Sucesos

De conserje a presidente de la Corte Suprema, la inspiradora historia de Orlando Aguirre

Orlando Aguirre empezó desde abajo hasta lograr el puesto más alto en el Poder Judicial

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Don Orlando Aguirre Gómez, el presidente de la Corte Suprema de Justicia, a sus 80 años no tiene intención de pensionarse todavía, él es un apasionado de su trabajo y ha sido un hombre que desde los 10 años ha trabajado duro para superarse.

En La Teja conversamos con don Orlando para que nos contará un poco sobre él y sus expectativas al estar en un puesto en que la gente clama porque el rezago judicial se empiece a mover.

Aguirre recibió a finales de julio el premio Iberoamericano al Mérito Judicial, que es un galardón que da la Comisión Iberoamericana de Ética Judicial.

Este premio reconoce al juez que durante su trayectoria se distingue por impartir justicia, por ser un juez que cumpla con la excelencia y las exigencias establecidas por el Código Iberoamericano de Ética Judicial, es decir, que aplica correctamente la justicia.

Don Orlando el próximo año cumple 70 años de ser empleado judicial y así consta en su expediente.

El magistrado asegura que lo sorprendió mucho el reconocimiento y confiesa que ha trabajado muy duro desde hace mucho tiempo más que por un tema de méritos.

“Ratificamos con este premio nuestro compromiso de la mejora continua, de seguir trabajando para construir un Poder Judicial al lado de la gente, de escuchar, corregir y mejorar… con el objetivo claro de servir a las personas y a Costa Rica”, dijo.

Aguirre nació en un pequeño pueblito vecino de Corosal de Puntarenas, que está metido al puro fondo del Golfo de Nicoya, donde apenas vivió un año, pues su humilde familia se trasladó a Jicaral.

La madre de don Orlando era una mujer visionaria que anhelaba que sus seis hijos estudiaran y se convirtieran en aquellos tiempos en profesionales, por eso junto a su esposo se fueron a vivir primero a dos kilómetros del centro de Jicaral, donde el magistrado cursó hasta tercer grado, luego se fueron al centro de ese poblado para asegurarles la educación.

“Yo entré a primer grado con poco más de cinco años, recuerdo que cuando la maestra me conoció me alzó, me dio un cuaderno que decía Almacén Nacional, que eran los que daban en esa época, y un lápiz, ahí aprendí a leer y escribir”, recordó.

Don Orlando nos contó que él empezó a trabajar a los 11 años, sus papás sabían leer y escribir y eso les permitió trabajar en una oficina de correo que después se convirtió en la oficina de telégrafo, su papá iba a perder el trabajo porque no le interesaba el puesto de cartero que le ofrecían y además tenía algunos problemas con el alcohol que le estaban afectando.

Él aceptó el trabajo que su papá rechazó, aunque confiesa que al principio no se lo querían dar, en aquel entonces le pagaban 120 colones que ayudaban con el sostén de la familia.

“Tuve una virtud y una desgracia salí con precocidad, me gustaba hacer cosas de grande, pero una desgracia porque me restaba cosas de niño”, dijo.

En ese bretecito Aguirre tuvo cercanía con un telegrafista de Santa Cruz, que era de los que exportaban mejores profesionales en ese oficio.

Confiesa que ser tan joven a veces le traía dificultades.

“El correo llegaba en lancha y el capitán me decía ‘yo lo recibo pero no se lo entrego por ser menor de edad’, ya luego por dicha eso se resolvió”, contó.

Siendo un niño pequeño tenía una sed por aprender que iba más allá de un niño de su edad. Al correo llegaba el periódico La Nación y traía el suplemento Hablemos, que traía artículos culturales e interesantes y ahí desarrollaba su gusto por la lectura e informarse. Además leía todos los libros que podía y las críticas de libros.

“Me acerqué a la alcaldía, es decir, al Poder Judicial, yo decía ‘tengo que aprender a escribir con máquina’ y solo el alcalde y la secretaria tenían, entonces me dejaban practicar una hora todos los días, ahí conocí a varios trabajadores del Poder Judicial”, contó.

Desde abajo

A los 20 años le dieron la oportunidad y lo nombraron en el Juzgado Penal de Puntarenas, entró en 1964. Solo tenía sexto grado que era lo que pedían en el Poder Judicial, pero él era autodidacta y tenía alguna formación que su interés le había dado.

“Trabajé como conserje, también como conductor de transporte de reo, un juez de San José me vino a buscar y me ofrecieron un trabajo como secretario, pero me tenía que ir a San José, yo vivía solo en Puntarenas y no lo pensé para irme”, recordó.

Don Orlando aprovechó la oportunidad y entró al colegio nocturno, después logró entrar con una nota de 860 a la Universidad de Costa Rica a la carrera de Derecho y hasta la fecha es profesor.

“Antes de graduarme el magistrado Edgar Cervantes me llamó y me dijo que me iba a proponer, me ayudó mucho y me convertí alcalde de Aserrí y luego alcalde civil de trabajo en Tibás, aunque pensé en irme como juez a un lugar largo en Cañas o San Carlos y no me nombraron, pero me dejaron en San José”.

Su familia se estableció en Guadalupe y apenas el último de sus hermanos se gradúo su mamá regresó a Jicaral.

Muy activo

El presidente de la Corte confiesa que a su edad le gusta ir al gimnasio en las noches, y también disfruta de ir a la feria con su esposa, algunas personas que lo reconocen lo saludan. Tiene dos hijos y dos nietas, una en el colegio y otra en la escuela.

“Nunca ha estado en mi mente en trabajar por una pensión. Yo vivo como si nunca me fuera a morir”, comentó.

Cuando termine su período tendrá 83 años y entonces será cuando tomará alguna decisión.

“Yo no me veo sentado en un parque, tendría que en ese momento buscar algo que hacer”.

Soluciones

Don Orlando asegura que el principal desafío que tiene ahorita es el histórico problema del retraso judicial.

“Sin tener una seguridad de que lo vamos a solucionar me he propuesto a trabajar en un sistema tecnológico que permite ver cómo caminan los despachos, una de las principales falencias en la administración es que no se sabe, por ejemplo, cómo anda el juzgado de Corredores”, dijo.

El magistrado le apuesta a la tecnología e incluso a la inteligencia artificial para que un juez pueda con su computadora ver cómo está su juzgado.

Don Orlando reconoce que se han topado con sorpresas de juicios de 10, 15 o 20 años sin resolver.

“La idea es dar herramientas, no soluciones parche, crear mecanismo a futuro en el tema penal, en la material civil y laboral está mejor, mejor estructurado, algunos casos están demorados, pero son pocos, la gente tiene razón cuando se desespera, son muchas las personas que se ven afectadas con los retrasos”, concluyó.

Silvia Coto

Silvia Coto

Periodista de sucesos y judiciales. Bachiller en Ciencias de la Comunicación Colectiva con énfasis en Periodismo. Labora en Grupo Nación desde el 2010.

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