El Novelón

Pescadores ticos que naufragaron 43 días sobrevivieron comiendo las tortugas que pescaban

Gregorio Collado, el capitán de la embarcación, dijo que en medio de esa ruda situación se reencontró con Dios y eso les dio esperanza

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Pescadores rescatados en el 2006.
Gregorio y su tripulación, en la que estaban dos de sus hijos vivieron una pesadilla de 43 días. Foto Archivo.

El capitán Gregorio Collado Taylor y cuatro muchachos que formaban su tripulación, entre ellos dos de sus hijos, vivieron una pesadilla de 43 días al quedar varados en medio del mar abierto sin alimentos ni agua que beber.

En esa difícil situación, de la que pensaron que no saldrían con vida, tuvieron que tomar medidas desesperadas, como por ejemplo, tomar si acaso medio vasito de agua por día y comer la carne de más de 100 tortugas que lograron pescar.

“No teníamos comida ni agua, estábamos sobreviviendo de tortugas, en esa travesía nos comimos más de cien tortugas para sobrevivir. Las tortugas se arrimaban a la orilla de la lancha a comer algas, entonces los muchachos estaban atentos para cazarlas”, dijo el capitán.

“Ahí mirábamos la vida, en la carne de las tortugas, porque era lo único que teníamos para comer”.

—  Gregorio Collado, capitán de la embarcación.

Esa terrible experiencia, que pareciera sacada de una película de náufragos, ocurrió hace 17 años; sin embargo, sigue estando muy fresca en la memoria de Gregorio, de 46 años, quien apenas logra contener las lágrimas cada vez que recuerda lo que él y su tripulación vivieron durante esos largos 43 días en altamar.

“Siempre que doy mi testimonio me pongo a llorar, porque es muy fuerte, me toca el sentimiento. Eso fue muy fuerte para mí, porque estábamos en altamar y solo se veía mar y cielo, nada más”, señaló.

Esa experiencia traumática cambió para siempre la vida de Collado, pues en medio de la desesperación que sentía él le hizo una promesa a Dios si los sacaba de ese lugar, y actualmente se esfuerza por cumplir esa promesa.

Pesca para pasar fin de año

La odisea que vivieron estos pescadores empezó el jueves 16 de noviembre del 2006, cuando salieron con su embarcación, de nombre “Piscis III”, desde playas del Coco, en Guanacaste, hacia el golfo de Papagayo, cerca de la frontera con Nicaragua.

La tripulación estaba conformada por Collado, sus dos hijos: Manuel y Gregorio, quienes tenían 17 y 18 años, respectivamente; Roger Quintero Dávila, de 18; y Kevin Avilés Reyes, de 15 años y quien es sobrino del capitán de dicho barco.

“En ese tiempo la pesca estaba muy buena y estábamos a unos días de Navidad, entonces la idea de nosotros como familia era salir a pescar para ganarnos un poquito de dinero para pasar celebrar y pasar juntos la Navidad y el Fin de Año”, recordó Collado.

Para ese viaje la tripulación había llevado alimentos para 14 días, tiempo en el que se mantendrían pescando; sin embargo, sus planes cambiaron al día siguiente, cuando Gregorio descubrió que el motor de la embarcación había sufrido una grave falla mecánica.

Pescadores rescatados en el 2006.
Pese a la traumática experiencia, Gregorio sigue muy ligado al mar. Foto cortesía Gregorio Collado.

“Una manguera del reversible se me averío y no andábamos el repuesto. Fue muy duro porque alrededor nuestro había más embarcaciones trabajando y llamé por radio a varias, me contestaron y me dijeron que nos iban a ayudar, pero la ayuda nunca llegó.

“Hice diferentes llamadas, pero las baterías se acabaron y la corriente nos fue metiendo hacia el oeste de Nicaragua, hasta que quedamos a la deriva, ya no se veían los cerros, solo veíamos mar y cielo”.

A la deriva

Collado aún recuerda el momento en el que tuvo que decirle a su tripulación que se encontraban a la deriva, pues el semblante de los cuatro muchachos cambió al instante, en sus ojos se podía ver el miedo y la angustia que sentían ante esa situación.

“Yo en ese momento tenía 46 años, pero todos ellos estaban muy jóvenes, no tenían mucha experiencia en el mar”, añadió el capitán.

Las primeras dos semanas la tripulación se la jugó con los alimentos que llevaban, sin embargo, la comida y el agua empezaron a escasear y por eso tuvieron que recolectar agua de lluvia, pero todo empeoró aún más cuando la lluvia también se olvidó de ellos.

“Racionábamos el agua hasta donde podíamos, nos tomábamos medio vasito por día cada uno; sin embargo, ellos se levantan en la noche a tomar agua a escondidas con una manguera, pero yo los entendía”.

Cuando la comida se acabó del todo a los pescadores no les quedó otra más que echar mano de sus habilidades para pescar las tortugas que se acercaban al barco. Esa carne les dio fuerza para seguir adelante, pero también les causó muchos problemas estomacales.

“Ya se nos había terminado el gas, entonces como andábamos ollas grandes comenzamos a quitarle la parte del techo a la embarcación para usar la leña para calentar la olla y cocinar la carne de tortuga, otra parte de la carne la poníamos a asolear con un poquito de sal, de una u otra manera ahí subsistíamos”, contó el capitán.

