Ramiro Cristofaro es un argentino que viajó por el mundo, le quitaron su pasaporte y terminó en lugares donde muy pocas personas se atreverían.
Hace pocos días, Ramiro compartió, con emoción, en su perfil de Instagram, el cumplimiento de la proeza más grande de su vida: terminar la larga excursión por los 196 países reconocidos por la ONU.
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Este sueño, que alguna vez le pareció inalcanzable, lo llevó a enfrentar grandes riesgos y vivir experiencias que guarda para siempre.
La aventura de este viajero comenzó a los 14 años, cuando participó en los campamentos CISV, un programa internacional que fomenta el entendimiento intercultural. A partir de ahí, supo que el mundo sería su destino.
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Sus primeros pasos incluyeron trabajar de mozo en Florida y recolector de frutas en Nueva Zelanda, para luego recorrer el sudeste asiático. Una de sus experiencias más singulares fue como chef en Alice Springs, en el desierto australiano, donde trabajó intensas horas para ahorrar y financiar sus viajes por Oceanía, Escandinavia, Europa del Este, Medio Oriente y el norte de África.
Para 2019, Ramiro ya había conocido 100 países y, motivado por su pasión, se propuso visitar los 96 restantes. Su travesía no estuvo exenta de desafíos: se metió con tribus alejadas en Sudán del Sur, fue deportado de Djibouti y le confiscaron el pasaporte en Níger. Incluso, vivió de cerca un intento de golpe de Estado en Esuatini, y cruzó la “ruta más corrupta” del mundo en Nigeria.
Pero también disfrutó de safaris impresionantes en Botsuana, y se encontró con gorilas en la República Democrática del Congo. La aventura lo llevó a lugares tan complejos como Corea del Norte, donde logró entrar como “atleta amateur” para correr una maratón, o Sudán, donde ingresó en medio de una guerra civil y con drones militares surcando el cielo.
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Ramiro y su novia, Clara, decidieron que el final de esta travesía sería en América del Sur: Venezuela, un país que superó todas sus expectativas por la calidez de su gente. Allí conocieron el Salto del Ángel y la cascada más alta del mundo. Durante cinco días, durmieron en hamacas, rodeados de cascadas, lagunas, tapires, monos y papagayos, una experiencia que calificó de “impresionante”.
Su proyecto de recorrer el mundo lo llevó al límite y le regaló momentos y encuentros que atesorará para siempre.