Cuando Rebeca Valverde Coronado vio por primera vez a Theo, su corazón se derritió.
Aquel cachorrito, un bulldog inglés de apenas mes y medio de nacido, llegó envuelto en un lazo de amor: fue el regalo de Navidad que su esposo, Guillermo Sánchez, le dio para cumplirle un sueño que ella tenía desde niña.
“Lloré demasiado. Era un sueño navideño hecho realidad. Desde pequeña siempre quise un perrito así, pero por cosas de la vida nunca se pudo. Cuando me lo entregó, me solté a llorar”, recuerda Rebeca, vecina de Cartago.
Desde entonces, Theo se convirtió en parte inseparable de su vida y la de su familia.
“Nos tuvimos que adaptar a él y aprender mucho de la raza: su piel, su alimentación, sus paseos. Pero todo valió la pena, porque es un amor de perro”.
El rey de la casa (y del sillón)
Rebeca confiesa entre risas que antes de tener a Theo era de las que decía “los perros en el patio, no en la cama ni en los sillones”. Eso cambió por completo.
“Ahora Theo se sube donde quiera. Me enseñó que una mascota no es solo tenerla, es darle amor y cuidarla como se merece. Él es parte de la familia”.
El Gordo, como cariñosamente le dice, tiene una personalidad noble y un corazón gigante. Es fiel, cariñoso y muy sensible.
“Sabe cuando estoy enferma o triste. No se me despega. Es mi compañía siempre”.
En la casa comparte la vida con Andrés, su hijo humano de 15 años, quien lo considera su hermano.
“Se corretean, juegan, hacen desorden. Theo lo adora. Yo le digo a Andrés que Theo es el hermano que no tuvo”.
También se lleva muy bien con el papá humano, el esposo de doña Rebeca, Guillermo Sánchez.
El bulldog más futbolero de Cartago
Theo tiene un talento muy particular: no puede ver una bola de fútbol porque sale corriendo detrás. Eso sí, las bolas no duran mucho: las estalla con su poderosa mandíbula, pero lo hace con amor.
LEA MÁS: Bruno es un gato al que le gustan los deportes extremos, tiene su TikTok y es trilingüe
Además, es fanático de las frutas. Su debilidad es el mango. “Puede estar lejos de la cocina, pero si huele mango, viene corriendo. También come chile dulce, manzana, banano y sandía”, cuenta su dueña.
Este bulldog inglés es un caballero: jamás ha destruido nada, ni siquiera la decoración navideña que su familia ya colocó.
“Es tranquilo, cariñoso y sociable. A cualquiera se le pone detrás, con tal de recibir amor”.
Nuevo hermanito en casa
En setiembre pasado llegó Bruno, otro bulldog inglés bebé de tres meses. Al principio, Theo no sabía qué hacer con tanto brinco y energía, pero pronto lo adoptó como su compañero de juegos y aprendiz.
“Ahora juegan todo el día. Theo le enseña todo: dónde comer, dónde dormir, cómo comportarse. Le abrió su espacio y nos demostró que esta raza es de corazón gigante”.
Incluso don Guillermo, que al inicio no estaba convencido de tener bulldogs, se enamoró por completo.
“Son perros tranquilos, se adaptan a la casa o departamento, no necesitan paseos largos y conviven bien con todos”, comentó.
LEA MÁS: Pasó de ser un perro que recorría las calles a conseguir trabajo entre dos países
Operación y mucho amor
Hace un año, Theo le dio un buen susto a la familia. Comenzó a tener problemas para respirar, con un pito constante en el pecho. Los veterinarios detectaron una obstrucción típica en la raza y lo operaron.
Por dicha, todo salió bien.
“La recuperación fue rápida. Hubo que cuidarle la alimentación, darle solo comida blanda. A los ocho días ya estaba comiendo normal y corriendo feliz”, recuerda Rebeca.
Esa experiencia reforzó el amor y la conciencia de la familia sobre los cuidados que requiere esta raza tan especial.
“Los bulldogs ingleses son muy dulces, pero hay que conocerlos. Son comelones, se agitan fácil y tienen una piel que hay que mimar todos los días”, cuenta con cariño.
Rebeca aprendió, a punta de amor y paciencia, cómo mantener sano a su gordito.
“Hay que cuidarles mucho la comida, nada de cosas duras ni grasosas. Lo mejor es su alimento especial y, de vez en cuando, frutas”, dice.
También recomienda sacarlos a pasear, pero sin exagerar.
“No son de largas caminatas, con paseos cortos y en horas frescas están felices.
LEA MÁS: Jack es un terremoto de 4 patas que llena de vida y alegría a una familia josefina
“Y hay que limpiarles los pliegues de la piel, porque ahí se les puede acumular humedad. Además, llevarlos seguido al veterinario para controlar su respiración y el peso es clave”, explica esta mamá humana que ama a su Theo y ahora también al juguetón de Bruno.