Desesperados

Los días se convirtieron en semanas y la desesperación se fue apoderando de los más jóvenes de la tripulación, quienes ya habían perdido toda esperanza de ser rescatados.

“Estábamos al frente de Guatemala, al frente de una isla que se llama San Andrés, prácticamente ahí estábamos a la voluntad de Dios, porque no había nadie que nos rescatara, veíamos los aviones pasar, les hacíamos señas y nada, los barcos también pasaban, pero no veían nuestras señales”.

Collado contó que esos días fueron muy duros para él, pues pasó varias noches en vela escuchando cómo los jóvenes sollozaban como niños, incluso reconoció que en muchas ocasiones él tampoco pudo contener las lágrimas, pero evitaba que los jóvenes se dieran cuenta.

Pescadores rescatados en el 2006.
Una patrullera de guardacostas fue la que llevó a la tripulación hasta el muelle de Golfito.

El capitán dijo que muchas de esas noches no cerraba los ojos para vigilar a sus hijos y a los otros dos muchachos, pues temía que estos atentaran contra sus propias vidas, pues habían llegado a un nivel de desesperación extremo.

“Yo no dormía, estaba siempre como un centinela vigilando que ellos no hicieran nada malo. Eso me marcó la vida de verdad, fue algo muy poderoso, porque hasta el día de hoy cuando recuerdo todo eso y lloro, porque sé lo que sufrimos”.

De día las cosas cambiaban, pues Gregorio hacía todo lo posible para que su tripulación mantuviera la mente ocupada, los ponía a hacer algunos trabajos e incluso tenían horas específicas para hacer juegos y orar.

Se entregaron a Cristo

En medio de esa terrible situación, abandonados en medio del mar y con pocas esperanzas de ser rescatados, el capitán recordó cómo en muchas ocasiones le hablaron de Cristo e incluso le pidieron que se pusiera a su servicio, pero él siempre puso resistencia.

Incluso pocos días antes de iniciar el viaje, unas personas le dieron ese mismo mensaje, pero prefirió continuar con la travesía.

“Endurecí mi corazón y me fui al mar, pero estando en altamar, en ese momento tan difícil viendo la situación de mis hijos y de los otros muchachos, de repente llegó a mí la presencia de Dios, se me abrió la mente. Lo primero que hice fue entregarle la vida a Cristo y me reconcilié con él.

“Desde ese momento empecé a ver las cosas diferentes, llegó a mi un espíritu de fe, de positivismo, de que si íbamos a lograrlo porque Dios nos iba a dar la salida”, recordó.

“Fue a través de Dios que lo logramos, porque yo entendí que humanamente no podíamos hacerlo”.

—  Gregorio Collado, capitán de la embarcación.

Collado contó que sus hijos y los otros muchachos también se convirtieron a Cristo, esto lo hicieron de rodillas en la embarcación y en medio de lágrimas. Según el capitán, ese fue el cambio que hizo la diferencia para que no se rindieran.

Rescatados

Pescadores rescatados en el 2006.
Gregorio asegura estar agradecido con Dios porque le permitió regresar con su familia. Foto Gregorio Collado.

El 31 de diciembre del 2006 se concretó el milagro por el que la tripulación había rezado tanto, pues tras largos días de desesperación en el horizonte apareció un mercante con bandera polaca, el cual se dirigía al canal de Panamá.

“Veíamos que el barco venía recto hacia nosotros, ya todos estábamos preparados, pero nos pasó como a 200 metros y se desvío. Por un momento sentimos tristeza, porque pensamos que no nos vieron, pero como a 400 metros pegó tres pitazos, ahí fue cuando nos abrazamos, brincamos de alegría y lloramos juntos”.

“Ese barco se llamaba “Warrior”, nunca se me va a olvidar”.

—  Gregorio Collado, capitán de la embarcación.

Desde el enorme barco dieron aviso a las autoridades ticas sobre el milagro que se encontraron de camino, por lo que de inmediato el Servicio de Guardacostas envió una patrullera para que topara la embarcación y llevara a los náufragos al puerto de Golfito.

Una promesa

Gregorio aún recuerda cuando él y su tripulación regresaron a casa, para todos fue una grata sorpresa, pues ya muchas personas los habían dado por muertos, pues jamás imaginaron que un milagro así pudiera suceder.

El capitán contó que estando en el medio de la nada le hizo una promesa a Dios, la cual sigue cumpliendo hasta el día de hoy.

“Yo le prometí al Señor que si me sacaba del mar iba a servirle, y hasta el día de hoy lo estoy haciendo, porque ahora estoy pastoreando una iglesia en playa Panamá, y cada día me estoy capacitando para aprender un poco más para servirle con excelencia”.

Como parte de esa promesa, Collado se ha encargado de dar a conocer su testimonio por distintos puntos del país, pues considera que su historia lleva esperanza a las personas y les permite acercarse a Dios.

Además de ser pastor en la iglesia, Gregorio se sigue dedicando a la pesca, más que todo buceando, pues es una actividad que siempre lo ha apasionado. Ni siquiera esa traumática experiencia logró alejarlo del mar.

Adrián Galeano Calvo

Adrián Galeano Calvo

Periodista de Sucesos y Judiciales en el periódico La Teja desde 2017. Cuenta con un bachillerato en Relaciones Públicas de la Universidad Latina y una licenciatura en Comunicación de Mercadeo de la UAM. En el 2022 recibió el premio a periodista del año del periódico La Teja.

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