Sucesos

Trillizo habla por primera vez de cómo sobrevivió a accidente donde murieron su papá y sus dos hermanitos

Un paseo familiar terminó de la peor forma en marzo de 1996

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“Un ángel que vestía pantaloneta verde con estampado de barquitos”. Así recuerda el trillizo Andrés Chacón Obando al hombre que un día de verano de 1996 lo rescató de una poza en la cual perdieron la vida sus dos hermanos y su papá.

Andrés, hoy con 34 años, tiene muy presente el trágico hecho ocurrido el domingo 3 de marzo de 1996, el último día que estuvo con su papá, Asdrúbal Chacón Otárola, y con sus hermanos Esteban e Israel. Entonces los trillizos tenían 11 años y para ellos todo era juego y diversión.

Andrés cuenta que desde aquel día nunca había hablado abiertamente sobre lo que sucedió en la poza La Presa, del río Pará, en San Miguel de Santo Domingo de Heredia, pero finalmente decidió sacarse del pecho los recuerdos y sentimientos que había ido guardando.

Explica que todos los domingos ellos salían a pasear con su papá, pero aquel día don Asdrúbal tenía que ir a comprar leche donde una amiga de la familia que vivía muy cerca del río y como no querían separarse de él, los trillizos le rogaron que los llevara y él accedió.

“Cuando ya estábamos allá le dijimos a mi papá que nos dejara meternos más adentro del río y al final le insistimos tanto que nos dejó. En la presa había un canalito donde se desviaba el río y ahí estábamos al principio, después nos fuimos más para adentro y mi papá se sentó en unas piedras”, recordó.

Andrés dice que él metió a la poza un tronco para agarrarse y flotar y sus hermanos se fueron más adentro. Todo iba bien, pero un instante empezó la pesadilla.

Andrés vio que el agua de la poza se movía mucho y cuando volteó a ver se dio cuenta de que era por Esteban e Israel, que se estaban ahogando.

“Cuando mi papá se dio cuenta de lo que estaba pasando recuerdo que gritó ‘¡Jesucristo!’, se quitó unas zapatillas de vestir que andaba y se tiró, pero él tampoco sabía nadar”.

A como pudo Andrés usó el tronco para llegar hasta la orilla, pero era tanta la desesperación que sentía de ver a su papá y a sus hermanos que se volvió a tirar a la poza para tratar de hacer algo, pero no lo logró.

“Después de eso llegó un muchacho, a quien nunca más volví a ver, pero me acuerdo que era alto, de piel blanca y que andaba una pantaloneta verde con barquitos y me dijo ‘venga para sacarlo’. Me agarré de él como a caballito, me sacó y me llevó hasta casi afuera, en la calle”, relató.

Don Asdrúbal murió dentro de la poza y Esteban e Israel fallecieron la tarde de aquel domingo en el Hospital Nacional de Niños.

Andrés cuenta que después de tantos años sigue sin saber quién fue ese ángel que lo rescató del agua, pero le encantaría conocerlo para agradecerle por darle una segunda oportunidad.

Mucha soledad

Los días siguientes al accidente fueron muy duros para Andrés. Aunque tenía dos hermanas y cuatro hermanos más, se sentía muy solo porque la relación que mantenía con Esteban e Israel era única.

“Éramos muy unidos, no nos separábamos ni para dormir, hasta pensábamos cosas iguales. Nos pasaba que uno le decía al otro ‘vamos a jugar de esto’ y cuando buscábamos al tercero ya estaba jugando de eso que habíamos pensado”, dijo.

Al pensar en sus dos hermanos a la mente de Andrés llegan recuerdos bonitos de las aventuras que vivieron, de cómo llamaban la atención en la iglesia y en la escuela, donde mucha gente quería tomarse fotos con ellos.

Pese a que estos buenos recuerdos siempre lo acompañan no oculta que su adolescencia fue difícil sin un papá a quien pedirle guía y consejos.

Esta situación lo afectó tanto que tuvo que abandonar el colegio y con el permiso su mamá, doña Sonia Obando, se fue a trabajar a un taller mecánico en Santo Domingo, donde descubrió que la mecánica lo apasionaba.

Siempre juntos

Luego de trabajar cuatro años en el taller Andrés decidió meterse a estudiar mecánica para vehículos pesados en el INA y allí conoció a Deborah Rojas, quien no solo se convirtió en su esposa sino que también en uno de los pilares más importantes de su vida.

Un momento muy especial para Andrés fue cuando se casó con Deborah, hace cinco años pues ese día sintió que Esteban, Israel y su papá lo estaban acompañando.

“Cuando nos casamos pusimos una vela con el nombre de mis hermanos y de mi papá para simbolizar que ellos estuvieron ahí acompañándonos en ese momento tan especial”, explica Andrés.

La vida de Andrés cambió mucho en los años siguientes y se convirtió en el papá de Andy Emanuel, hoy de 11 años, y Eliécer Andrés de 8, dos pequeños que tuvo como producto de otra relación

El recuerdo de sus hermanos lo mantiene vivo cada vez que a sus hijos, especialmente a Eliécer, pues asegura que es muy parecido a Esteban cuando tenía la misma edad.

Prueba muy ruda

Desde que ocurrió el accidente en la poza Andrés evitó a toda costa pasar cerca del río, pero un día decidió que no podía seguir viviendo así.

“Duré sin pasar por ahí como quince años, hasta una vez, ya con veintiún años, pasé y sentí feo, pero era algo que tenía que superar”, dice.

A diario piensa en cómo sería su vida ahora si aquel día de 1996 él y sus hermanos no hubieran ido al río.

“Tal vez tendrían hijos, probablemente pasaríamos uno en la casa del otro y yéndonos a visitar. Mi tata de fijo pasaría llegando a ver a los chiquillos, yo me lo imagino como lo hacía mi abuelo, que pasaba a tocar la puerta, nos daba confites y luego se iba”.

De lo que está seguro es que sus seres queridos lo cuidan desde el cielo y están orgullosos de que lograra superar el dolor y saliera adelante.

Adrián Galeano Calvo

Adrián Galeano Calvo

Periodista de Sucesos y Judiciales en el periódico La Teja desde 2017. Cuenta con un bachillerato en Relaciones Públicas de la Universidad Latina y una licenciatura en Comunicación de Mercadeo de la UAM. En el 2022 recibió el premio a periodista del año del periódico La Teja.

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