposible. Entonces, nos dividimos, solo él y yo hicimos el viaje en la lancha y los demás sí cruzaron el Darién”, dijo.
El viaje que ellos hicieron fue desde Capurganá en Colombia hasta Carreto en Panamá y por ese viaje pagaron $1.000.
“Llevabamos media hora de viaje, el mar estaba picado y la lancha golpeaba mucho; en uno de esos golpes la embarcación se partió a la mitad y caímos al mar. Yo no sé ni cómo agarre a mi hijo, él tenía el flotador solo en un brazo, porque en el otro no se le podía poner por lo que padece. Estuvimos como una hora a la deriva hasta que otra lancha nos rescató, ahí perdimos todo, dinero, ropa, medicinas y lo que más nos dolió, la silla de ruedas”, dijo.
Ella salió de Colombia con la intención de que su hijo pueda recibir mejor atención médica.
“Él (César) nunca se va a curar, pero puede aprender a vivir con la discapacidad. Yo quiero llegar allá para darle mejor calidad de vida, que si yo me muero él pueda defenderse”, dijo.
Ella afirma que tiene fe en que después de las elecciones, Estados Unidos vuelva a abrir las fronteras y así poder regresar.
“Aquí hemos visto mucha gente llorar, nosotros mismos. Algunos se han ido voluntariamente a Panamá para regresar a Venezuela, pero yo no pienso volver a atrás, es que ha sido tanto el sacrificio, yo confió en Dios y en un milagro. Mi anhelo es encontrar un trabajo para poder irme a Estados Unidos más adelante, aquí Migración me ha dicho que tengo que pedir refugio”, dijo.
Más adelante, añadió: “Yo ya no tengo nada en Venezuela, la delincuencia saqueó mi casa y se llevó todo lo que había, no tengo ninguna razón para volver allá y es por eso que ahorita estamos como en el limbo”, dijo.
Por el momento, ella necesita ropa para su niño, porque la que han encontrado es muy pequeña o muy grande y se están quedando en las Obras del Espíritu Santo en Cristo Rey.
“Estuvimos todos en cuarentena porque uno de los niños se contagió de Covid, pasamos siete días aislados y gracias a Dios me regalaron una silla de ruedas para mi hijo”, dijo.
En la iglesia de Cristo Rey, donde ahora es más visible que la cantidad de extranjeros ha disminuido, este viernes La Teja observó a muy pocos. La mayoría, que se encontraban en las aceras, aseguran sentirse muy afligidos de no haber podido cumplir con su meta. Algunos se dieron por vencidos, mientras que otros no saben qué es lo mejor, si esperar o dar marcha atrás aunque ya saben lo que
les espera en su querida Venezuela,