A dos años de la llegada de covid-19 a nuestro país, que se cumplen este domingo 6 de marzo, ya muchas personas se han relajado y piensan que el peligro de la pandemia pasó, incluso dejaron de lado las mascarillas y mezclan sus burbujas sociales como si ya no hubiera riesgo de contagios, sin embargo, el virus sigue acechando, sobre todo a los más vulnerables.
Karen Picado Fernández sabe bien que el covid-19 sigue siendo una amenaza de muerte, el 8 de febrero anterior le arrebató a su mamá, Sandra María Fernández Madrigal, quien tenía 67 años.
La vecina de Escazú contó como el coronavirus convirtió en una tortura los últimos días de vida de su mamá, quien luchaba con el cáncer de colon. La adulta mayor ya tenía dos dosis de la vacuna anticovid, pero aún así la enfermedad fue más fuerte.
“Hace ocho meses habían operado a mi mamá por el cáncer, la cirugía fue en un hospital privado porque por la pandemia yo no quería llevarla a un hospital de la Caja, me daba miedo que se contagiara de covid. El proceso de quimioterapia sí lo llevó en el San Juan de Dios y ya había terminado.
“Ella había estado bastante bien, pero un día empezó con unos dolores muy fuertes, traté hasta donde me fue posible de no llevarla al hospital para protegerla, hasta vinieron a atenderla a la casa. Debido al cáncer ella eliminaba sus desechos por una bolsita que le habían puesto en el estómago, pero dejó de producir esos desechos, por lo que un miércoles (26 de enero) le mandaron un medicamento y dijeron que si en tres días no le hacía efecto debíamos llevarla al San Juan de Dios”, contó.
Doña Sandra siguió malita y Karen no tuvo más remedio que llevarla el viernes 28 de enero al hospital. El sábado ella la fue a visitar con otros familiares, esa fue la última vez que la vieron con vida.
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Los miedos se hicieron realidad
El domingo y lunes Karen también fue al hospital a ver cómo estaba su mamá, pero no pudo verla.
“El lunes la pasaron de emergencias a un salón de oncología, pero no entiendo por qué en ese lugar había una paciente con covid. Sabíamos que mi mamá era vulnerable, así que si se llegaba a contagiar corría un riesgo muy grande de morir, mi familia entró en desesperación, pedíamos que nos dejaran traerla a la casa, pero decían que por estar en un salón donde había una persona con covid debía guardar siete días de aislamiento.
“El miércoles siguiente nos dijeron que a mi mamá se le había bajado la saturación de oxígeno, eso significaba que estaba contagiada de covid, a ella le habían hecho una prueba el lunes en la que salió negativa y yo pedí que le hicieran otra, pero se la hicieron hasta el sábado y dio positiva”, recordó.
En ese momento el mundo de Karen se derrumbó, ella sabía que en las condiciones que estaba su mamá sería muy difícil que sobreviviera.
“Yo le rogué a la doctora que me dejara traerme a mi mamá a la casa, le dije que sabía que estaba en sus últimos días y que no quería que muriera sola en el hospital, quería que estuviera acompañada de algún familiar, que alguien la tomara de la mano en sus últimos momentos. Estuvieron analizando la posibilidad, pero después me dijeron que no”.
Karen pidió que al menos le hicieran una videollamada para que ella y los familiares más cercanos de doña Sandra pudieran despedirse, pero la llamada nunca se hizo.
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Sin despedida
La paciente estuvo dormida durante días, no tuvieron que intubarla, pero los daños que ocasionó el virus le causaron la muerte el martes 8 de febrero en la noche.
“Cuando mi mamá murió ya había terminado el aislamiento y yo les pedí que por favor no me la entregaran bajo el protocolo covid para poder despedirla como ella se lo merecía, pero me dijeron que no podían hacer eso, así que no pudimos velarla ni verla. Mi hija fue a reconocer el cuerpo y del hospital la llevamos directamente al cementerio Quesada en Escazú.
“Fue terrible no poder despedirme de mi mamá, queda uno con el dolor de no saber si en sus últimos momentos tuvo sed o frío, nadie merece morir solo. Tampoco pudimos hacerle un funeral, queda uno con el pecho apretado, con una sensación horrible por tanto dolor”, relató.
Karen dice que por más que cuidó a su mamá del coronavirus al final la enfermedad siempre la encontró y se la llevó. Ella quiere que el doloroso ejemplo de su caso sirva para que quienes creen que la pandemia ya terminó hagan conciencia y se protejan.
“Todavía hay que cuidarse, una muerte por ese virus es desgarradora, no se pueden imaginar el dolor que causa. Esta pandemia no es un invento, aún hay personas muriendo por esto y por eso todos debemos ser responsables y acatar las medidas preventivas para evitar contagios”.
Hasta el viernes 4 de marzo en el país se habían dado 8.082 muertes por el covid-19. Ahorita hay internadas por el virus 839 personas, de las cuales 116 está en UCI.