Evans Benwell reconoce que el licor fue su escape en una de las etapas más oscuras de su carrera: su paso por Saprissa, que coincidió con una depresión que lo hizo aislarse del mundo.
Benwell formó parte de Saprissa en el 2004 y llegó con muchos bríos, luego de un paso muy bueno en Goicoechea, donde anotó 15 goles. En los primeros partidos de la campaña fue titular, pero se le cerró el arco y poco a poco fue relegado a la banca.
Benwell, algo introvertido, perdió hasta las ganas de entrenar y después de las prácticas solía irse solo a tomar. Así lo confesó en entrevista con La Teja, la cual puede ver completa en nuestro canal de YouTube.
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“Tuve una depresión, por no jugar. Uno se esfuerza, pero hay cosas que pasan en los equipos grandes. Mucha gente dice: ‘Juepucha, estuvo en Saprissa y no hizo nada’.
“Es fácil decir que no hizo nada, pero uno como futbolista convive con los jugadores y se convierten en una familia donde, como en las familias, pasan cosas y encima, uno quiere jugar y se va desanimando”, manifestó el veloz exdelantero, hoy de 48 años.
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Lo de Benwell no fue prescrito por un médico, ni fue de encerrarse en un cuarto, pero él piensa que por los síntomas que tuvo, se trató de una depresión.
“Yo me iba solo y me sentaba en un lugar a tomar y aislado totalmente de todo”, reveló.
El exjugador reconoce que tenía pareja, pero no buscó apoyo en ese momento porque creyó que no sería comprendido.
“Mi exesposa ahí estaba, pero no era lo mismo, uno como hombre y futbolista no va a hablar con la mujer porque no van a entender”, dijo.
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Explicó que fue una época fea, pero con matices. Dice que siempre estuvo enfocado, que no era que llegaba borracho a entrenar. “Me tomaba dos, tres, cuatro cervezas”, expresó.
El peso de Evaristo
Una de las situaciones más curiosas que ocurrió con Evans en Saprissa fue que el club volvió a habilitar la camiseta número 11.
Esa camisa había sido retirada años antes pues pertenecía a Evaristo Coronado, o sea, la chema estaba retirada y la volvieron a usar, se la dieron a Benwell.
“Para mí fue una sorpresa, no sabía que iba a portar esa camisa, fue una persona que me ayudó mucho”.
Lejos de ser una presión, él confiesa que fue una motivación. “Me sentí halagado, nunca presionado”.
Gol del alma
También recordó su gol más especial. Dijo que anotó dos veces con Saprissa, ambos en Concacaf y una de esas anotaciones fue contra un equipo de Nicaragua (no recordó si Estelí o Diriangén), en un partido nocturno.
“Fue el día que mataron a mi hermano (Davincy) lo mataron en la mañana y yo tenía el partido con Saprissa, ese día ganamos y yo metí gol”.
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A Benwell le preguntaron si quería jugar y dijo que sí y su grito de gol llegó al cielo.
Hoy, a sus 48 años, Evans reconoce que aquellos años en Saprissa le dejaron heridas y enseñanzas. Sus memorias del fútbol lo acompañan donde vaya, pero que el paso del tiempo le ha enseñado que, incluso en el deporte, hay luchas que no se ven... y que no siempre se juegan en la cancha.