William Rodríguez, un migrante nicaragüense de 48 años, dejó su país natal para buscar mejores oportunidades laborales y brindar apoyo a su familia.
Actualmente reside en Costa Rica, donde se dedica a la venta de bolsitas de cebolla, chile dulce y tomate, que ofrece a 500 colones.
LEA MÁS: Don Manuel, el guardián de las melcochas que endulza el mercado Central
Su historia salió a la luz en nuestra búsqueda de héroes anónimos, esas personas que, desde el esfuerzo cotidiano, logran marcar una diferencia.
Jornadas que inician antes del amanecer
“Yo vivo en la zona roja y nos levantamos (él y su esposa) a veces a las 3 a.m., para conseguir producto bien fresquito, para no vender mal a la gente”, relató.
LEA MÁS: La florista del mercado Central que mantiene vivo el legado de su madre con alzheimer
Desde muy temprano, William y su esposa seleccionan el producto que lavan, clasifican y preparan, cuidando cada detalle para ofrecer calidad a sus clientes.
Trabajo constante y motivación familiar
Entre las 10 a.m. y las 11 a.m., cada uno toma rumbos distintos por la capital, empujando su carrito y ofreciendo los productos.
Dependiendo de cómo se desarrollen las ventas, la jornada puede extenderse hasta las 9 p.m., en días largos y exigentes.
“Llevamos como un año vendiendo. Antes yo trabajaba en construcción, pero el pago era muy malo, entonces prefiero trabajar aquí y ganar un poco mejor”, explicó el vendedor.
Aunque William vive únicamente con su esposa, no se olvida de sus hijos que permanecen en Nicaragua. Ellos representan su mayor motivación y la razón por la que, día tras día, continúa madrugando y luchando por un futuro más estable.
