El orgullo que siente Álvaro Ureña Maxwell por ser limonense no se esconde ni se disimula, se le nota en la mirada, en la voz y hasta en la forma en que cuenta su historia.
Este joven médico dejó a todos con la boca abierta al sacar una de las mejores notas de ingreso a la especialidad de Neurocirugía de la Universidad de Costa Rica (UCR): un impresionante 99.
Álvaro es un ejemplo viviente de que con disciplina, amor por lo que se hace y compromiso con la comunidad, se pueden alcanzar metas que parecen inalcanzables, aunque se tengan nada más 26 años.
Desde niño, Álvaro aprendió que los sueños se construyen con trabajo duro.
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“Mi padre es cafetalero y, al ver cómo él se esforzaba por algo mediante un trabajo físico pesado, extenuante y llevando bultos sobre su espalda, hizo que yo no pudiera tener ninguna excusa para no levantarme temprano, levantar un lápiz y empezar a estudiar”, recuerda con agradecimiento.
Esa constancia aprendida de un papá agricultor lo llevó a destacar no solo en Costa Rica. En 2022 obtuvo la mejor nota del país en el prestigioso examen internacional IFOM (Fundamentos Internacionales en Medicina), con un 92 de 100 puntos posibles, siendo una de las mejores notas del mundo.
Pero más allá de los títulos y reconocimientos, Álvaro tiene claro su propósito: devolverle a Limón lo que Limón le ha dado.
“Mi sueño es trabajar como neurocirujano en el Hospital Tony Facio, donde nací (el 8 de septiembre de 1998) y donde empecé como médico general. Quiero que la gente de mi provincia reciba la atención que merece sin tener que viajar hasta San José”, dice con la determinación de quien no olvida sus raíces.
De Limón para el mundo
Álvaro creció en la provincia caribeña, criado por su abuela, mientras su mamá vivía en Estados Unidos y su papá en San José. Terminó el colegio en Limón y luego se fue a la capital para estudiar Medicina.
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No fue fácil: tuvo que aprender a cocinar, planchar y echar pa’lante con lo justo, pero ese tiempo le enseñó responsabilidad e independencia.
Después de graduarse, volvió a trabajar un año completo en el Hospital Tony Facio. Allí atendía entre 45 y 50 pacientes al día, pero bastaba con que uno le agradeciera para sentir que valía la pena todo el esfuerzo.
“Cada paciente es como si fuera un familiar mío. Siempre me pregunto: si esta persona fuera mi abuela, ¿cómo me gustaría que la trataran? Y entonces trato de dar lo mejor”, explica.
El reto de la neurocirugía
La pasión por esta especialidad nació durante su internado en el Hospital Nacional de Niños. Allí vio casos muy complicados que lo motivaron mucho.
“Quise elegir algo que me obligara a dar lo máximo de mí y que tuviera un impacto real en la vida de las personas”, cuenta.
Ingresar a Neurocirugía en la UCR no fue casualidad: se preparó ocho meses, levantándose a las cinco de la mañana y estudiando ocho horas diarias. El esfuerzo rindió frutos con esa nota casi perfecta que lo colocó entre los mejores promedios de la generación.
Más que un médico
Álvaro sabe que la excelencia no se mide solo en conocimientos. “Un médico excelente es el que logra que el paciente salga de la consulta emocionalmente bien. No basta con dar diagnósticos; hay que escuchar, mirar a los ojos y tratar con respeto”, afirma.
Su visión de la medicina está marcada por la pasión y la vocación. Admiro al doctor Mario Sánchez Suen, anestesiólogo, por su dedicación y su compromiso con el aprendizaje continuo. Ese es el ejemplo que quiere seguir: un profesional que nunca deja de prepararse para brindar la mejor atención.
Sueños para Limón
En su mente ya visualiza un futuro con un servicio de Neurocirugía en Limón. Sabe que hoy muchos pacientes deben trasladarse a San José, lo que significa retrasos, gastos y riesgos.
“Si logramos que esa atención se dé aquí, ganamos todos: los pacientes, la provincia y el sistema de salud en general”, asegura.
Por eso, además de ejercer, quiere impulsar la parte académica y motivar a otros especialistas a ir a trabajar a la provincia. “Limón necesita médicos comprometidos que quieran marcar la diferencia”, asegura.
Mensaje a la juventud
Para Álvaro, ser parte de la UCR es un sello de calidad y compromiso humano. “No solo nos forman como médicos, sino como personas sensibles al impacto que tenemos en la vida de los demás”, dice.
En este Día Internacional de la Juventud, su mensaje para quienes vienen detrás es claro: “Estudien de corazón, que sea por pasión y por amor a la gente. Esta carrera requiere sacrificio, pero si lo hacen con vocación, no se van a arrepentir nunca”.
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La historia de Álvaro es la prueba de que la juventud costarricense tiene el talento, la fuerza y el corazón para transformar comunidades enteras. Y en Limón, ya lo esperan para verlo cumplir su sueño.