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Mujer con discapacidad: “Novelas como ‘Sin senos no hay paraíso’ hacen que uno llegue a odiarse”

Michelle Ruiz tiene el síndrome de Poland, pero eso no le ha impedido cumplir sus sueños

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Michelle Ruiz se dio cuenta desde muy pequeña que su vida sería diferente a la de sus compañeritos, pero eso no disminuyó en nada las ganas que tenía de comerse al mundo.

Su niñez fue muy complicada porque cuando más necesitaba comprensión y apoyo tuvo que lidiar con las burlas de los demás niños de la escuela.

Ella sufre el síndrome de Poland, enfermedad que causa que no se desarrollen bien los músculos pectorales. A ella también le provocó que una pierna creciera más que la otra y uno de sus brazos también es más largo que el otro, además tiene una malformación en su mano derecha.

“Sufro dolores todos los días de mi vida, en la columna, el tórax, las piernas, los pies... El síndrome de Poland es una enfermedad rara, estoy en tratamiento con un médico internista, un fisiatra y un médico que ve mis dolores crónicos y también participo en una investigación médica”.

“Esta enfermedad hace que cuando uno está por ahí de la tercera semana de gestación se vea afectada una arteria y como la sangre no llega bien a todo el cuerpo, hay deficiencias en el desarrollo del bebé en el vientre de la mamá”, explicó.

Debido al síndrome, cuando Michelle desarrolló uno de los pechos no creció y eso se convirtió en una inseguridad para ella.

“En esa edad ver que tu cuerpo es diferente al de los demás causa un estigma terrible y la sociedad te señala, novelas como ‘Sin senos no hay paraíso’ hacen que uno llegue a odiarse, porque en aquel momento no se tiene la madurez para entender que aún con una discapacidad somos seres humanos únicos, especiales y perfectos.

“Más de una vez fui a dar a la dirección por defenderme de los malos comentarios, las burlas y las críticas, quería darme a respetar. Recuerdo que hasta los profesores me subestimaban, una vez uno me dijo que yo no iba a poder tocar flauta y lo sorprendí aprendiéndome la canción del Titanic y hasta lloró cuando me escuchó”, recordó.

Gran regalo

Las circunstancias de la vida llevaron a Michelle a quedar embarazada a los 15 años, y aunque estaba muy joven eso no le impidió valorar desde el primer momento a su bebé y amarlo por sobre todas las cosas.

“Cuando nació Sebastián lo vi tan pequeño y tan dependiente de mí, que me cambió la vida. Es la mayor bendición que pude recibir, me empoderó aún más”.

Con la llegada del bebé, la joven dejó el colegio, pero buscó otro tipo de preparación. Sus papás siempre la impulsaron para que se capacitara y -pese a su discapacidad- pudiera ser independiente- así que tomó cursos de belleza y de cocina en el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA).

Cuando tenía 18 años, Michelle se fue con su papá para Estados Unidos, él se fue a trabajar y ella se propuso pasar unos meses en ese país para ahorrar y hacerse una cirugía plástica para reconstruirse el pecho que no se le desarrolló. Reunió el dinero en ocho meses y se devolvió para Costa Rica para hacerse la operación.

Durante su estadía en el país norteamericano aprovechó para aprender inglés, cuando volvió ya lo hablaba con toda soltura.

Luego, se enamoró y se casó, y nació su segundo hijo: Santiago.

La empunchada siempre buscó cómo ganar dinero, si no era maquillando o cocinando, era como animadora de fiestas infantiles.

“Siempre he creído que los límites se los pone uno mismo. A las personas con discapacidad nos ven como los pobrecitos y yo no quiero que me vean como la pobrecita”.

Muy empunchada

Además de los cursos que ha recibido en el país, Michelle ha ido a especializarse en cursos de belleza a México. Su esfuerzo la ha hecho acreedora de varios reconocimientos dentro y fuera del país.

Uno de los sueños de esta pulseadora mujer era tener su casa propia, por eso sacó un préstamo y se la compró. En el 2020, cuando llegó la pandemia, sus ingresos disminuyeron mucho y para no perder su hogar apostó por poner un restaurante y pizzería, se llama MR Restaurante y Pizzería: la ruta de los héroes y queda en Horquetas de Sarapiquí. Ahí emplea a otras personas que también tienen discapacidad.

Pero por si fuera poco, esta valiente tiene otros proyectos, aunque por años pospuso el bachillerato, en el 2019 se puso las pilas y lo sacó, ahora está estudiando Administración de Empresas en la UNED.

Además, participa en la Comisión de Discapacidad Costa Rica y en el grupo Discapacidad Sarapiquí, desde donde ayuda y orienta a otras personas que también tienen algún impedimento para salir adelante.

Por otra parte, Michelle participa en un proyecto en coordinación con la UCR y el Inder para hacer ver a Sarapiquí como un destino turístico que permite disfrutar de bellos paisajes y además da paz, por lo que puede convertirse en el punto de equilibrio que las personas necesitan para desestresarse y disfrutar, ya sea solas o en familia.

Otro proyecto en el que trabaja es el de buscar una “casa” mas adecuada para su mascota Bluaska, una vaca que rescató de un río y que se convirtió en una compañera fiel.

“Es como una vaca perro, yo la amarro con un mecate y la paseo por todo lado, le doy besos, le hago cariño y ella es buena, tranquila y muy chineada. Pero no tengo el espacio suficiente para tenerla en mi casa, la llevé a una finca y la atacaron unos perros y casi me la matan, quiero buscarle un lugar más adecuado”, narró.

Según Michelle, salir adelante cuando se tiene una discapacidad no es fácil, hay que dejar los miedos y empoderarse, tener insistencia, persistencia y resistencia, “uno puede cumplir sus metas si tiene perseverancia”.

Rocío Sandí

Rocío Sandí

Licenciada en Comunicación de Mercadeo de la Universidad Americana; Periodista de la Universidad Internacional de las Américas, con experiencia en Sucesos, Judiciales y Nacionales. Antes trabajó en La Nación y ADN Radio.

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