Rodrigo Ureña Monge, vecino del barrio Guadalupe de Tarrazú, en plena Zona de los Santos, tiene una historia que combina café, madrugadas y mucha perseverancia.
Con apenas 18 años, este muchacho de zona rural (crecido literalmente entre cafetales) logró destacar entre los mejores promedios del examen de admisión 2025-2026 del Tecnológico de Costa Rica (TEC), un logro que él mismo describe como “un lindo regalo” de cumpleaños, porque el recién pasado 7 de diciembre lo festejó.
Para entender la magnitud de su logro, basta ver lo ocurrido este año en el proceso de admisión del TEC. Una de las mejores notas obtenidas fue la de la joven Andrea Ebanks Reyes del Colegio Científico de Alajuela, quien alcanzó los 800 puntos, la calificación perfecta.
La segunda de Esteban Arias Corrales del Colegio Humanístico Costarricense-Sede Chorotega con 799,74 y en tercer lugar, Rodrigo, del Liceo de Tarrazú, con 785,79 puntos.
Criado entre matas de café
Rodrigo siempre ha estado cerca del campo y su historia está profundamente marcada por el olor de los cafetales.
“Mi papá es agricultor del café. Siempre me ha tocado coger café, ahora que tengo licencia de carro me pusieron a jalar el café y medir la cantidad de café cogido. Crecí entre cafetales. Toda mi familia, mis abuelos también se dedicaron a eso”, cuenta.
Él mismo reconoce que el café ha sido su escuela de vida.
“El trabajo de campo me ha enseñado que las cosas cuestan y que hay que esforzarse para ganarse la vida. El café me ha enseñado mis raíces y las de mi familia. Los veranos que le ayudo a mi papá mantengo siempre fresco de dónde vengo y quién soy”.
En la zona de Tarrazú, donde prácticamente todo gira alrededor del grano de oro, Rodrigo creció con valores sólidos: esfuerzo, humildad, responsabilidad y paciencia. Su mamá, doña Yendry Monge; su papá, Rodrigo Ureña Navarro, y sus hermanos Lorenzo (16 años) y Ezequiel (13), han sido parte fundamental de su camino.
Madrugadas, estudio y cosecha
Mientras muchos jóvenes de su edad luchan con despertarse de madrugada para ir al colegio, Rodrigo ya domina el arte de levantarse antes del sol.
“El campo me enseñó a levantarme de madrugada. Estos días me levanto a las 3:30 de la mañana para ir al cafetal. Por eso estoy acostumbrado a levantarme temprano”, reconoce.
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Para prepararse para el TEC convirtió esas madrugadas en sus mejores amigas: “Estudiando para el examen del TEC, aprovechaba el levantarme a las 3:30 de la mañana para estudiar y después irme al colegio.
“El campo también me enseñó que para el estudio se debe poner mucho trabajo, pensar en el futuro, saber que se cultiva ahora y se cuida lo cultivado para recoger una buena cosecha. El cafetal me enseñó a sembrar, o sea, estudiar, cuidar lo sembrado, eso significa cuidar cada matita y después recoger la cosecha, disfrutar de buenas notas”.
Sus días eran una combinación de disciplina y planificación.
“Aproveché las tardes para sacar todo lo del cole y así acostarme a las 9 de la noche y levantarme de madrugada para estudiar. Descargaba folletos de preguntas y los usaba en las madrugadas. Los fines de semana sí aprovechaba las tardes”.
Ese entrenamiento mental, sumado a seis años en el Liceo de Tarrazú, cinco años regulares más uno del Bachillerato Internacional, lo prepararon para el resultado que obtuvo.
“Sí sentí que me había ido bien”
Rodrigo recuerda perfectamente el momento en que el TEC lo contactó.
“Cuando me llamaron de un número desconocido me asusté un poco por eso de las estafas. La llamada del TEC me sorprendió.
“Cuando hice el examen sí sentí que me había ido bien, pero algunas preguntas quedé indeciso, por eso la llamada me sorprendió. Una vez que me informaron fue una gran emoción”.
Aunque todavía no ha salido de la Zona de los Santos, pronto deberá empacar porque su elección de carrera es clara: “Lo más seguro es Ingeniería mecatrónica. Me tendré que venir para Cartago, en eso estoy”.
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Más que números: un joven completo
Aunque siempre ha estado ligado al estudio, Rodrigo también tiene sus pasiones. Fue parte del equipo de Olimpiadas de Matemáticas desde la escuela y este 2025 obtuvo medalla de bronce en la final nacional.
Es un muchacho sencillo, alegre y amante de la música latina.
“Me gusta jugar fútbol, soy bien mejenguero, no soy muy bueno, pero me encanta. Por lo general juego de defensa.”
Incluso intentó clasificar con Tarrazú en fútbol sala para los próximos Juegos Nacionales de Limón 2026, aunque no lo lograron.
Y no esconde su corazón morado: “Soy saprissista 100%. Espero que Saprissa me ayude a cerrar el año campeón.”
Además, confiesa que le encanta la nueva piel del Monstruo que hace homenaje a Batman y está pensando seriamente en comprarla.
Hoy, ya fuera del colegio, está de lleno en la cosecha.
“Ya salí del colegio, totalmente dedicado al café ayudándole a mi papá.






