La Familia Peluda

De una caja de cerveza salieron los amores más grandes de su vida

Doña Laura Guevara rescató a dos gatos recién nacidos que tiraron en la calle y, sin imaginarlo, esos gaticos cambiaron su forma de ver el amor y la vida

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A veces el amor llega envuelto en lo más inesperado: una cajita de cerveza, una tarde cualquiera y cuatro pelotitas de vida que ni siquiera habían abierto los ojos.

Así comenzó la historia de doña Laura Guevara, una vecina del Tuetal Sur de Alajuela que jamás pensó que se convertiría en mamá de dos bellos gaticos.

“Yo nunca había tenido gatos, ni me gustaban mucho, la verdad”, confiesa entre risas.

Pero todo cambió aquel día en que un agente repartidor de Coca-Cola estacionó frente al lugar donde ella trabaja y comentó que alguien le había tirado una caja y él estaba casi seguro que eran o perritos o gaticos. Cuando fueron a ver, encontraron cuatro gaticos recién nacidos que cabían en la palma de la mano.

Laura Guevara rescató dos gaticos, Ronroneo y Moly, los cuales botaron recién nacidos en una caja de cervezas.
Ronroneo y Moly (blanco con anaranjado), los gaticos que llegaron en una cajita de cerveza y se robaron el corazón de doña Laura. (Cortesía/Cortesía)

“Estaban ahí, sin abrir los ojitos, fríos, temblando… no podía creer que alguien los hubiera dejado así”, recuerda Laura, conmovida.

“Mi jefe me dijo: ‘Son unos gatos recién nacidos’, y yo me puse a llorar. No soportaba pensar que se podían morir”.

De inmediato llamó a su hija Leslie, que estaba en casa sin trabajo, y entre las dos se convirtieron en rescatistas improvisadas.

“Nos fuimos a comprar chuponcitos, leche especial, cobijitas y arena. Imagínese, ni sabíamos cómo cuidarlos, pero el instinto y el amor fueron más fuertes”, dice con orgullo.

Durante semanas, mamá e hija se turnaron para darles leche cada cuatro horas, limpiarlos, mantenerlos calientitos y enseñarles a usar la arena.

“Era como tener bebés otra vez”, bromea. “Les dábamos su lechita, los limpiábamos con trapitos y los dormíamos en una cajita cerca de la cama”.

Laura Guevara rescató dos gaticos, Ronroneo y Moly, los cuales botaron recién nacidos en una caja de cervezas.
Con chupones y leche especial, Laura y su hija Leslie criaron a los mininos desde que tenían apenas días de nacidos. (Cortesía/Cortesía)

Los bautizaron como Ronroneo y Moly, y aunque al principio pensaron en darlos en adopción, el cariño pudo más.

“Mi hija me dijo llorando: ‘Mami, ¿Cómo los vamos a regalar después de todo lo que hemos pasado con ellos?’”, cuenta doña Laura, quien recuerda ese momento como uno de los más dulces de su vida.

Hoy, cuando ve a los dos corriendo por la casa, no puede evitar sonreír.

“Yo creo que Dios me puso esos gaticos en el camino. No fue casualidad. Ese día no me tocaba trabajar, pero mi jefe me cambió el turno, y vea lo que pasó. Como que estaban destinados para nosotras”, dice con fe esta mamá humana, quien nos confirma que sus gaticos ya tienen 8 meses de vida.

En casa de Laura ya vivían dos perros american stafford, también rescatados, llamados Doby y Terry, además, hay uno de la hija que se llama Marley. Al principio no sabían cómo reaccionarían ante los nuevos habitantes felinos.

Laura Guevara rescató dos gaticos, Ronroneo y Moly, los cuales botaron recién nacidos en una caja de cervezas.
Doña Laura Guevara, vecina del sur de San José, convirtió su casa en un refugio de amor felino. (Cortesía/Cortesía)

“Pasaban asustados, no entendían qué era eso que maullaba todo el día, pero con el tiempo se acostumbraron y ahora juegan juntos”, relata entre carcajadas. “A veces duermen todos juntos, uno encima del otro. Es increíble cómo se adaptaron”.

Incluso, un gato callejero, al que bautizaron como Michipachi, llega a diario a comer.

“Vea, él ya sabe que aquí hay amor. Llega, come, duerme un rato y se va. Es parte de la familia aunque realmente es callejero”, asegura.

Lo que empezó como un acto de compasión se convirtió en una lección de vida.

Laura Guevara rescató dos gaticos, Ronroneo y Moly, los cuales botaron recién nacidos en una caja de cervezas.
Los perros de la familia también adoptaron a los gaticos y hoy todos comparten techo y cariño. (Cortesía/Cortesía)

“Yo antes no entendía a los gatos, pensaba que eran fríos o ariscos, pero ahora me doy cuenta de que también aman, solo que a su manera”, reconoce doña Laura.

Hoy no se imagina su hogar sin ellos. “Si escucho un maullido en la calle, me parte el alma. Creo que Dios me puso esos gaticos en el camino para enseñarme a amar diferente, sin condiciones”, afirma.

Su hija Leslie, de 24 años, comparte el sentimiento.

“Ellos nos enseñaron paciencia, ternura y responsabilidad. Son parte de nuestra historia. Ya no podríamos vivir sin ellos”, dice.

Laura Guevara rescató dos gaticos, Ronroneo y Moly, los cuales botaron recién nacidos en una caja de cervezas.
“Dios me mandó esos gaticos para enseñarme a amar diferente”, dice Laura, mientras Roneo se acurruca en su regazo. (Cortesía/Cortesía)

Bajo su techo, sus perros y gatos duermen juntos, comen juntos y hasta se acompañan cuando alguien está triste.

“Ellos sienten cuando uno está mal, llegan, se acurrucan y no se separan. Es un amor diferente, pero igual de real”, afirma la mamá humana.

Laura Guevara rescató dos gaticos, Ronroneo y Moly, los cuales botaron recién nacidos en una caja de cervezas.
Ronroneo es una pelotica de puro cariño con la familia de doña Laura. (Cortesía/Cortesía)

Aquel día, en esa cajita de cerveza, no solo había dos gatitos abandonados. También venía una lección de ternura, esperanza y rescate.

Laura Guevara rescató dos gaticos, Ronroneo y Moly, los cuales botaron recién nacidos en una caja de cervezas.
Eso sí, los gaticos salieron bien buenos para el chisme, pasan pegados a la ventana. (Cortesía/Cortesía)

Porque a veces, los seres más pequeños son los que terminan llenando de amor los espacios más grandes del corazón.

Eduardo Vega

Eduardo Vega

Periodista desde 1994. Bachiller en Análisis de Sistemas de la Universidad Federada y egresado del posgrado en Comunicación de la UCR. Periodista del Año de La Teja en el 2017. Cubrió la Copa del Mundo Sub-20 de la FIFA en el 2001 en Argentina; la Copa del Mundo Mayor de la FIFA del 2010 en Sudáfrica; Copa de Oro en el 2007.

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