Julio Gerardo Ramírez García, de 33 años, fue un padre amoroso y esposo dedicado, cuya vida terminó de manera trágica.
Su caso sigue bajo investigación judicial y, aunque aún no hay sospechosos detenidos, su familia cree que la justicia divina no perdona.
Él se ganaba la vida como carnicero en Turrialba; amaba profundamente a su familia, y dejó un legado de amor que nadie podrá borrar.
En medio del dolor, su esposa, Shirley Ramírez Alfaro, le aseguró a La Teja que todo lo deja en manos de las autoridades, y recuerda a Julio como un padre excepcional y buen compañero, que siempre vivió para su familia.
La última vez que ella lo vio fue el pasado martes 5 de agosto, cuando él llevó al hijo menor a la escuela, después se fue a su trabajo, regresó a las 11:30 a. m. a la casa para almorzar y más tarde se despidieron. Ella salió a recoger a su hijo.
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El matrimonio habló por mensajes durante la tarde; sin embargo, conforme pasaron las horas, hubo incertidumbre al desconocerse el paradero de Julio, quien jamás se alejaba de sus seres queridos.
“Él siempre se preocupaba mucho por sus papás, por sus abuelos, le gustaba mucho compartir con sus hijos”, recordó Shirley.
Los esposos habían cumplido 13 años de casados y cuando Julio llegó a la vida de Shirley, ella tenía un hijo de 8 años y una niña de 3 años, a quienes él adoptó como sus hijos. A los cuatro años de casados llegó el hijo menor de la familia.
“Cuando nosotros nos conocimos, yo tenía dos hijos, los cuales él adoptó como propios y así los vio y los amó hasta el final”, señaló.
A Shirley le destroza cuando su hijo menor dice que extraña al papá y ella no puede hacer nada.
“Él jugaba Nintendo con nuestro hijo; de hecho, a veces, me dice: ‘Mamá, cómo extraño a mi papá’'. Tal vez, hay algo que él no comprende, y es muy doloroso en ese aspecto”, expresó esta valiente madre, quien en medio de los días difíciles se refugia en Dios para sacar adelante a sus hijos.
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El hijo mayor del matrimonio también vio en Julio la figura de un padre, incluso, ambos comparten similitudes en el carácter; la del medio también recibió mucho cariño por el hombre que vio como papá. Ahora, ellos ya son muchachos y el recuerdo de Julio es el mejor.
“Él fue un buen papá para mis tres hijos, no tengo nada que decir sobre ninguno, ni que hiciera diferencia entre uno y otro”, recuerda la esposa.
Quedaron proyectos pendientes, como en muchas familias; entre ellos, el terminar de pintar una casa que con esfuerzo habían comprado, aproximadamente, hace ocho años.
“Nuestro proyecto fue comprar una casa y lo logramos con mucho sacrificio, vendiendo comidas y tamales, así pudimos levantar nuestra casa, pero nos quedó incompleta. A veces, no teníamos para pagar materiales y mano de obra, verdad, entonces, él me decía: ‘Amor, ya saqué las vacaciones porque quiero que pintemos la casa y hagamos cositas que estaban ahí pendientes’”, recuerda Shirley. Incluso, la jefa de Julio le aseguró a la familia que ya había sacado esos días libres antes de la tragedia en la que se vio envuelto.
Tragedia y búsqueda de justicia
Julio fue hallado sin vida el 18 de agosto anterior, tras la denuncia por desaparición que interpuso su propia familia y luego de varios días de búsqueda por parte del OIJ y de allegados.
El cuerpo estaba enterrado en una fosa; al parecer, había rastros de cal en el sitio y también fueron encontrados los zapatos del fallecido a pocos metros.
En el OIJ señalaron que le encontraron varias heridas de cuchillo en el tórax.