María Fernanda Quirós es una periodista herediana que tiene 33 años, vive en España desde hace cuatro años y jamás imaginó que, a 8 mil kilómetros de su natal San Antonio de Belén, viviría una experiencia que la desconectaría, realmente, del mundo entero.
Lo que parecía una tarde de trabajo normal se convirtió en una prueba de paciencia, calma y de reconexión con la vida real, de esa que no depende de datos, pantallas ni notificaciones.
“Fue el primer apagón que viví en España, y no fue cualquier apagón, fue el más grave que ha tenido el país en décadas. Me agarró totalmente desubicada, sin saber qué hacer”, contó María Fernanda, quien trabaja en una empresa de mercadeo digital y en un canal de televisión enfocado en negocios.
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Este lunes 28 de abril, España vivió un apagón nacional entre las 12:30 del mediodía y pasadas las 11 de la noche. Casi 12 horas sin electricidad ni señal de Internet.
A eso de las 12:30 de la tarde, en pleno horario laboral, la luz se fue.
“Me preparaba para una reunión y no tenía Internet, entonces fui por el celular y tampoco tenía señal. Vivo en un tercer piso, así que bajé a ver si pisos abajo había conexión, pero nada. Empecé a preguntar a los vecinos y no era solo en mi edificio, era en todo el barrio”, recuerda.
Ella vive en Rivas-Vaciamadrid, un pueblo a una hora del centro de Madrid. Para salir de dudas, caminó unos 10 minutos hasta su oficina y se topó con todos sus compañeros de brazos cruzados.
“Ahí supe que el asunto era más serio de lo que creía. Una persona tenía el radio del carro encendido y ahí nos dimos cuenta de que el apagón afectaba no solo a España, sino también a Francia, Portugal y Andorra”.
Falsa información
El día siguió sin luz, sin Internet, sin televisión y sin idea clara de lo que estaba ocurriendo. La incertidumbre se apoderó del ambiente.
“Se paralizaron reuniones, proyectos, todo. Y lo más duro fue no poder comunicarme con mi familia allá en Costa Rica. Yo sabía que ellos se iban a preocupar. No podía enviar ni un simple mensaje para decir ‘estoy bien’. Fueron casi 11 horas completamente aislada”, recordó la belemita.
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La desinformación también jugó su papel.
“Comenzaron a circular teorías: que era un hackeo ruso, que estaba pasando lo mismo en Estados Unidos... Uno tiene que aprender a mantener la calma y esperar las noticias oficiales, aunque no llegaban”.
A eso de las 11 de la noche volvió la señal al celular, pero la electricidad seguía sin aparecer.
“Cuando llegaron unos amigos a la casa, uno de ellos, español de nacimiento, comentó que esto nos dejaba muy vulnerables, que somos muy propensos a un ataque. Eso sí me dio miedo, pero intenté cortar los pensamientos negativos”.
Una de las escenas que más la marcó fue ver cómo, en medio del caos, la gente encendía parrillas en los balcones y patios, además, volvió a ver las escenas que se vivieron en pandemia, mucha gente comprando papel higiénico, pero a ella no le dio por ahí.
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“Fue rarísimo, pero al mismo tiempo hermoso. La gente salió a cocinar, a conversar, a vivir. Yo fui al supermercado y compré hielo, pan, garbanzos, frijoles, galletas... y por supuesto, huevos duros porque aquí los venden en el supermercado ya cocinados y no podían faltarle a una tica sus huevitos duros”, cuenta entre risas.
Vivió la vida real
María Fernanda se dio cuenta de cómo, en cuestión de segundos, la vida le cambió de ritmo.
“Me bañé con calma, hablé con Adela, la señora con la que vivo, salimos a la terraza, conversamos de todo. Caminé por el barrio, que en seis meses viviendo ahí no conocía. ¡Y socialicé con los vecinos! Algo que no es común en España. Hasta pensaban que yo era colombiana y me tocó aclararles que soy de Costa Rica”.
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Esa desconexión la llevó a otra reflexión más profunda: lo dependientes que somos del celular. “Lo cargaba por toda la casa, sin señal, solo por si acaso.
“Me daba una sensación de seguridad tenerlo en la mano. Me sentí incompleta sin él, como si me faltara algo. En esas horas hasta leí un rato, pero con el teléfono al lado. Me di cuenta de que vivo pegada a él. Es como si llevara mi vida entera ahí”.
Cuando por fin pudo comunicarse con su familia, respiró.
“Recibí un montón de mensajes, todos preguntando si estaba bien. Me sentí aliviada, pero también me quedó la inquietud... ¿y si esto vuelve a pasar?”
María Fernanda reconoce que, si el apagón hubiera durado más de un día, probablemente se le habría metido en la cabeza la idea de volar a Costa Rica.
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Regalazo del apagón
“Allá (Costa Rica) se va la luz a veces, sí, pero siempre avisan. Nunca viví un apagón nacional. Me vine a topar con eso en un país del primer mundo y así se los dije a mis vecinos que, en Costa Rica, en mis 33 años de vida jamás viví un apagón nacional”.
Ahora, con la luz de nuevo encendida y el celular otra vez cargado, la periodista tica dice que esta experiencia le dejó una enseñanza clara: “Nos perdemos del mundo real por estar metidos en uno digital.
“Ayer vi un atardecer lindísimo, sin TikTok, sin reels, solo el sol y yo. Me lo regaló un apagón, además, comprendí que un tico en situación complicada siempre puede detenerse, pensar y comprar unos sabrosos huevitos duros”.