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Pensó asaltar al padre Sergio, pero en vez de eso terminó dejando las calles y estudiando

Dereck, un joven de Cristo Rey, encontró en el padre Sergio Valverde y en las Obras del Espíritu Santo, una ayuda para salir adelante

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“Mi historia con el padre Sergio comenzó de forma particular. Estaba con tres de mis compitas, a eso de las tres de la mañana, hablando con el guarda del edificio de Obras del Espíritu Santo en Cristo Rey, en eso pasó el padre Sergio y nos dijo que no nos quedáramos ahí, que mejor pasáramos a su oficina porque hacía mucho frío.

“Le dije a mis compas: ‘Maes, vamos a subir, este es el momento, el padre allá arriba tiene harina guardada, una vez que la encontremos se la robamos. Ahí arriba es donde está la plata. ¿No ven que aquí hay restaurante, comedor, albergue?; aquí hay plata, cuando se duerma lo asaltamos’. Era el 2009, yo tenía 15 años y no se lo voy a negar, al que se ponía, lo asaltaba”.

Dereck Ramírez Molina es un joven del barrio Cristo Rey en San José que dejó los malos pasos cuando conoció al padre Sergio Valverde de Obras del Espíritu Santo

De ese primer encuentro con el conocido cura se acordó Dereck Ramírez Molina el pasado 29 de enero, cuando se graduó como técnico en asistente de pacientes en el Instituto Cosvi. Seguramente ese recuerdo también se le vendrá a la mente el 4 de marzo, cuando reciba su título de bachillerato, ya que aquella madrugada en lo que menos pensaba era en estudiar.

“Jamás olvidaré que cuando el padre nos dijo que fuéramos a la oficina de él, llevaba un plato de comida en la mano, era su cena, no había podido comer antes. Cuando el padre dividió su comida para que todos comiéramos menos él, me impactó.

“A la hora de dormir nos dijo que nos acostáramos en su colchón y él durmió sentado en el puro suelo. Eso también me llegó. Esas dos acciones, que parecen simples, tocaron una parte sensible en mí, no sé, es que se comportó como un papá, justo como el papá que no tuve. Entonces volví a ver a los compas y les hice la seña de que el asalto se suspendía”, recordó.

A la lista de los limpios

El padre Sergio, el director de las Obras del Espíritu Santo, también se acuerda entre risas de aquel frustrado asalto.

“Efectivamente, ellos al ver que hay un edificio, que entran camiones, seguro pensaron que yo tenía plata. Me estuvieron diciendo que yo era un papudo, que tenía toda la plata y sí, tenían la intención de asaltarme, pero cuando vieron donde vivo, que no tengo ni cama, se decepcionaron y me pasaron a la lista de los limpios.

Dereck Ramírez Molina es un joven del barrio Cristo Rey en San José que dejó los malos pasos cuando conoció al padre Sergio Valverde de Obras del Espíritu Santo

“Siento que los conmovió que compartí mi sopita con ellos. ¿Qué como yo? Lo mismo que comen los niños del albergue, porque yo soy uno más, un albergado, un beneficiario de las obras. No tengo equipo de sonido, no tengo televisor, no tengo adornos, no tengo nada. Eso sí, encontraron un papá que los ama.

“Así como Dereck, tengo un montón de hijos que ya se graduaron, tengo ingenieros, profesores de educación física, algunos estudiando en el extranjero, que incluso yo los he casado, que tienen sus buenos trabajitos o están trabajando aquí mismo en la institución. Son muchachos que vinieron por un pedazo de pan y se quedaron. Lo único que se robaron Dereck y sus amigos fue mi corazón”, comenta el religioso.

No creía en Dios

A la mañana siguiente, después de haber dormido en la oficina del cura, Ramírez y sus compitas tuvieron una reunión con la trabajadora social del lugar y les ofrecieron un espacio en el albergue.

Les dijo a sus amigos que primero se quedaría él solo para ver cómo era la vara y que si pintaba bonito les avisaba.

La primera semana la pasó bien, pero a la segunda ya le picó la calle y extrañaba sus amistades, entonces volvió a donde vive, en las famosas gradas de Cristo Rey. Pero luego de hablar con sus compas, volvió a donde Valverde, con 12 muchachos más.

“Seguro como yo no me crié con mis papás y por todo lo que me hizo falta en la vida, no creía en Dios, entonces el ambiente del lugar chocaba conmigo. Un día quería irme a jugar Play, pero ocupaba dos rojos para durar unas cinco horas, entonces le pedí al padre la plata, eso sí, le dije que era para recargar el teléfono y me dijo que sí, pero que lo acompañara un momentico a una procesión.

“¿No ve que la tal procesión era en las puras gradas de Cristo Rey?, justo donde vivo. Pensé que duraría una hora, pero duró como tres. A mí en las gradas me conocen como Chuleta, entonces todo el mundo decía: ‘Vean a Chuleta, ese bueno para nada, que no sirve para nada y no va a ser nadie, para arriba y para abajo con el padre. Solo cerré los ojos y pensaba en los dos rojitos y la jugada que me iba a dar.

“Después de la procesión se me quedó la espinita de ser monaguillo, no sé qué pasó, pero me hice monaguillo… Ah y más de 10 años después, el padre todavía me debe esos dos mil colones, nunca me los dio”, recuerda.

A los pocos días de esa la procesión lo invitaron a una reunión y ahí lo motivaron para que se bautizara.

