Unos peluditos fallecidos pudieron volver a visitar a la dueña que tanto los amó, este lunes 27 de octubre, gracias a un altar que, según la tradición, puso una herediana para conmemorar el Día de Muertos de las Mascotas (la creencia es que las almas de las mascotas fallecidas nos visitan).
En Santa Bárbara de Heredia vive la amorosa Gina Vargas, una mujer que lleva 15 años dedicando su vida al rescate de perros en Costa Rica.
Lo que comenzó cuando vio a un perrito tirado en la calle se transformó en una labor sin descanso: hoy dirige un refugio de animales y fundó la organización SOS Bulldogs, especializada en salvar bulldogs ingleses.
¿Por qué esa raza? Porque así conoció a su perrita Brisa, una bulldog que llegó con problemas serios (nació con defecto en un ojo y una malformación craneal), a la que muchos ya habían descartado. Ella decidió luchar por ella, más allá de los pronósticos veterinarios.
Brisa vivió 11 años junto a ella y, cuando falleció el año pasado, algo se rompió. Pero ese dolor también sirvió de motor.
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Fue entonces cuando decidió crear algo más grande este año: un altar bien grande para perritos fallecidos, un rincón dentro de su casa donde las huellas de sus compañeros que ya se fueron se sienten vivas. Tiene tres años de mantener esta tradición del altar perruno de Día de Muertos, pero este 2025 es especial, porque estará Brisa por primera vez.
En estos 15 años ha rescatado más de tres mil bulldogs ingleses, no como cifra fría, sino como historias de abandono: perros usados para hacer crías, dejados en veterinarias sin pagar tratamientos o simplemente abandonados cuando enferman.
Ella los acogió con nombre, manto y cariño. En su hogar ha llegado a tener más de 40 perros a la vez, actualmente convive con 25, porque aún cree que “siempre hay un perro que rescatar”. Y aunque a veces afirma “ya no quiero más porque lloro mucho”, el llamado de los que aún necesitan la hace volver.
Uno de esos casos es Claudio, un rottweiler afectado de sus patas traseras, que vivió 15 años con ella apoyado en su silla de ruedas perruna, pero falleció hace apenas unos meses. Cada uno de ellos ha dejado un hueco y una enseñanza.
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Altar para agradecer
El altar es su forma de agradecer tanto cariño, tantas lecciones, tanto “amor perruno gracias a su mirada”. En ese sitio especial están las fotitos, los juguetes, las camitas, los nombres, los días de vida.
Este año, el altar es más grande porque Brisa murió en la fecha simbólica del Día de los Perros Difuntos, el día en que los peluditos cruzan el arcoíris y visitan a las familias que tanto amor les dieron.
Gina lo organizó junto con su papá Gerardo Vargas (“el abuelito de Brisa”, como cariñosamente lo llama), y lo instaló en el jardín de su casa, justo donde yace la perrita enterrada.
@lateja.cr En Santa Bárbara de Heredia, doña Gina Vargas creó un hermoso altar en memoria de perritos que ya partieron. 🖤🥹 #Altar #Perritos
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Con adornos traídos de México, flores, papel picado, juguetes, la camita de Brisa y muchas lágrimas que “me han dolido la cabeza de tanto llorar”. Pero más allá del sufrimiento, el mensaje es claro: el amor no se apaga; no puedo cerrarles la puerta.
Para adopciones están SOS Bulldogs o el WhatsApp 8613-6244. Ella es clara: “no puedo cerrarles la puerta”.
Día de Muertos de las Mascotas
Cada año, cuando octubre se acerca a su fin, Gina prepara este altar en un momento que trasciende lo simbólico para ella: el 27 y 28 de octubre son, según la costumbre que algunos adoptaron en México, días en los que las almas de nuestras mascotas fallecidas vuelven a casa.
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En la tradición mexicana moderna, aunque ya adaptada en otros países, se cree que el 27 de octubre es la fecha para rendir homenaje a los animales de compañía que partieron, colocando ofrendas especiales para mascotas en su memoria.
El altar para perros muertos de doña Gina coincide con esa fecha: Brisa falleció el 28 de octubre del año pasado, un día después del ritual que ella prepara, lo que le da un significado aún más profundo.
¿Qué debe tener un altar así? Aunque cada familia hace su versión, los elementos se repiten: una foto del perro, sus juguetes favoritos, su camita, su plato o alimento que tanto le gustaba, agua, velas, flores de cempasúchil o similares, papel picado y un rincón especial que diga: “Aquí estuviste, aquí dejaste huella”.
La idea es que ese día el perro “visite” simbólicamente su hogar, se encuentre con el cariño que se le sigue teniendo. En el caso de Costa Rica, doña Gina ha hecho suyo ese ritual con el toque personal que lo convierte en comunidad: invita a otros rescatistas, comparte la historia, motiva a que más tengan su altar, porque “no he visto uno tan grande de perritos como este”, dice entre lágrimas.






