El robo de un televisor se convirtió en la sentencia de muerte para Rodrigo Torres Morales, de 58 años, quien intentó alertar a las autoridades de lo que ocurría en la vivienda de un vecino.
Él fue atacado de muerte en la propiedad en que vivía, frente a su hija menor y un nieto. A ellos pudo protegerlos de los desalmados, mas no del dolor que causó su ausencia.
Torres sufrió una agonía de, aproximadamente, tres horas, tras recibir un balazo en el tórax. Durante ese tiempo le hizo una petición a uno de sus cinco hijos, la cual siguen cumpliendo hasta la fecha.
LEA MÁS: La respuesta al misterio de Yerelin Guzmán podría estar muy cerca de su casa
Rodrigo llegó a tener justicia terrenal, ya que al hombre que jaló el gatillo lo condenaron.
Y si en la vida se cumpliera la metáfora de que todo es un búmeran; es decir, que todo lo bueno y malo siempre regresa, así pasó con la persona sentenciada, pues al cumplir con su castigo y salir libre, lo mataron en un hecho del que no tenía culpa.
En Expediente LT retomamos estos hechos que marcaron a varios hogares vecinos de Zent, Matina y cuyos actos siguen siendo recordados, especialmente, por los familiares de Torres.
LEA MÁS: Un arete empeñado en ¢500 y trozos de una camiseta resolvieron asesinato de gringa en Golfito
Rodrigo Torres intentó auxiliar al vecino
El atroz hecho ocurrió el sábado 3 de noviembre de 2001, alrededor de las 11:00 p. m. cuando un sujeto de apellidos Solano Picado, conocido como “Pato” o “Chapo”, junto con otros seis hombres, llegaron hasta la comunidad donde vivía don Rodrigo Torres.
Se metieron en la casa de William Álvarez Fonseca, --un vecino de Torres--, a quien forzaron el llavín y marco de la puerta, según consta en la resolución N.º 00644-2012 de la Sala Tercera.
“Una vez adentro, el grupo se apoderó de un televisor. Se demostró además que Álvarez Fonseca trató de salir de su dormitorio. ‘… Pero uno de los sujetos lo amenazó de muerte, si así lo hacía…’“, señala el documento.
La familia Torres Salamanca estaba descansando cuando escuchó ruidos, los cuales no eran normales; la primera en percatarse de que algo pasaba fue Yael, la hija menor del hogar, quien para ese momento tenía 27 años, y era mamá de un niño de 5 años.
“La testigo Yael Torres Salamanca, hija de Rodrigo, se asomó por su ventana y puso en alerta a su padre sobre lo que acontecía en la casa contigua”, señala el documento.
Don Rodrigo salió, al parecer, para ayudar a su vecino, y fue cuando le dispararon en el tórax.
LEA MÁS: Coincidencias ayudaron a agente a resolver caso de hombre envenenado por esposa
Yael les dijo a los jueces que no vio cuál de los sujetos accionó el arma en contra de su padre, pero los juzgadores analizaron que los asaltantes dispararon indiscriminadamente.
Chapo era reconocido por la familia afectada, porque había trabajado en el mismo lugar en que lo hizo don Rodrigo. Chapo habría notado movimientos en la casa vecina y fue uno de los que se acercó.
Yael corrió al cuarto de su papá y le dijo que le ayudara a pasar a su hijo, pues ella creía que se iban a meter en la vivienda de ellos.
“Su papá le dijo: ‘Métase al baño’, pues iba a llamar a la policía. Primero abrió la puerta y ella solo oyó el estruendo, vio una luz y se agachó; en eso su papá entró, y encendió la luz, y cuando sonó el disparo… lo oyó jalando aire… Él tenía la mano en el estómago…”, detalla la sentencia.
Estos hechos fueron los que llevaron a los jueces a determinar que era claro que los asaltantes habían notado que en la casa de Torres había movimiento y accionaron las armas de fuego para evitar testigos y asegurar el robo.
“Cualquiera de las detonaciones pudo haber causado la muerte de las personas que habitaban en las casas contra las cuales se disparó (se refieren a la de William y a la de don Rodrigo). En este orden de ideas, razonaron los jueces que el homicidio era calificado y que Solano era el responsable.