Cuando el sacerdote dijo: “Dereck, yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, sintió como que toda la sangre lo empezó a quemar, cerró los ojos y vio a la mamá y al papá, en ese instante perdonó a todo el que le hizo algún daño, se puso a llorar y terminó por aceptar a Dios en su corazón.

Habían pasado como cinco meses de la madrugada del frustrado asalto.

Luego se metió de lleno a servir más en las Obras del Espíritu Santo y un año después ya era coordinador de monaguillos. Se matriculó en la Asociación Oratorios Salesianos Don Bosco para retomar sus estudios colegiales.

Logró ganar todas las materias para el bachi, pero lo reventaron en Matemáticas. Entonces se metió al curso denominado Matepja, del ministerio de Educación Pública, que fue milagroso porque lo ayudó a vencer a ese monstruo.

Se reconcilió con su mamá

En el 2015 el papa Francisco decretó el Año de la Misericordia, eso conmovió mucho al joven ya que él le pedía a Dios misericordia para su mamá, quien andaba por las calles.

Dereck Ramírez Molina es un joven del barrio Cristo Rey en San José que dejó los malos pasos cuando conoció al padre Sergio Valverde de Obras del Espíritu Santo

“El 31 de diciembre del 2015 yo estaba llorando y el padre Sergio me mandó a llamar. Él no sabía por qué lloraba, pero sí sabía que tenía un sufrimiento en mi vida, sobre todo cuando llovía, porque me imaginaba a mi mamá mojándose en las calles. Yo no supe lo que fue pasar un Año Nuevo o una Navidad con mi mamá, fue la ilusión de toda mi vida, desde niño, pero no lo logré conseguir.

“Ese día casi caigo, pero el padre fue ese apoyo que ocupaba y me dijo: ‘Tranquilo, este Año de la Misericordia vas a ver que su mamá vuelve con nosotros. Lo abracé fuerte y le dije que era lo único que le pedía a Dios”, asegura.

Llegó el 1º de noviembre del 2016 y Dereck le dijo a Valverde que casi se acababa el año y nada de lo de la mamá, entonces el padre le respondió que tranquilo, que todavía faltaban días para el final del año.

El 14 de noviembre, la hermana menor de Ramírez lo fue a buscar a Obras del Espíritu Santo y le dijo que la mamá lo andaba buscando, que estaba en las gradas, donde la abuelita. Él salió corriendo, pero cuando llegó ya se había ido y en su corazón sintió un tremendo abandono.

Ese mismo día por la noche, cuando volvía al edificio de de las obras, se topó con su mamita afuera, la abrazó, le pidió perdón y ella le dijo: ‘Derecksito, mi amor, te amo. Necesito su ayuda. Ya quiero dejar este maldito mundo de las drogas que me arrebató la felicidad de ser madre’.

“Salí en pura carrera a contarle al padre Sergio que mi mamá estaba bajo y él me dijo que por qué estaba abajo y no ahí con ellos, entonces me la subí y él se portó como lo hizo conmigo, le dio la comida que era para él, recuerdo que era sopa y mamá chupó hasta los huesos.

Dereck Ramírez Molina es un joven del barrio Cristo Rey en San José que dejó los malos pasos cuando conoció al padre Sergio Valverde de Obras del Espíritu Santo

“El padre me llamó aparte y me preguntó si quería recibir a mi mamá, le dije que eso era lo que había esperado toda la vida. La bañamos, le pusimos ropita nueva, la llevé a mi cuarto en el albergue y la acosté en mi cama, entonces me dijo: ‘Ay mi amor, que rico. Tenía tantísimos años de no dormir en un colchón’. Entonces le dije, bueno, a partir de ahora va a vivir como una reina”, recordó.

Como a las 8 de la noche del 20 de diciembre del 2016, en el hospital San Juan de Dios, falleció la señora. Ella sintió que le quedaba poco tiempo, por eso a las 6:30 de la tarde le dijo a él que ella ya no aguantaba más, que estaba cerca su hora, que necesitaba irse en paz y para eso quería que sus hijos la perdonaran.

“Le dije que ella iba a estar muchos días con nosotros, que dejara de decir esas cosas y me puse a leerle la Biblia, la abrí en donde fuera y me tocó la parábola del buen pastor. Le dije: ‘Mami, vamos a aceptar la voluntad de Dios, si quiere llevársela, vamos a mandarla como una reina y si nos la quiere dejar, va a vivir como una reina, en nombre de mis hermanos y mío, la perdonamos y te amamos’. Me fui del hospital y al ratico falleció ella”, recordó con dolor.

El día del funeral, Dereck le prometió a su mamá que iba a estudiar algo para poder ayudar a la gente, a los que más lo necesitan, en honor a su madre. Esa promesa también estaba en su cabeza cuando el pasado 29 de enero lo llamaron para darle el título de técnico en asistente de pacientes.

Actualmente sigue trabajando en Obras del Espíritu Santo, todavía no le ha aparecido una oportunidad para estrenar el título, la está esperando, pero por mientras no afloja en ayudar en donde lo necesiten para que los que menos tienen puedan comer, tener ropita y estudiar en aquel edificio de Cristo Rey que le cambió la vida.

Eduardo Vega

Eduardo Vega

Periodista desde 1994. Bachiller en Análisis de Sistemas de la Universidad Federada y egresado del posgrado en Comunicación de la UCR. Periodista del Año de La Teja en el 2017. Cubrió la Copa del Mundo Sub-20 de la FIFA en el 2001 en Argentina; la Copa del Mundo Mayor de la FIFA del 2010 en Sudáfrica; Copa de Oro en el 2007.

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