Sucesos

Periodista pretende dar nuevas pistas en caso de Josebeth Retana

Revelaciones de libro podrían servir de base para reabrir investigación

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Un experimentado periodista pretende dar nuevos indicios en el caso de Josebeth Retana, la niña asesinada hace 13 años en Ticari de Horquetas de Sarapiquí, lo que daría pie a reabrir la investigación.

El brutal hecho ocurrió el 5 de setiembre del 2005, cuando la menor tenía 8 años. El 11 de setiembre su cuerpito apareció sin vida dentro de un saco de alimento para perros, muy bien amarrado, la bolsa estaba en el cauce de la quebrada Lajas. La niña fue golpeada salvajemente, metida en el saco y lanzada al río aún con vida.

Hoy Josebeth tendría 22 años y seguramente estuviera cumpliendo el sueño de estudiar medicina, pero un asesino lo impidió, y sigue libre, pues el hecho quedó impune.

Esa mancha judicial fue lo que motivó al periodista y abogado Rónald Moya a escribir un libro sobre este caso, el cual saldrá a la venta a mediados de noviembre. Se trata de una obra escrita tipo crónica, con 120 páginas y una impresión de 800 ejemplares.

Moya laboró 27 años en La Nación y por 16 años fue editor del área de Sucesos y Judiciales. Se pensionó en junio del 2015.

"Es un caso que está impune pese a que el OIJ hizo un buen trabajo de investigación y pese a que ellos tenían bien identificado a un sospechoso, eso no fue suficiente para elevarlo a juicio según el criterio de la Fiscalía. El asunto fue llevado al archivo fiscal solo dos años después de cometido el homicidio, lo que me parece muy rápido, según mi opinión de abogado”, comentó Moya.

En el 2016, casi 10 años después, hubo otro intento del Ministerio Público por revivir el caso sacándolo del archivo, amparados en una reforma legal que establecía que en casos de homicidios de niños la prescripción rige 10 años después de que la víctima hubiera cumplido la mayoría de edad.

Aquel fatal día

Ticari es un caserío donde pueden habitar unas 200 personas, todas muy sencillas y trabajadoras. Según el criterio de Moya los vecinos se sienten decepcionados del sistema judicial, pues Josebeth era una chiquita muy querida en la comunidad y muchos aún consideran que el homicida vive cerca.

Según lo investigado por Moya, el día del brutal crimen, Josebeth salió de la escuela de Ticari a las 2:30 p.m. La niña medía 1,3 metros y pesaba 26 kilos. En la espalda cargaba su maletín rosado, en el que llevaba un lápiz de minas, una capa rosada y ocho cuadernos, entre ellos los de inglés y matemáticas. Se fue a pie sobre la calle de lastre porque su bici estaba dañada. Su casa quedaba a 900 metros de la escuelita.

Una vecinita la vio pasar a 200 metros de la escuela y le regaló un pantaloncito azul tipo mangano. Metros después Josebeth pasa por el puente sobre el río Lajas, donde apareció su cuerpito seis días después. La niña conversa con los nietos de un vecino llamado Cristino y luego se sienta a descansar bajo la sombra de un árbol de nance que quedaba a 150 metros de su casa. A partir de ahí nadie la vuelve a ver. En ese recorrido la niña tardó 70 minutos.

El OIJ concluyó que Josebeth luego caminó hacia un portón metálico verde que da a una plantación de palmito de pejibaye y allí la interceptó el atacante.

A las 5 p.m., la menor no había llegado a casa. Su madre, Maribel Rojas, fue a la escuela dos horas y media después de la salida para preguntar por ella, pero no estaba. En ese momento dio la alerta.

Los equipos de búsqueda comenzaron un fracasado operativo de tres días. A la mañana siguiente, un pescador reportó el hallazgo del cadáver en un saco en la quebrada.

La menor se encontraba en posición fetal, con su uniforme puesto; en el salveque seguían sus cuadernos y el jeans que le regaló la amiguita. La autopsia determinó que el tiempo de fallecida coincidía con la desaparición.

Su pantalón no tenía botón y el zíper estaba descosido. Se presumió que hubo violación, pero el forense la descartó.

“Ella no era una chiquita que se iría fácilmente con desconocidos, se salió de su camino porque la abordó alguien de confianza”, aseguró Moya.

En aquel momento el OIJ de Puerto Viejo de Sarapiquí detuvo a un sospechoso de apellido Salamanca, quien actualmente tiene 45 años. Sin embargo, la Fiscalía nunca lo acusó.

“Cuando aparece el cuerpo de la chiquita ella tiene toda la ropa, pero está sin blúmer, no se sabe por qué. La autopsia descartó la violación, no hubo semen, pero sí aparecieron vellos púbicos, una muestra pequeña, y al menos dos de tres, salieron positivos en la prueba de ADN con respecto a Salamanca. Ella presentaba un golpe fuerte en la cabeza, no era un golpe para matarla, la chiquita fue lanzada al río aún con vida y muere por asfixia, dentro del cuerpo se localiza mucha arena, ella mientras estuvo en el suelo, su cara fue presionada contra arena del río y tragó bastante. El OIJ determinó con base en el hallazgo del cuerpo y por la escena del crimen que el móvil fue sexual, aunque no hubo violación”, narró el periodista.

“El libro no es para descubrir al homicida, eso no me toca a mí, sino para explicarle al país qué pasó. Como la historia en los diarios se escribe de forma fragmentada, muchos trozos quedan ocultos y considero que son muy importantes. Llevo varios meses hablando con oficiales que hicieron la investigación, con los policías que levantaron el cuerpo.

"Hablé con los protagonistas que encontraron el cuerpo de la niña y ahora tienen unos 24 años. Hablé con vecinos y amigos, hice un análisis de la autopsia y de la escena del crimen. También hablé con criminólogos expertos en hacer perfiles de homicidas para ver si calza con la persona que la Policía tuvo como sospechoso. Finalmente conversé con funcionarios judiciales para explicarle al país si existía razón de archivar esta causa”, relató Moya.

El sucesero sostiene que lo que falló en este caso fueron los encontronazos entre oficiales y fiscales que no permitieron hacer una acusación formal, pero resaltó que su obra podría hacerle justicia, ya sea a Salamanca o la familia.

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