El Altiplano es una prisión de máxima seguridad que se encuentra en el municipio de Almoloya, en el Estado de México.
Lo de “máxima” es relativo porque en julio del 2015 Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán burló todas las medidas y escapó.
En el 2017, a pesar de aquella fuga, el penal consiguió una certificación por cumplir con estándares mundiales de seguridad...
En esa prisión está encerrado ahora Rafael Caro Quintero, de 69 años, el llamado “Narco de narcos”, detenido el viernes 15 de julio en Sinaloa.
Estados Unidos lo pide en extradición, pero este lunes un juez mexicano la frenó y la solicitud deberá ser resuelta en un juicio.
El Altiplano es una fortaleza. Según información que han dado las autoridades mexicanas cuenta con cámaras de circuito cerrado, sensores de movimiento y un sinfín de medidas de seguridad más, pero ninguna impidió que el Chapo protagonizara aquel escape de película que lo mantuvo lejos de la justicia hasta el 8 de enero del 2016, cuando fue detenido.
Un año después fue enviado a Estados Unidos, donde se le juzgó y en febrero del 2019 se le condenó a cadena perpetua.
La prisión el Altiplano ocupa una extensión aproximada de 260.000 metros cuadrados, de los cuales 27.900 componen las instalaciones propiamente de la cárcel.
El resto se utiliza como área de seguridad, y para instalaciones diversas como el centro de apoyo a la seguridad y guarda, una ronda perimetral, una sala de espera y estacionamientos.
El nombre completo del penal es Centro de Readaptación Social Número 1 Altiplano y está a unos 90 km de Ciudad de México.
La penitenciaría cuenta con ocho salones para dormitorios, comedores, aulas, instalaciones deportivas y de esparcimiento, áreas para visita conyugal, familiar y de abogados, salas para juzgados, cocina general, lavandería, talleres, espacio para los servicios médicos e instalaciones electromecánicas.
Nada lo frenó
Su nivel de seguridad, según las autoridades mexicanas, “es máximo y existen sistemas y equipos electromecánicos y electrónicos como circuito cerrado de televisión, control de accesos, alarmas, detectores de metal, drogas y explosivos, radiocomunicación, voz y datos, sensores de presencia, y telefonía”, entre otros.
Una burla. Joaquín “el Chapo» Guzmán, líder del cartel de Sinaloa, había ingresado al centro penitenciario en febrero de 2014 y fue visto por última vez a las 8:52 p.m. hora local del sábado en la zona de las duchas en enero del 2015.
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Al ver que el tiempo pasaba y que Guzmán Loera no salía, los guardas entraron y descubrieron el hueco, que desembocaba en un conducto vertical de unos 10 metros de profundidad en el que había una escalera.
El jefe de la Comisión Nacional de Seguridad, Monte Alejandro Rubido, informó luego que el hueco era de 50 por 50 centímetros y 1,5 metros de profundidad que llevaba al espacio vertical, y este a su vez con un túnel que se extendía más de 1.500 metros y que contaba con tubería de pvc para ventilación, alumbrado y una motocicleta adaptada sobre rieles que primero habría sido usada para sacar la tierra de la excavación y luego para que el Chapo escapara a la mayor velocidad posible.
A lo largo del túnel había herramientas de construcción, tanques de oxígeno, recipientes con combustible, maderas y tuberías; desembocaba en una edificación que aún estaba siendo construida.
En la casa fueron hallados mobiliario y otros objetos que indicaban que allí habían estado trabajadores o vigilantes.
Por la puerta principal
Aquella fue la segunda vez que el Chapo Guzmán escapó de una cárcel de máxima seguridad; ya lo había hecho en enero del 2001 de la de Puente Grande, en la ciudad de Guadalajara.
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Aquella primera vez salió escondido dentro de un carrito en el que llevaban ropa sucia. En ambos casos se ha dicho que contó con la ayuda de funcionarios de las prisiones, sobornados para ver hacia otro lado mientras el capo se fugaba.
Caro Quintero ya conocía esta cárcel porque en 1989 (cuatro años después de haber sido detenido en Costa Rica) recibió una sentencia de 40 años por los homicidios de Enrique Camarena, agente de la DEA, y el piloto Alfredo Zavala; además de ser responsable de delitos contra la salud, asociación delictuosa y violación a la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos.
Caro salió libre en 2013 por un tecnicismo legal y regresó a las actividades propias del narcotráfico.