Nacional

Vacunadores enfrentan ríos, malos caminos y hasta malacrianzas por salvar vidas

Los trabajadores de la Caja pasan horas convenciendo a las personas para que se vacunen contra el covid-19

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Jimmy Delgado sale del trabajo todos los días cansadísimo, sudado, con hambre y a veces hasta empapado por algún aguacero que se llevó durante el día.

Él es asistente técnico de atención primaria del ebais de Boca Arenal Norte, en el área de salud de Santa Rosa, en San Carlos, y ahora trabaja de lleno en la guerra contra el covid-19, ya que anda de casa en casa vacunando.

Jimmy y sus compañeros no la tienen nada fácil, en la zona en la que trabajan tienen que cruzar ríos en bote, pasar por malos caminos y a veces hasta lidiar con la malacrianza de los antivacunas, pero aún así todos los días luchan por convencer la mayor cantidad de personas posible para que se apliquen el medicamento.

“En este trabajo uno tiene todo tipo de experiencias, recuerdo que un día un compañero fue a buscar un señor para ponerle la vacuna porque no llegó al lugar donde estábamos aplicando el medicamento y se lo encontró subido en el techo de la casa haciendo unas reparaciones. El hombre se enojó muchísimo al ver que lo habían llegado a buscar para vacunarlo contra el covid y que dijo que si lo queríamos matar, por poco se baja y le pega a mi compañero.

“Hace unos días nos tocó prestar colaboración en la zona de El Concho, en la frontera con Nicaragua y muchas de las personas nos tiraron la puerta en la cara, eso lo bajonea a uno un poco porque en realidad hay que esforzarse mucho por llegar hasta esos lugares y no hay respuesta de la gente”, describió Jimmy.

Desinformación

Luis Quirós también trabaja en la Caja, él anda poniendo vacunas en San Vito de Coto Brus, en la zona sur del país.

Casi siempre anda solo en moto buscando las personas que aún no se han querido vacunar contra el coronavirus.

“Me toca ir al territorio indígena La Casona y se topa uno con cada versión, un día de estos andaba circulando un audio de alguien que decía que quienes se ponían la vacuna morían dos años después de la aplicación del medicamento, en todas las casas a las que llegaba me ponían el bendito audio para que lo escuchara y yo les explicaba que eso era mentira.

“A veces me topo ríos crecido y tengo que dejar la moto ahí para cruzar a pie. Un día llegué todo mojado a la casa de un señor al que le tocaba la segunda dosis y se extrañó porque dijo que aún no le tocaba, yo le expliqué que era que estaban adelantando las segundas dosis; el había recibido un audio negativo de una persona que ni conocía y me dijo que mejor no lo vacunara, yo le dije que cómo era posible que prefiriera creerle a ese desconocido que mí que tengo siete años de tratarlo y de colaborar en temas de salud con toda la familia, al final cuando ya me iba el señor me pegó un grito y me dijo que le pusiera la vacuna”, contó.

Luis cuenta que les ha tocado ingeniárselas para ver cómo atraer a las personas a los centros de vacunación porque muchos no están interesados en recibir el medicamento.

“Para este fin de semana se me ocurrió algo, armamos dos diarios de comida con ayuda de la municipalidad y los comercios de la zona y la idea es rifarlos entre las personas que lleguen a vacunarse, pensamos que eso podía servir de motivación. A la hora de salvar vidas todo cuenta”, dijo Luis.

Chineos

Pero no todas las experiencias son malas, también hay lugareños agradecidos que chinean a los funcionarios que llegan a sus casas.

Jimmy dice que un día de estos él y una compañera cruzaron en el bote de un vecino el río San Carlos y que pasaron gran parte del día recorriendo el lugar para vacunar a la gente.

Ya cuando iban saliendo se vino un aguacero con rayería y tuvieron que escampar en una casa.

“La señora se puso a hacernos café con tortillas palmeadas y uno agradece mucho esos detalles porque a veces son las cuatro de la tarde y no he podido almorzar. Ese día todavía nos quedaban vacunas y teníamos que aplicarlas para no perderlas, así que al volver a cruzar el río tuvimos que ir a comercios a buscar personas que quisieran vacunarse, fue un día muy duro”, recordó Jimmy.

Luis dice que a él también le dan gallitos de vez en cuando y agradece mucho los gestos de cariño de la gente porque cada fresco que le regalan lo devuelve a la vida en medio del cansancio de su labor.

“Hay días en los que ponemos veinte vacunas nada más, pero yo les digo a mis compañeros, así pongamos una ya es ganancia, debemos seguir adelante luchando por aplicar el medicamento a la mayor cantidad de personas posible porque así los protegemos a ellos y nos protegemos nosotros”, dijo este valiente soldado del ejército de la salud.

Rocío Sandí

Rocío Sandí

Licenciada en Comunicación de Mercadeo de la Universidad Americana; Periodista de la Universidad Internacional de las Américas, con experiencia en Sucesos, Judiciales y Nacionales. Antes trabajó en La Nación y ADN Radio.

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