Lindsay Sandiford, una británica de 69 años, permanece en el corredor de la muerte en Indonesia desde 2013, cuando fue condenada por intentar contrabandear cocaína por valor de 1,6 millones de libras esterlinas (aproximadamente 1.083 millones de colones) en su equipaje.
Detenida en el aeropuerto de Bali, sigue a la espera de su sentencia y, tras años de espera y apelaciones denegadas, declaró en una conversación con otra reclusa que “quiere morir pronto”.
Detalles del incidente
El caso es uno de los más comentados en relación con las peores leyes antidrogas del país, algunas de las más severas del mundo. La ley indonesia prevé la pena de muerte por fusilamiento para delitos relacionados con el narcotráfico a gran escala.
Según el Daily Record, los soldados se ubican en un campo abierto, donde pueden elegir entre estar de pie o sentados antes de disparar al corazón. Si la víctima sobrevive, el comandante se ve obligado a dispararle en la cabeza.
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Las últimas ejecuciones tuvieron lugar en 2015. Desde entonces, alrededor de 130 personas, entre ellas Lindsay, han estado esperando el resultado de sus casos, según datos de Wales Online.
Sobre Lindsay
Antes de su arresto, Lindsay trabajaba en un bufete de abogados en Cheltenham, Inglaterra. Separada y con dificultades económicas, decidió mudarse a la India en 2012, pero fue interceptado al llegar a Bali con una cantidad considerable de cocaína.
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La policía inicialmente afirmó que fue coaccionado por traficantes internacionales que amenazaron a su familia, pero luego confesó haber sido guiada por Julian Ponder, un británico residente en Bali, y su pareja, Rachel Dougall.
A pesar de cooperar con la operación policial que condujo al arresto de Julian, Lindsay recibió la pena de muerte, desafiando la recomendación de la fiscalía de 15 años de prisión.
Sus abogados argumentaron problemas de salud mental y coacción, pero el tribunal confirmó la pena máxima. Julian logró reducir sus alegatos y cumplió seis años por posesión de drogas.
Desde entonces, Lindsay ha vivido en la superpoblada prisión de Kerobokan, que alberga a más de 1.400 reclusas en un espacio diseñado para 300. Para sobrevivir, teje prendas y enseña la técnica a otras reclusas. Sin embargo, según declaró la exreclusa Heather Mack al Daily Star, Lindsay se ha estado aislando en los últimos meses.
Declaraciones Oficiales
En una de las conversaciones, ella reflexionó sobre la muerte: “No es exactamente una muerte que elegiría, pero tampoco elegiría morir agonizando por el cáncer. Siento que puedo con ello. Pero cuando suceda, no quiero que mi familia venga. No quiero problemas. Lo único seguro de la vida es que nadie sale vivo”. Añadió: “Quiero morir pronto”.
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A pesar de la perspectiva, Lindsay dice sentirse “bendecida” por haber visto crecer a sus hijos y ser conocida por sus nietos.
“Mi pensamiento es: ‘Si quieren dispararme, dispárenme. Adelante’”, declaró mientras esperaba su ejecución.