“Para finiquitar el robo de un televisor no les importó asesinar a un ciudadano inocente, que ni siquiera era propietario de la casa que habían asaltado”, señalaron los magistrados de la Sala Tercera, de ese momento, Carlos Chinchilla, Doris Arias, Sandra Zúñiga, Rosibel López y Jorge Desanti.
Papá presintió muerte horas antes
Didier Torres, uno de los hijos de don Rodrigo, recordó los últimos momentos de su padre y cómo horas antes se había despedido de la familia, como si presintiera que algo le ocurriría.
“A mi papá le gustaba la comida china, compartimos un rato muy bonito, el último de nuestras vidas. Llamó a mis hermanos, se despidió de todos ellos. Mi mamá, que en paz descanse, nos había dicho que pidió arroz con huevo, se lo comió, y una de las últimas palabras que le dijo fue: ‘Chola, se han muerto todos los compañeros del Ferrocarril, solo quedamos dos, creo que soy yo el que sigue’”, señaló Didier, como si su papá lo hubiese presentido.
Didier recuerda que el teléfono de su casa sonó a las 12:07 a. m. y al escuchar los gritos de la mamá, supo que algo malo había ocurrido.
Señaló que la Cruz Roja tardó una hora y media para llegar, y aún con vida lo llevaron a la clínica de Batán; sin embargo, su padre quería que lo llevaran al hospital Tony Facio de Limón, pero por protocolo los rescatistas lo trasladaron a ese otro centro médico.
“Tardaron para atenderlo, luego una doctora me dijo que mi papá quería hablar conmigo. Él me pidió que le diera la mano y me dijo: ‘Me voy, pero te voy a pedir un favor, sé fuerte, cuídeme a mi Chola y a mi vieja (la abuelita), y dígale a sus hermanos que se porten bien, como lo han hecho. Nunca quisiera que ustedes estuvieran en la cárcel; cuidado ustedes van a caer presos’. Después de eso comenzó a caer, los doctores me sacaron para intentar reanimarlo, pero ya no volvió”, señaló Didier.
Desde hace 24 años que los cinco hijos cumplen esa enseñanza de un hombre íntegro, en la que les pidió a sus descendientes que hicieran el bien para no caer presos.
Hijos ayudaron a resolver crimen de papá
La familia siempre tuvo sed de justicia, pero cumpliendo con la petición de su papá, sabían que no debían hacer nada ilegal.
Didier recuerda cómo obtuvieron el apodo del sospechoso, y al mismo tiempo el OIJ dio con el nombre completo. En al menos dos ocasiones estuvieron cerca de que lo capturaran, pero siempre se salía con la suya.
Cuatro meses después del homicidio de don Rodrigo, en el momento menos esperado, un agente del OIJ vio que en una patrulla de la Fuerza Pública llevaban a un hombre detenido, y los uniformados le dijeron que lo habían sorprendido robando una casa; sin embargo, no tenía antecedentes y lo iban a liberar.
El investigador pidió verlo y, en ese momento, lo reconoció; de inmediato, lo detuvo por el homicidio de don Rodrigo.
Torres Morales era oriundo de Puntarenas, pero con los años se fue a vivir al Caribe; primero, estuvo en Batán y luego en Zent.
“Fue un excelente papá, a nosotros nunca nos faltó nada. En la escuela estrenábamos los bultos, y recuerdo que había compañeros que llevaban los cuadernos en las bolsas de arroz, en cambio, nosotros íbamos con bultos de cuero y zapatos”.
“También ayudó en la construcción de Zent Nuevo, y muchas familias obtuvieron sus lotes”, expresó Didier.
El sitio en el que ocurrió la violenta agresión contra Torres, sigue siendo propiedad de la familia.
A Chapo lo condenaron 25 años, y por buen comportamiento obtuvo la libertad, pero en octubre del 2023 murió en un tiroteo en Viña del 2, Limón; ese día él no estaba relacionado con la balacera, y resultó ser una víctima colateral de ese hecho.
De acuerdo con las autoridades, unos pistoleros dispararon contra un carro y Chapo iba en un pick-up justo detrás del vehículo que tenían como objetivo, por lo que una de las balas alcanzó la cara y le ocasionó la muerte de manera inmediata.