Don Francisco Alvarado, mejor conocido como “Chico de la Loma” y don José Luis Villarreal, mejor conocido como “Güicho Pizarro”, son dos experimentados coyoleros guanacatecos, quienes confirman que es un cuento de camino aquello de que después de tomar vino de coyol la juma le pega dos veces más si uno se pone al sol.
En medio de las celebraciones por el 198 aniversario de la anexión del partido de Nicoya a Costa Rica, conversamos con uno de estos emblemas de la pampa, quienes tienen más de 60 años de preparar vino de coyol, incluso desde los tiempos en que quien se dedicaba a eso era perseguido por el Resguardo, después por la Guardia Rural, le siguió la Fuerza Pública y ahora más bien son buscados como propietarios de un folclore que se debe conservar.
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Son coyoleros, también boyeros y rescatistas del folclore guanacasteco, por ejemplo, Güicho Pizarro hasta da cursos de cómo hacer escobas de mimbre y para muchos es conocido como el último boyero que tiene el pueblo liberiano. Él mismo dice que sí, pero no con alegría, sino con nostalgia porque está convencido de que la tradición no debería perderse.
Una yunta
Cuando Güicho hace vino de coyol, Chico de la Loma se encarga de la carreta y los bueyes. Cuando es Chico el que hace el vino, pues Güicho se faja con la carreta. Son una sola yunta. Nos aclara Güicho que él es más ayudante de Chico que otra cosa en los temas del vino de coyol, pero también le entra al proceso desde hace mucho.
En el marco de la Anexión, los dos realizaron un taller ilustrativo sobre el proceso de preparación del vino de Coyol en la sede de la Universidad Nacional en Liberia.
“Nos metimos en esto del vino de coyol desde muy chiquillos. Ya cuando nacimos en nuestras casas había coyoleras. Claro, cuando yo era chiquillo, con menos de 7 años (nació el 21 de junio de 1948), recuerdo muy bien que las coyoleras eran perseguidas por la ley. ¡Dios guarde decir que se tenía una en la casa!”.
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“Con el paso del tiempo, el asunto fue cambiando y nos dejaron de perseguir, al contrario, se convirtió en una muy linda tradición guanacasteca, parte del folclore de nuestro pueblo y ahora uno hasta enseña cómo se hace sin problemas con la justicia”, reconoce Güicho Pizarro.
En nuestro país, el árbol de coyol se encuentra en Guanacaste y en ciertas zonas de Puntarenas y Alajuela, específicamente en Orotina y San Mateo. Es una palmera muy de las sabanas y orillas secas de las costas del Pacífico, incluso este tipo de árbol llega a formar hasta bosques.
Tres ordeñadas
Desde hace muchas décadas, nuestros antepasados guanacastecos descubrieron que se podía extraer del tallo un jugo delicioso y dulcito que si se fermentaba terminaba convirtiéndose en una bebida que emborrachaba y por eso comenzó a ser el alma de muchas fiestas guanacastecas y más allá.
“Cuando brinca el verano es cuando se busca el coyol y la forma tradicional de hacerlo se respeta. Cuando el palo florea, está diciendo que ya está en el punto para botarlo, después se pela bien y se traslada a donde se va a poner la coyolera”.
“A tres cuartas del cogollo se le hace un hueco para agarrar parte del palmito, cuando él (el árbol) comienza a llorar se pasa recogiendo. Al llenar el coyol se hace una natica que se seca, hay que recortarla para que vuelva a salir el líquido”, explica Güicho.
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Cuando un palo de coyol está bien pochotón y da buen caldo, se le pueden sacar botella y media en la mañana y botella y media en la tarde. “Eso depende, con buena marea uno puede ordeñar ese palo hasta tres veces al día”, advierte el también boyero.
“Chico de la loma es un artista para todo el proceso y le queda el vino de coyol bien sabroso. Este año no se pudo poner mucho vino, hacen falta manos, gente que aprenda el oficio del coyolero. Chico y yo pusimos solo cuatro palos y no dimos abasto, no alcanzó para tanto que piden porque de los cuatro solo tres echaron, uno se echó, se quebró y se jodió…fueron muchos los diablos y poca el agua bendita”, remata Güicho.
En forma de broma, el coyolero dice que este 2022 casi que tuvieron que vender el vino por onzas. Una botella bien sabrosa y bien cuidada, vale 1.500 colones. “El vino de coyol es la pura savia de la tierra, es mil veces mejor que tomarse una birra”.
“Es puro hierro... ¡No ve que eso sale como el agua de pipa! Es bueno para la anemia, levanta las defensas y cuida la salud… ¿Quiere que le diga algo? ¡Hasta contra el covid-19 es bueno porque lo mantiene a uno sano!”, aseguró.
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¿Es verdad que el vino de coyol emborracha a la sombra y al sol emborracha el doble? Eso es mentira. Son cuentos de camino, mitos de la gente porque la borrachera es la misma. Eso como que lo inventaron los cartagos que decían que no se tenía que beber mucho porque a la mañana siguiente con el sol volvía la borrachera, pero eso es sicológico.
¿Por qué le dicen Güicho Pizarro? “Por mi papá que se llamaba Teodoro Pizarro y a los Luis les dicen Güicho”. ¿Por qué Chico de la loma? “Porque se llama Francisco y una vez dijo que por donde vive vio un perro raro en una lomita y se quedó Chico de la loma”, respondió.