En el barrio La Gran Vía de Hojancha, Guanacaste, nació y creció Esteban Arias Corrales, un muchacho de 17 años que siempre ha tenido la mirada puesta en grandes objetivos.
Lo que quizá nunca imaginó es que, justo antes de terminar el colegio, la vida le iba a regalar un combo de buenas noticias: logró la segunda mejor nota del examen de admisión 2025-2026 del TEC, con 799,74 puntos de 800 posibles, y además dejó en alto al país en la Olimpiada Mundial de Robótica en Singapur, donde su equipo se ubicó entre los mejores 20 del planeta.
Esteban es estudiante del Colegio Humanístico Costarricense sede Chorotega, en Nicoya, un centro que él describe como “una puerta directa al mundo”.
Allí llevó cursos universitarios, participó en intercambios y descubrió su gran amor por la robótica.
De hecho, para esta nota no lo encontramos en Costa Rica, lo llamamos a Singapur en donde estaba por lo de la Olimpiada Mundial de Robótica. Nos atendió el pasado sábado 29 de noviembre allá y viernes 28 de noviembre aquí. Ya estaba alistando la cama para dormir porque eran casi las 11 de la noche.
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Un mundial para recordar
Descansando en el hotel de Singapur, después de tres días intensos de competencia, nos contó que el inicio de la olimpiada “no fue fácil: la cámara del robot falló y el equipo tuvo que recomponerlo todo sobre la marcha, cayendo al puesto 44 el primer día.
“Fue durísimo, pero no nos echamos para atrás”, recuerda. El segundo día remontaron 24 posiciones y cerraron en el puesto 20 del mundo. Un logro que, como él mismo dice, “suena bonito, pero además demuestra trabajo en equipo y deseos”.
Del país asiático conoció jardines, bahías y barrios emblemáticos que le encantaron.
“Todo es otro mundo”, dice con esa mezcla de asombro y madurez tan típica de los jóvenes brillantes.
Constancia, la clave del éxito
Su impresionante nota del TEC no es casualidad. Esteban lo resume así: “La clave es la constancia, en la discplina. En el Humanístico nos ponían simulacros y uno por fuera hace el resto. Todo suma”.
-¿El secreto de una nota tan alta?
“La constancia. Es importante mantener siempre la mente activa, ocupada. No dejar la mente sin trabajar por mucho tiempo. Uno comete el error de estudiar un día, luego vuelve a estudiar varios días después, eso no. No es que se debe estudiar un montón, pero sí poquitos constantes porque al final todo eso influye”, responde.
Viene de una vida tranquila: escuela en la Victoriano Mena, luego el CTP de Hojancha, tardes en las canchas deportivas, calles seguras para jugar y una comunidad que todavía se conocen por nombre y apellido.
“Hojancha es un pueblo pequeño, pero tiene todo lo que uno necesita”, dice sobre el lugar donde se crio.
Su infancia no fue de andar en pozas (como muchos imaginan de Guanacaste), pero sí de mejengas de fútbol en la plaza y de compartir con los amigos en el parque.
Aunque ahora practica más básquet y voleibol, deportes que lo llevaron, incluso, a las eliminatorias de Juegos Nacionales, que aunque no logró clasificar, disfrutó demasiado la experiencia sin importar que terminara de entrenar voleibol a las 10 de la noche.
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Cuando se enteró de la nota del TEC, él estaba en el cole, trabajando en robótica. Un profesor fue quien le dio la noticia porque la página no le cargaba a él. Luego vino la llamada a sus papás: Karol Corrales y Alonso Arias, quienes están demasiado orgullos de su hijo.
Tiene un hermano menor (Mateo) que lo ve como ejemplo, especialmente en robótica, donde Esteban lo va metiendo poquito a poco porque como solo tiene 7 años debe ir paso a paso, como él mismo dice.
Un futuro que ya se escribe
Su meta es entrar a Ingeniería en Mecatrónica, una carrera que le calza como anillo al dedo. Sueña con una beca, con mudarse a Cartago y con aprender todo lo posible.
“Estoy emocionado por cambiar de aires y seguir creciendo. Uno tiene que apuntar alto”, afirma.
Es un joven normal, que si bien estudia bastante, también es, por ejemplo, amante de la música de Bad Bunny y Myke Towers, de animé como One Piece y Jujutsu Kaisen. El voleibol ahora le encanta más, también cocinar.
No pudo asistir al homenaje del TEC, el pasado martes 2 de diciembre, por estar en Singapur; sin embargo, sus papás lo representaron.
“Es bonito ver que todo el esfuerzo vale la pena”, dice. Y sí, vale cada punto de esos 799,74.





