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Lo primero que hicieron varios individuos musculosos fue quitarme el teléfono celular. Me habían interceptado en la calle al salir de una entrevista en la ciudad natal del finado presidente Hugo Chávez y me habían metido en una camioneta negra. El corazón me latía fuerte en el asiento trasero, entre los hombres y dos mujeres. Vi unas viviendas de bloques de hormigón y traté de recordar las clases que había tomado antes de venir a Venezuela sobre cómo manejarse durante un secuestro. La recomendación era tratar de hacer que a una la vean a una como un ser humano.