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River Plate - Boca Juniors: De la final del mundo a la más larga del planeta

Aficionados estaban chivísimas con la segunda suspensión de la mejenga y dicen que lo mejor es que se juegue en otro país

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“¿Nao tem jogo?” (¿No hay partido?) preguntó un turista brasileño desconcertado mientras miles de aficionados de River Plate abandonaban este domingo el estadio Monumental, con los brazos caídos o diciendo insultos tras la nueva suspensión de la final de la Copa Libertadores ante el archirrival Boca Juniors.

Las inmediaciones del reducto argentino estaban colmadas desde temprano este domingo y pasado el mediodía los espectadores comenzaron a ingresar con normalidad, aunque pendientes de las noticias y los rumores sobre una nueva suspensión.

La hinchada de River volvió a entonar sus cánticos de aliento en los puntos de ingreso, como lo habían hecho el sábado, aunque con una seguridad notoriamente más reforzada tras el ataque con piedras y palos contra el autobús de Boca, que derivó en la suspensión del encuentro.

No pegan una
2 veces se suspendió ya el juego de vuelta de la final de la Libertadores.

Una hora después de que se abrieran las puertas del Monumental, la Conmebol anunció que nuevamente se suspendía el partido, esta vez sin fecha definida para jugarlo.

La noticia desató una lluvia de silbidos e insultos.

“Es una vergüenza, ¿será que piensan que la gente viene de acá a la vuelta?”, se quejó Hernán Curtis, de 40 años, quien llegó ilusionado desde Córdoba, a unos 800 kilómetros de Buenos Aires, para alentar a River Plate.

La prensa local, que había anunciado este superclásico por la Copa Libertadores como una final del mundo, ahora la llama la final más larga del planeta.

“Es una vergüenza, esto demuestra que en este país las minorías violentas doblegan a las mayorías pacíficas, se murió el fútbol”, sentenció Nicolás Terrada, 56 años y socio “desilusionado”.

Como si de una guerra se tratara, algunos simpatizantes piensan que la gran final debiera jugarse "en un país neutral”.

“Ya nada alcanza. No hay público visitante y pasa igual, estoy podrido”, confesó Ernesto Santo, mientras llevaba la bandera de River apretada con enojo entre los puños.

La presencia de hinchas visitantes está prohibida en Argentina desde 2013 por los frecuentes hechos de violencia.

En su opinión, la final, que aún no tiene fecha definida, debiera jugarse “sin público y en un tercer país, acá demostramos que no estamos para esto”, dijo con tristeza.

“Hay que calmar los ánimos”, dijo por su lado Inés La Rosa, de 37 años, que fue a alentar a River el sábado y el domingo, en compañía de su esposo y sus dos hijos.

“Ya se sabía que no se podía jugar, convocar a la gente fue un acto de irresponsabilidad, no piensan en la gente, a la Conmebol solo le importa el negocio. Ni River ni Boca merecen la copa, esa es la verdad”, resumió.

De su lado, los hinchas de Boca también descargaron su enojo.

“Estoy asqueado de todo”, dijo Guillermo Dell’Oro, de 61 años y socio xeneize, consultado en otro extremo de Buenos Aires.

“Por un lado me gustaría ganarles en el escritorio como ellos hicieron, pero si así fuera no podría festejar porque yo soy de Boca y quiero jugar los partidos, no como River”, dijo.

Las redes sociales también sirvieron de descargo a los enojados fanáticos.

“Final de semana a puro papelón. Del operativo de seguridad, de la Conmebol, menos de los jugadores y CD (Comisión Directiva) de Boca que se plantaron y defendieron al club”, escribió Juampi Reynoso.

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