Nacional

La gran lección del Doctor que quedó en silla de ruedas tras accidente

Jaime Ulloa, ortopedista, que operó a Lonnis, “la Bala” Gómez, Rolando Fonseca y Alonso Solís, aprendió a disfrutar las pequeñas cosas de la vida desde una silla de ruedas

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El 24 de agosto del 2018 el doctor Jaime Ulloa Gil tenía la agenda llena: ir al dentista que lo esperaba a las 7:30 a.m., después, salir corriendo al trabajo porque como es ortopedista tenía que realizar una cirugía, más tarde, volver a salir en pura carrera a entrenar porque estaban las clasificaciones del Centroamericano de Golf y quería llegar bien finito para así lograr la clasificación...

Por eso, bien tempranito aquel 24 de agosto, se levantó y se alistó para cumplirle al dentista. Para hacer las vuelticas cercanas o en San José, usaba una Vespita, porque esas jamás fallan. Para los fines de semana y disfrutar de la libertad absoluta y el viento, tenía una motocicleta de mil centímetros cúbicos (c.c.), una bichota grande y potente.

Se puso el casco de la Vespa (aquellos que son abiertos al frente) y salió soplado, desde Guachipelín de Escazú, porque iba algo ajustado de tiempo. Cuando llegó al lugar donde parqueaba sus motos, se dio cuenta que había agarrado las llaves de la moto grande y no las de la Vespita. Le dio pereza devolverse y se fue en la moto de 1000 c.c. ... y con el casco abierto.

Pocos minutos después, mientras se adelantaba en la presa de carros que había en hora pico, un carro se le atravesó y el doctor Jaime Joaquín del Niño Jesús Ulloa Gil, especializado en ortopedia y traumatología y con una subespecialidad en medicina deportiva, sufrió un fuerte accidente que hasta el día de hoy lo tiene en una silla de ruedas. Aquel choque le provocó una lesión medular en las vértebras C3 y C4, fractura expuesta de la rótula izquierda, fractura del radio izquierdo y varias fracturas en la cara; el rostro se le hundió porque lo pegó con el vehículo contra el que chocó y tenía puesto el casco de la Vespa, el abierto.

La agenda llena del 24 de agosto del 2018 se vació de inmediato. Comenzó así una lucha por la vida que lo tuvo 6 semanas en Cuidados Intensivos y 4 meses en terapia física, le hicieron cinco operaciones, una traqueostomía, para poderle meter un tubo y así darle de comer.

Golfiteño basquetbolista

Los primeros 14 años de su vida, el doctor los gozó en Golfito. Malísimo para el fútbol, pues pateaba más un pollito en una bolsa que él, salió buenísimo para el baloncesto. Esta pasión la descubrió hasta que llegó a tercer año de colegio, porque antes fue de los más chiquitillos del aula, pero en tercero del cole se pegó el estirón y le cayó perfecto el basquet porque llegó a medir 1,95 metros.

Siempre le ha metido pasión a todo lo que hace, por eso al baloncesto le entregó todo y el baloncesto se lo agradeció siempre. Comenzó jugando en la Quinta División en el Colegio Calasanz, donde sacó el quinto año.

Después jugó en Segunda División con el quinteto Reyco-Calasanz y fue con este equipo que logró el pase a la Primera División. En 1980 debutó en primeras con el equipo de la Universidad de Costa Rica, tenía apenas 18 años (nació el 12 de abril de 1962).

En la máxima categoría también vistió las camisetas de Calasanz, Publicidad Latina, Liceo de Costa Rica, UCA y Seminario. Con todos salió campeón nacional. Celebró 5 títulos nacionales. Fue seleccionado nacional en diferentes ocasiones, durante los 14 años en los que fue jugador de primera división.

“Yo jugué baloncesto de primera división cuando en este país en los partidos no se escuchaba el pito del árbitro, de lo llenos de gente que estaban los gimnasios. Fue una época preciosa de mi vida, en la cual hice grandes amigos”, comentó el doctor Ulloa, a quien visitamos mientras exponía su experiencia de vida en el XXV Congreso Nacional de Ortopedia y Traumatología que se realizó entre el 31 de agosto y el 3 de setiembre en el hotel Real Intercontinental, y el cual le dedicaron a él.

Su pasión por los deportes se mezcló perfecto con la pasión por la medicina, la cual identificó cuando tenía tan solo siete años. Un amigo doctor de su papá (Rogelio Ulloa, quien ya falleció), hablaba con él durante horas de medicina, y por eso tras graduarse como médico general se decidió rapidito a especializarse en ortopedia.

