En un pequeño local, ubicado en una esquina en barrio Pitahaya, en San José, una pareja nicaragüense, María González y Jhoany Castillo, da calor a sus clientes con sus panes y repostería, hechos con mucho amor.
Ellos venden panes que la población disfruta comer en sus tardes de café, desde hace 15 años. Este negocio surgió para esta familia después de que saliera una oportunidad en San Francisco de Concepción de Tres Ríos, en Cartago.
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En aquel entonces, corrió el rumor de que había un señor que puso en alquiler su panadería, por lo que doña María y don Jhoany averiguaron si era cierto y si el presupuesto que habían ahorrado alcanzaba para abrir un negocio propio: Panadería y Respostería Castillo.
“No teníamos nada, solo el poquito de dinero que teníamos ahorrado. Queríamos ver de verdad si nos servía alquilarla. Hablamos con el señor y nos ofreció alquilarla con todo. Nos dio chance de pagarle el depósito en un lapso de tiempo”, contó doña María a La Teja.
En ese momento, ella trabajaba como dependiente de tienda; sin embargo, como tenía que dedicarle todo su tiempo a la panadería, renunció, mientras que don Jhoany laboraba en otra panadería en Curridabat y, cuando terminaba su jornada, se iba a trabajar en la propia.
Además, el papá de don Jhoany, Manuel Castillo, trabajó varios años en el negocito junto con su hijo y su nuera.
“Era cansado, pero era algo que queríamos. Queríamos salir adelante. Me levantaba a las 3:30 a.m., agarraba el bus a las 4:20 a.m. para llegar a Curridabat más o menos a las 5 a.m. y trabajaba todo el día. Salía entre 1:30 p.m. y 2 p.m. y regresaba al barrio a seguir trabajando ahí en la panadería”, contó don Jhoany.
Unos años después, la familia decidió crecer con su negocio, por lo que encontraron un local en barrio Pitahaya. Al principio, tenían miedo, pues tenían que empezar desde cero, pero han tenido éxito desde entonces.
Los chicos de un colegio que está cerca de la panadería les compran pan y repostería, así como vecinos en la zona y empleados de diferentes empresas. Además, los clientes que habían conseguido en Concepción de Tres Ríos todavía les hacen pedidos.
“Nos ha ido superbién, no podemos quejarnos, solo darle gracias a Dios porque nos ha mantenido aquí, nos ha mantenido estables, con trabajo”, dijo doña María.
Lo lleva en la sangre
La pasión por la panadería la lleva don Jhoany en la sangre, pues su papá fue panadero toda su vida.
“Allá en Nicaragua, mi papá era panadero. Él, toda la vida, desde que yo tengo memoria, trabajó en panadería. A mí me gustaba desde chiquito, desde que tenía unos 9 o 10 años. Llegaba de la escuela y me iba para la panadería a trabajar con él”, recordó.
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“Cuando mi papá se vino a Costa Rica, yo tenía 12 años. Cuando cumplí la mayoría de edad, conseguí un trabajo como panadero”, añadió.
Por otra parte, doña María, quien se mudó a Costa Rica hace más de 30 años con su familia, no tenía ni idea cómo hacer pan. Nunca pensó que iba a ser panadera ni repostera, pero tuvo que aprender a amasar.
“En lo personal, nunca pensé llegar a aprender a hacer pan, no me imaginaba haciéndolo, pero pensé: ‘Necesito aprender porque esto es lo que nos da comer y si él (don Jhoany) se enferma o le pasa algo, yo puedo sacar adelante el negocio, tener el conocimiento exacto de lo que se hace y lo que no se hace, cómo se trabaja’. Me fue apasionando (la panadería)”, dijo.
Ella llevó cursos de repostería, cuyo conocimiento le permite hace arrollados de dulce de leche, cremitas, budín, arrollados de arándanos, rosas dulces y más.
“Todo lo hacemos pensando en el amor que le metemos, como si fuéramos a dárselo a la persona más especial. Es como un regalo especial que le hacemos a la gente”, expresó doña María.
Un mejor futuro para su hijo
Doña María y don Jhoany son padres de Geovanny Castillo, un joven de 22 años que dedica parte de su tiempo al negocio, así como a sus estudios universitarios.
Sus padres describieron a Geovanny como su mundo. Ellos establecieron la panadería pensando en darle un mejor futuro a él.
“Aparte de que estudia, viene a ayudarnos. Es muy importante que él aprenda el negocio porque nosotros no somos eternos. Es nuestro legado. Aprendió a hacer muchas cosas y le sale todo muy bien, tiene muy buena mano de panadero”, contó doña María.
Por su parte, don Jhoany comentó que incluso su hijo aprovecha algunos días de las vacaciones para ayudar en el negocio.
“Trabajamos para él. Él tiene su sueño de estudio, es muy importante estudiar, pero siempre ayuda cuando puede”, dijo.
“Si tienen un sueño, arriésguense”
La pareja alentó a otros compatriotas, así como otras personas, a arriesgarse para lanzar un negocio.
“No se queden solo en el querer porque sí se puede. Dice el dicho: ‘El que no se echa al agua, no aprenden a nadar’. Que no les dé miedo porque en este país hay oportunidades y se puede lograr salir adelante. Cada persona tiene capacidad y ese poder interno para luchar por sus sueños, sus metas, sus proyectos”, dijo doña María.
Don Jhoany compartió que uno tiene que arriesgarse, pues solo así se va a dar cuenta si es capaz de sacar ese sueño adelante.
“Sí se puede con esfuerzo, con dedicación, haciendo las cosas con amor. Nosotros hemos salido adelante, ya por más de 15 años y seguimos luchando. Los sueños sí se pueden cumplir”, expresó.
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