Don José María Fallas, mejor conocido como Pepe, y su esposa, doña Daisy Elizondo, jamás imaginaron que, siendo ya ciudadanos de oro, el café dejaría de ser solo la bebida que acompañaba sus mañanas en un jarro para convertirse en la pasión y el sustento de sus vidas.
Ambos tienen 76 años, viven en Tarbaca y son los dueños de la finca y el beneficio Doña Daisy, considerado el beneficio más pequeño de Costa Rica.
Su historia es tan increíble como inspiradora: empezaron a sembrar café después de los 65 años, sin tener la menor idea de agricultura y hoy sus granos Geisha viajan a Inglaterra, Suecia, Japón, Australia, Corea del Sur, Singapur, España, Italia y hasta China.
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Inicio dorado
Pepe nació en Plaza Víquez y hace 40 años se mudó con Daisy a Tarbaca. En San José trabajaba como empresario y en otras actividades que nada tenían que ver con el campo. Doña Daisy, por su parte, fue muchos años secretaria ejecutiva bilingüe. Ninguno sabía nada de nada sobre agricultura.
Todo cambió cuando acompañaron a una de sus hijas, que estudiaba veterinaria, a vender unas cabras en Santa María de Dota. Allí conocieron la variedad de café Geisha. Pepe, curioso, pidió una plantita, pero el dueño le dijo que no, que se fuera a Panamá a comprarla. Aun así, consiguió semillas en el CATIE y empezó, casi a ciegas, a sembrarlas.
“Yo casi pongo una mata encima de la otra. No sabía ni cómo sembrarlas ni cómo cuidarlas. Me enseñaron que debía ponerlas cada tres metros, y que había que alimentarlas y darles mantenimiento. Empezamos de cero ya con nuestra vida hecha totalmente”, recuerda don Pepe entre risas.
Aprender del café
La primera mata la sembraron hace unos 10 años. Al inicio fueron 500 y hoy ya cuentan con unas 5.000 plantas distribuidas en una hectárea y media. La finca produce alrededor de 40 quintales por cosecha, que se recolectan con paciencia y mucho amor cada año entre noviembre y mayo.
Los ingenieros agrónomos Marco Céspedes y Rodrigo Jiménez comenzaron a asesorarlos sin cobrarles un solo colón. Así, con apoyo, paciencia y gran esfuerzo, los abuelitos aprendieron a fertilizar, podar, proteger y cosechar sus matas como verdaderos cafetaleros dorados.
Cada grano se recoge maduro y a mano. Luego lo secan al sol en lo que se conoce como camas africanas, aplicando tres procesos: lavado, honey y natural. El resultado: un café Geisha de altísima calidad, demandado en el mercado internacional.
Geisha de oro
El Geisha es considerado uno de los cafés más finos y caros del mundo. En Panamá, un kilo ha llegado a venderse en 30 mil dólares (más de 15 millones de colones) en subasta.
Aunque en Costa Rica el mercado aún es limitado, el matrimonio de oro ha logrado vender su café hasta en 2.500 dólares el quintal (1.275.000 colones), unas 15 veces más que el precio pagado por un café normal.
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“Un saco se vende rápido porque las cafeterías de renombre compran apenas dos o tres sacos. El Geisha es especial, diferente. Cada mata es un ser vivo, y uno tiene que darle cariño, buena comida y protección. Ellas agradecen”, dice don Pepe con la voz entre orgullo y ternura.
Desde Tarbaca
Hace una década llevaron sus primeras muestras a dos empresas. Una las rechazó, pero la otra abrió la puerta al mundo. Desde entonces exportan a Inglaterra, Suecia, Japón, Australia y Corea del Sur, entre otros países. Incluso, uno de los compradores más reconocidos del planeta, el japonés Kentaro Maruyama, los visitó en su casa de Tarbaca para probar personalmente el café.
“Nunca imaginé que el café me iba a dar de comer a mi edad. Aquí han venido japoneses, europeos, gente muy importante del mundo del café. Ha sido una experiencia increíble”, cuenta el abuelito quien nos advierte que su cafecito también se vende aquí, puede pedirlo al: 8375-0606.
Yunta pareja
La finca Doña Daisy no es solo un proyecto de café, es un proyecto de vida compartido. Don Pepe y doña Daisy son una yunta que ha jalado parejo en todo: criaron seis hijos, trabajaron en diferentes oficios y ahora, en su vejez, encontraron en el café una nueva ilusión.
“Yo tampoco sabía nada, nada más servirme el café en un jarro. Jamás pensé que tan adulta iba a estar escogiendo granos para exportación con lámpara ultravioleta. La vida sorprende”, dice doña Daisy, sonriendo.
El café de fiesta
Cada 1 de octubre, el mundo celebra el Día Internacional del Café, fecha establecida por la Organización Internacional del Café (ICO) para reconocer a los caficultores de todo el planeta. Y en Costa Rica, tierra cafetalera por excelencia, la historia de este matrimonio dorado cobra aún más sentido.
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Don Pepe y doña Daisy son un recordatorio de que nunca es tarde para empezar, que la vida siempre tiene nuevas cosechas, y que el café no solo se sirve en un jarro, también se siembra, se cuida y se exporta con amor.