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Jonathan Moya tiene a su lado a alguien que le exige más que Luis Diego Arnáez dentro de la cancha

Andreína Rosales, esposa del manudo, trae el gusto por el fútbol por herencia familiar

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Desde el 2012, el delantero manudo Jonathan Moya formó un hogar con Andreína Rosales, una mujer que lleva el fútbol en su sangre y que exige más a su marido sobre su accionar en el terreno de juego que el técnico erizo, Luis Diego Arnáez.

Andreína es la que más exige al artillero manudo, ya que después de cada mejenga le cuestiona por qué hizo determinada jugada o por qué remató mal o tomó tal decisión. Ella sabe de lo que habla, ya que su papá y su hermano han jugado y son unos fiebres, por lo que le enseñaron bien, así que Moya debe dar reportes detallados, porque a ella no le mete cuento.

La Teja conversó con esta farmacéutica de 27 años y madre de Julián, de dos años, sobre su vida la lado del ídolo manudo y lo que significa vivir una ronda tan intensa ante San Carlos por la semifinal del torneo de Apertura que iniciará hoy a las 6 p. m., en el estadio Carlos Ugalde Álvarez.

–¿Qué espera de la serie entre rojinegros y norteños?

La verdad está duro porque San Carlos ha llevado mucha afición al estadio y es un equipo superbueno, pero tengo la fe de que la Liga gane, aunque va a estar difícil.

–¿Cómo es la faceta de ser esposa de un futbolista como Jonathan?

–En realidad me encanta el fútbol, así que hablamos mucho del tema, aunque no tanto como antes. Ahora le digo que no es cualquier jugador, porque hace seis meses estaba en Saprissa y ahora en la Liga, no es cualquiera el que tiene esa bendición. La Liga tiene tiempo de no ser campeón, así que le digo a Jonathan que le ponga muchísimo, que demuestre el porqué se fijaron en él, en sus condiciones. Él sabe lo que tiene que hacer, que corra, que le ponga bonito.

–¿Qué hablan antes de un partido?

–Si están en el hotel (concentrados) le pregunto si va de titular y si es así, le digo que entre, que corra y le ponga al máximo. Si va a la banca, le digo lo mismo, porque cuando entran de cambio deben estar más enchufados para que cambien lo que está pasando en el terreno de juego.

–¿Qué les dice la gente en la calle?

–Por lo general, la gente de Saprissa y la Liga quieren mucho a Jonathan. En un restaurante llegan los saprissistas y le piden fotos, le dicen que le vaya bien. Es bonito y cuesta que la gente le diga cosas feas. Jonathan casi nunca le dice que no a alguien, no es por figurar ni por jugar de vivo, pero él tiene una personalidad que atrae a la gente.

–¿Quién de los dos se estresa más antes de un partido?

–Él es demasiado tranquilo, yo soy la eufórica, la que pasa cruzando los dedos para que ganen. Si Jonathan anota es una bendición, si hace una asistencia lo felicito porque si ganan, todo el equipo está bien. Nos alegramos cuando (Jonathan) McDonald o Róger (Rojas) anotan porque la idea es que el equipo gane.

–¿Y cómo es Jonathan cuando pierden?

–Yo por lo general voy al estadio, son pocas las veces que no he ido. Cuando pierden, él lo acepta o dice que no jugaron bien. Antes sí me tocaba diferente, de hecho, Jonathan una vez me dejó botada cuando él jugaba en Santos y perdieron ante el Herediano. Lo sacaron de cambio al medio tiempo y eso es una humillación para un jugador, se enojó mucho y habíamos quedado que nos íbamos juntos a Guápiles, donde viven mis papás.

Yo estuve en el estadio, terminó el partido y le escribí preguntándole en dónde estaba y me dijo que se había ido en el bus con el equipo, eso fue en el 2012. Al final me dejó botada, yo no pude ir a Guápiles, me devolví al apartamento donde vivía en Tibás porque estaba estudiando en San José. Desde ahí le dije que cuando él pierde, yo no tengo la culpa, pero igual lo apoyo.

–¿Cambió después de esa experiencia?

–Casi siempre me manda un mensaje al ratito de terminar el partido, yo sé que si pierde el ánimo no va a ser el mismo, pero él me escribe, me dice que lo espere, que sale a tal hora o le dé chance. Eso que pasó era porque estaba empezando como futbolista, con los años ha cambiado.

–¿Usted sufre más viendo el partido por televisión o en el estadio?

–Por tele se sufre más definitivamente, odio ver los juegos así, porque no se ve todo, casi siempre estoy viendo lo que él hace, le pregunto por qué no hizo tal jugada, o detalles de ese tipo. Yo he ido a Pérez Zeledón, Puntarenas, a todo lado siempre que puedo. Ahora se me dificulta más por mi hijo, porque uno lo piensa más para ir a gradería popular con un niño, pero por lo general voy al estadio.

–¿De dónde le salió el gusto por el fútbol?

–Mi papá (Gonzalo Rosales) jugó en equipos como Guanacasteca y Herediano en los años ochenta, entonces ya traía eso de pequeña. Igual mi hemano Andrey Rosales jugaba desde niño y todos los sábados yo iba a la escuela de fútbol con él. También conocía a la gente del Santos de Guápiles y ahí conocí a Jonathan cuando llegó a jugar con ellos.

Por lo general, si a uno le gusta el fútbol se rodea con gente a la que también le gusta. Con Jonathan fue una casualidad, a mi papá no le gustaba la idea (de que fueran pareja) porque en el medio se sabe que los jugadores son medio perrillos, pero al final las cosas se fueron dando.

–¿Es celosa?

–Al principio sí. Lo que le digo a Jonathan es que yo no le voy a estar revisando el celular o estar pendiente de esas cosas. Le digo que si hace cosas malas, Dios se las va a cobrar y que tarde o temprano yo me voy a dar cuenta. Ya él sabe que si hace un gol, todo el mundo le va a escribir, pero si se lesiona o le pasa lo que vivió en Ucrania (donde no le pagaban) nadie se acuerda de él, solo la familia y uno (lo apoyó), entonces le recomiendo que ponga esa cosas en una balanza.

Además, yo tengo mi profesión y no necesito estar pendiente de él, ya dejé los celos y no me voy a morir (si se dejan). Él es mi pareja y claro que no me gustaría que me hiciera algo malo, pero todo está en la confianza.

–¿Su hijo Julián es muy futbolero?

–Parece que no le gusta mucho, pero le encanta ir al estadio, le gusta cuando le decimos que vamos a la casa del león y apoya al papá. A Julián le apasionan los animales, no sabemos si realmente le va a gustar el fútbol. .

–¿Va a ir a San Carlos este domingo?

–No, me voy a quedar en mi casa.

Karol Espinoza

Bachiller en periodismo y licenciada en Comunicación de Mercadeo. Periodista de Deportes con más de 14 años de experiencia. Integra La Teja desde setiembre del 2006.

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