Róger “el Policía” Gómez, exmundialista de Italia 90 colgó los tacos hace años, pero no para quedarse quieto.
Desde hace más de dos décadas, el exvolante es feliz trabajando la tierra, luego de que se retiró del fútbol, ha trabajado con la misma pasión como agricultor y ganadero, en la zona sur, en donde vive con sus padres don José y doña Alicia.
El exjugador de 60 años fue uno de los homenajeados el miércoles anterior, en el reconocimiento que se le hizo en el Museo de los Niños, a los 35 años de la gesta histórica de Italia 90, el primer mundial mayor al que acudió Costa Rica y el Policía conversó con este medio, para contar qué ha sido de su vida y lo qué lo hace feliz.
“Tengo que reconocer que el homenaje fue hermoso, superó mis expectiativas y lo primordial era encontrarme con algunos compañeros a los que tenía 30 años de no ver.
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“Al reencontrarnos quedó demostrado la calidad de grupo que éramos y el día anterior al homenaje (martes) conversaba con Guima y sacábamos cuentas de todo lo que ha pasado en estos años y la verdad estaba muy feliz, porque era necesario este reencuentro”, afirmó.
Gómez es padre de tres hijas: la mayor se llama Mariel y trabaja en el Hospital de Liberia como anestesióloga, la del medio; Angélica, trabaja con su esposo en una desarrolladora, se dedica a la construcción y su hija menor, Aymara, estudia Sicología.
A Róger se le llama Policía, porque en sus primeros años, antes de dedicarse al fútbol trabajó en la Fuerza Pública. Se le recuerda porque dentro de la cancha era inteligente para abrir espacios y por sus potentes remates de media distancia.
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Realizado
Gómez defendía los colores del Club Sport Cartaginés cuando fue tomado en cuenta por el técnico serbio Bora Milutinovic para participar en la Copa del Mundo.
Además vistió los colores del Herediano, Municipal Turrialba, Pérez Zeledón y se retiró con el Municipal Osa, en el 2002. Se coronó campeón con el equipo florense en 1993 y a nivel internacional consiguió con la Selección la primera Copa Centroamericana de la Uncaf, en 1991.
En su carrera marcó 119 goles en clubes y cuatro con la camisa Tricolor. El momento que más lo marcó en su carrera fue cuando anotó su tanto número 100. Jugaba con Pérez Zeledón y le anotó al Deportivo Saprissa.
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- ¿Cómo ha sido su vida luego del fútbol?
Me va muy bien, gracias a Dios. Después del fútbol la vida continúa y me ha sonreído. Cuando era futbolista desarrollé algunos proyectos, compré un par de fincas y en ellas plantamos palma aceitera, vivo en la zona sur.
Gracias a Dios tengo a mis papás vivos, entonces vivo con ellos allá.
- ¿Y cómo le va en esa faceta de agricultor y ganadero?
Cuando jugaba fútbol, en mi casa se cultivaba palma y desde hace años me dedico a la agricultura.
Cuando era un niño trabajé en una zona bananera y tengo muchos rasgos de agricultor.
- ¿Y qué es más fácil: jugársela en la tierra o en la cancha?
Las dos (risas), las dos producen y se puede salir adelante en ambas tareas.
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- ¿Cómo es el día a día en el campo?
La palma como plantación no lleva tanto trabajo. Pero, por ejemplo, cuando decimos que hay corta, que son tres o cuatro días, hay que estar ahí, porque hay que ver que la fruta esté buena, eso es de mucho cuidado.
- ¿Qué le dejó Italia 90?
Muchísimas cosas, en todos los sentidos. Creo que la vida cambió mucho durante esos tiempos y 35 años después la gente nos recuerda con mucho cariño.
Las generaciones han cambiado y es la gente de más edad que le cuentan a los más jóvenes sobre uno. Siempre se arrima alguien a hablar un poco de fútbol. Es bonito, es bonito sentir el cariño de la gente, como te repito, 35 años después.
- ¿Dimensiona lo que hicieron hace 35 años?
Claro, es una selección en la que nadie creía, nosotros no esperábamos una situación de esas. Pero conforme fue pasando el tiempo, Bora nos convenció de que podíamos hacer muchísimas cosas y nos la fuimos creyendo y hoy vemos todo lo bonito que fue, la gran experiencia que vivimos.
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- ¿Cómo analiza el fútbol de hoy?
Creo que vamos por buen camino, nosotros no tuvimos las condiciones que tienen los futbolistas hoy y yo me alegro porque lo que hicimos ayudó a abrir caminos.
De vez en cuando me doy unas mejengueadas, juego por lapsos de 20, 30 minutos, con amigos y me siento feliz. Me gusta ver partidos, es que uno siempre vivirá con eso.