En una montaña de Costa Rica, en plena noche de San Juan, rodeada de hogueras, rezos antiguos y bajo la protección de otras brujas experimentadas, una adolescente fue iniciada en el arte de la brujería.
No era cualquier día, era el 24 de junio, la noche más poderosa del año para el mundo espiritual. Y no era cualquier muchacha, era Daniela Quesada Vargas, quien justo ese día cumplía 15 años. La fecha no era coincidencia, era destino.
Hoy, con 17 años, esta joven de Desamparados es reconocida como la bruja más joven de Costa Rica, pero no se trata de un título inventado ni una moda pasajera: Daniela es una bruja de linaje, de herencia, de conexión ancestral y, sobre todo, de propósito.
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“Yo nací bruja, no es que me volví bruja a los 15. Desde chiquitita veo cosas, veo muertos, hablo con ellos como si fueran personas normales. Me dan mensajes para familiares o gente que yo ni conozco. En la casa pensaban que me estaba volviendo loca”, cuenta con una paz que solo alguien que ha hecho las paces con el más allá puede tener.
Entre gallos y espíritus
Daniela viene de una estirpe de brujas. Es bruja de tercera generación: su abuelo paterno, un señor que apostaba en peleas de gallos, le hacía agüizotes a su gallo favorito, uno que nunca perdía peleas y por eso hasta le decían que ese gallo tenía un pacto con el diablo. Y su bisabuela, por parte materna, era una indígena bribri de Pérez Zeledón.
“Mi linaje viene de esa parte indígena. Pero yo no sabía cómo manejar todo eso. Desde los 12, comencé a sentir cosas más fuertes. Hasta que busqué ayuda porque los demonios me estaban molestando. Me atacaban entidades de bajo astral, lo que conocemos como espíritus malignos”, recuerda.
Fue entonces cuando recibió ayuda del Centro Esotérico Mithzi Tarot, de la bruja de cuarta generación, Mithzi Bonilla, una guía espiritual, quien no solo la ayudó a entender lo que estaba viviendo, sino que le hizo un estudio espiritual profundo.
“Ella me dijo que yo tenía un linaje de médium y de bruja indígena. También descubrió que nacer el 24 de junio era una señal clarísima de que soy bruja: ese día es cuando el velo entre el mundo terrenal y espiritual está más delgado. Es la noche más mágica del año, es la Noche de San Juan”, explica Daniela.
Búho y escoba
El día que cumplió 15 años, Daniela fue llevada a una montaña, con otras mujeres sabias, y fue iniciada formalmente como bruja. Ahí, entre cánticos, fuego y mucho poder, se le reveló su animal guía: un búho.
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“El búho es mi compañero espiritual. Me ayuda cuando leo cartas, me da inteligencia, me protege. Es un animal que ve en la oscuridad y eso mismo me ayuda a ver más allá de lo evidente en las personas”, dice orgullosa.
Ese día también recibió su escoba, la cual simboliza el inicio del camino mágico, no para volar como en los cuentos, sino como señal de limpieza, de camino, de protección.
A Daniela no le gusta andar diciéndole a todo el mundo que es bruja, no por miedo, sino porque la brujería aún es muy mal vista.
“Muchos piensan que una bruja es una mujer mala, que hace daño. Y no es así. Yo practico magia blanca, me gusta ayudar a la gente, sobre todo en el amor. Mis cartas del tarot son rosadas, porque trabajo con energía del amor. El rosado es mi color, el del corazón”, explica.
Además de leer cartas, también estudia numerología, esoterismo, medicina holística y participa en ceremonias de brujas mayores. Está preparándose para crecer con conocimiento y responsabilidad.
“Una bruja sin conocimiento puede usar sus dones sin saber lo que hace, y eso es peligroso. Por eso yo estoy aprendiendo a protegerme, a cerrar portales, a hacer limpiezas energéticas. Si uno no se cuida, la energía negativa rebota y le puede afectar el alma”, asegura.
Hija de la santa Muerte
Daniela no está sola. Tiene una deidad que la guía y la protege: la santa Muerte. La tiene en su altar, le habla, le agradece.
“Ella es mi guía. Yo la escucho, ella me cuida. Me protege cuando hago un ritual, cuando abro cartas, cuando sueño. Es una conexión muy fuerte. Me da paz”, confiesa.
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Este octubre tiene un viaje soñado: irá a México para pasar el 31 de octubre (Día de las Brujas) y el 2 de noviembre (Día de los Muertos) allá, en plena tierra de magia, altares y tradición.
“Sé que será una experiencia intensa. Quiero aprender, absorber, vivir esas energías tan potentes que hay en esos días en México”, dice ilusionada.
Daniela invita a otras jóvenes interesadas en este camino espiritual a no hacerlo solas ni por moda, sino con respeto, guía y propósito.
Por eso, el próximo 24 de junio, Día de San Juan, participará en una nueva ceremonia en la montaña, donde se harán iniciaciones, habrá charlas de brujas mayores y rituales.
“Ser bruja no es hacer maldades. Es aprender a vivir con los dones que uno tiene, usarlos con responsabilidad y amor. Y, sobre todo, nunca hacer brujería sin conocimiento”, concluye.
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Daniela estudia inglés y computación en un instituto privado, pero su alma vive entre dos mundos: el terrenal y el espiritual. Y desde ahí, vuela con su búho, ayudando a quien de verdad lo necesita.