“De mi generación para abajo operé como al 30% de los jugadores de baloncesto de este país. También, poco a poco me metí con el fútbol. Al primer futbolista que operé (de la rodilla) fue a Érick Lonnis (en 1999), como siempre Lonnis fue muy disciplinado y esforzado, y se recuperó más rápido de lo esperado”.

“Me tocó operar a Rónald (La Bala) Gómez (en el 2003), una cirugía más grande que la de Lonnis, también en rodilla, y también se recuperó muy bien. Siguió Rolando Fonseca y operé, se me estaba olvidando, del hombro a Alonso Solís... No sé si se acuerdan que en una ocasión Solís, al celebrar un gol, se le zafó el hombro izquierdo (en el 2008)”, recordó Ulloa, quien se graduó de médico general en 1984, arrancó la especialidad en ortopedia en 1990 y sacó la subespecialidad en medicina del deporte en 1994.

“Pensaban que me iba a suicidar”

Cuando revive su experiencia de vida, el doctor recuerda que hubo cientos de personas que le dieron apoyo absoluto y constante... también hubo quienes no.

“Sí hubo gente que no daba un cinco por mí e incluso tuve seres muy cercanos y queridos que pensaban que me iba a suicidar, que era la decisión que iba a tomar porque yo vivía con mucha intensidad, no solo la medicina sino mi vida en general. La moto era una cosa increíble para mí. La sensación que sentía después de andar en moto es indescriptible, me encantaba, así como hacer deporte, siempre he sido un apasionado de todo lo que hago”, comentó.

El proceso de recuperación, en fin, los últimos cuatro años, como él mismo dice, le han servido para conocer realmente a sus hijos, a sus hermanos, a sus amigos. “Hablo de conocerlos realmente. Uno comparte con su familia, pero realmente puede que no los conozca. El accidente me permitió conocer a mis hijos, sus fuerzas. Sabía que eran buenas personas, pero no sabía lo realmente buenas personas que son”.

“¿Cuatro años amargos? No. Cuatro años de aprendizaje. Pienso que ante una situación como la mía uno tiene que ponerse metas e irlas cumpliendo, porque cada meta cumplida es un estímulo para trabajar por la siguiente”.

“Uno tiene que trabajarse, las cosas no llegan solas. Hay que redirigir constantemente la cabeza, no dejarla que se vaya al pasado ni a desear el pasado, que no se vaya a los lados negativos. La lección más grande que esto me ha dado es paciencia y el privilegio de haber experimentado algo que muy pocas personas han experimentado en su vida: los poderes que tiene el cerebro. ¡Es indescriptible!”.

“El cerebro le quita importancia a lo que te hace falta y le aumenta importancia a las cosas que uno sí puede hacer, eso le permite a uno no sentirse discapacitado. Por mi Dios, por mis hijos, no me siento discapacitado para nada. Así es la naturaleza. ¡No añoro nada de la vida pasada!”, aseguró.

Por primera vez en la historia, el año pasado el Colegio de Médicos permitió que un ortopedista en silla de ruedas abriera su consultorio. El doctor Ulloa regresó al trabajo como asesor de otros ortopedistas o de pacientes directos, que buscan una segunda o tercera opinión y los atiende vía internet.

“Después del accidente soy afortunado, más observador, más alerta y plenamente feliz. La suma de todo lo que he vivido en los últimos cuatro años tiene los números en azul, ha sido muy positiva”.

“La felicidad que tengo ahora es diferente a la de antes, pero soy más feliz y, aunque no lo crean, siquiátricamente, no sé por qué, me estabilicé muchísimo. Ya no tengo aquella montaña rusa de emociones que tenía antes. No era infeliz antes del accidente, pera la felicidad que tengo ahora es más constante y cosas más pequeñas me hacen más feliz. Antes era feliz, pero ahora soy verdaderamente feliz”, confirmó el doctor en su exposición ante ortopedistas de todo el país, que se pusieron de pie para aplaudirle con fuerza.

Eduardo Vega

Eduardo Vega

Periodista desde 1994. Bachiller en Análisis de Sistemas de la Universidad Federada y egresado del posgrado en Comunicación de la UCR. Periodista del Año de La Teja en el 2017. Cubrió la Copa del Mundo Sub-20 de la FIFA en el 2001 en Argentina; la Copa del Mundo Mayor de la FIFA del 2010 en Sudáfrica; Copa de Oro en el 2007.

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