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Qué bicho habrá picado a la magistrada Iris Rocío Rojas, de la Sala Primera, que la desubicó al punto de creer que está viviendo en Nicaragua o en Venezuela. La señora sugiere, al mejor estilo de una película de espías, que se intervengan los teléfonos de los periodistas para saber con quién hablan o quién les pasa información, en particular del Poder Judicial. Debería al menos estudiar los votos ratificados por la Sala Cuarta sobre el derecho de los comunicadores a guardar el secreto de las fuentes.